Gluckosa mercenaria y otras batallas editoriales

Gluckosa mercenaria y otras batallas editoriales

Estos son algunos apuntes sobre el Affaire Gluck: la poeta que ganó el Nobel y que, a espaldas de la modesta editorial que la editaba, autorizó a su agente a negociar la publicación de su obra con grandes sellos editoriales. Lejos de juicios morales, lo que intento es pensar en comportamientos estructurales dentro de la industria del libro local.

 

  1. Me parece perezoso que se tome el affaire Gluck como una oportunidad para, según el caso, enaltecer o atacar a los poetas”, como si fuesen estos una banda homogénea de personas que piensan lo mismo y se comportan igual.

 

  1. Es perezoso, y es de una banalidad que debería estar erradicada de las reflexiones relacionadas al territorio de la palabra. Los poetas no son un conjunto de gente del bien; las editoriales no son una agrupación de villanos. Ni viceversa.

 

  1. El punto es intentar hacer el esfuerzo de apreciar los matices de un entramado complejo. Quizás quienes fomenten la grieta de un pensamiento binario estén intentando vender algo.

 

  1. Por ejemplo, no discernir entre una editorial independiente y un grupo editorial trasnacional es de una ingenuidad peligrosa. No atender a la posibilidad de que los escritores, puesto que son personas, pueden obrar bien y pueden obrar mal, pueden traicionar y mentir, puedan honrar su palabra o ejercer la impostura, son capaces de actos bellos y de actos deleznables, bueno, ¿no es un poco infantil?

 

  1. Me preocupan las adhesiones automáticas que parecen solidificar la idea de que habría bandos: los escritores, por un lado, las editoriales, por otro. Como si no se necesitaran el uno al otro.

 

  1. Sin embargo, mientras que hay editoriales mezquinas y ladinas, que roban autores, que siembran cizaña, que manipulan a tristes influencers” para exprimirlos y descartarlos, que ghostwritean impunemente, editoriales que abiertamente trabajan para lesionar la bibliodiversidad (que tienen subsellos destinados a sacarles autores a editoriales pequeñas) y que ejecutan sin pudor tácticas hiper neoliberales para forjar un monopolio (o un oligopolio, según el caso) también hay editoriales que corren riesgos, que apuestan por escritores jóvenes o noveles, que se juegan lo que tienen porque creen en un libro, que se desviven porque un libro llegue lejos, porque alcance nuevos lectores, y que lo hacen a pulmón, y reman contra la marea. Editoriales que creen en la fraternidad del libro y no en la destrucción del prójimo y el parasitismo.

 

  1. Pero así como hay prácticas editoriales oscurantistas, también hay escritores mercenarios y lobbistas (como también hay escritores que no escriben, y escritores que no leen: hay de todo) cómplices del lado más siniestro del negocio del libro, que no vacilan a la hora de incumplir contratos y de negociar a espaldas de las pequeñas editoriales que apostaron por ellos, en pos, a veces, del beneficio de sí mismo, y otras veces contribuyendo a dañar la necesaria resistencia que oponen las editoriales pequeñas a las tácticas y maniobras, quizás un tanto torpes y frecuentemente siniestras, de las grandes corporaciones.

 

  1. Hay escritores que están aquí solo por el negocio, solo por el dinero. Por supuesto, es sensato que los escritores (por lo general muy mal pagos) cuiden los intereses de aquello que conciben como su trabajo. Pero también hay una obscenidad en la percepción del campo literario como una oportunidad de lucro constante sin dar cuenta de ningún prurito moral.

 

  1. Estos escritores andan entre nosotros, y suelen escribir pésimo.

 

  1. Ahora bien, ¿hay editoriales pequeñas que se comportan con una ética dudosa? Desde luego: como también hay editores y trabajadores de los grandes sellos que son una maravilla de personas y que están embarcados en el libro por amor, y que lo defienden con gracia y con entereza.

 

  1. El punto es que tendríamos que hacer un esfuerzo para pensar cada caso, y no adherir automáticamente a bandos que en verdad no existen. Y que son agitados como banderas precisamente por muchos lobbistas, para sus cometidos oscuros.

 

  1. Acusar a Pre-textos de empresarios” (con el tono más capitalista posible) y disculpar a un poeta por un proceder poco ético (sea el caso de Gluck o no, eso es accesorio) solo por ser poeta y haber sido, como casi todos los poetas, poco leído y bastante pobretón, me parece desperdiciar las chances de reflexionar sobre la trama del negocio del libro.

 

  1. Ahora bien, ¿es Pre-textos una empresa? Desde luego. Y muchos escritores también lo son. ¿No les parece extraño que muchos de quienes acusan de empresarios” a Pre-Textos son socios de grandes grupos editoriales trasnacionales?

 

  1. El asunto es más o menos simple. Las editoriales pequeñas apuestan y descubren autores nuevos y jóvenes. A veces no pasa nada, a veces (un poco, a la escala de pequeña editorial) la pegan. Ahí los grandes grupos dicen matanga y roban” al autor que la editorial pequeña puso en valor (con esfuerzo, con una inversión a contramano). Si cada vez más autores se desentienden de modo poco ético de la editorial pequeña es factible que esa editorial se vea forzada a editar menos o a dejar de existir. Por eso creo que debemos cuidar a las editoriales pequeñas, y no ser cómplices de su desaparición.

 

  1. Lo peor es que hay sellos (en algún país mítico, seguramente) a los que no les interesa publicar a autores de sellos independientes más que para que el sello independiente ya no los tenga. Es decir, no porque les interese la obra en sí, y por tanto, si no venden solos y rápido, son velozmente descartados (quemados, saldados, invisibilizados) sino para apropiarse de la competencia y brindar una imagen totalizante, similar a la que percibimos cuando vemos cuatro McDonald´s en una cuadra.

 

  1. Oh, ¿entonces los autores que publican en grandes sellos son villanos? Pero claro que no, para nada. Cada caso es cada caso y brindar ejemplos implica ofender a mucha gente. Cabe decir que está muy bien publicar donde se pueda y donde salga, siempre y cuando el camino hasta esa publicación no sea vil, chabacano o patético. Los grandes sellos también están llenos de excelentes autores, que llegaron a publicar ahí de un modo orgánico y dichoso.

 

  1. Pero ojo: defender a un escritor que se ha comportado de X manera no necesariamente es defender al oficio de la escritura ni a la literatura per sé. Si no observamos bien el caso, podemos estar justificando prácticas de un neoliberalismo obsceno que ponen en jaque el propio circuito de la literatura, que dañan a las editoriales que difunden y fomentan la riqueza de libros que no entrarían en los catálogos de un grupo editorial y que, por tanto, naufragarían. Y que perjudican a escritores jóvenes, nuevos, que no cuentan con miles de lectores aún, y que no los encontrarán si nadie apuesta por ellos cuando su obra solo tiene un principio de calidad para ofrecer.

 

  1. Sobre todo porque lo que pasó con Gluck, que es algo totalmente secundario, pasa todos los días, en menor escala, en la modesta aldea literaria local, y en algún punto nos sería oportuno comprender que las prácticas de un capitalismo feroz y lesivo no ocurren sin cómplices en los distritos que más dañados resultarán. Cada quién tendrá que revisar su rol.
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