En medio de uno de los mayores escándalos en la historia de los Pumas por cuestiones ajenas al juego, haber finalizado el Personal Tri-Nations con un empate 16-16 ante Australia habla de la entereza y la enorme entrega de este grupo de jugadores.
La igualdad le permite a la Argentina finalizar en un muy valioso segundo puesto y concluir con un triunfo (el primero en la historia ante los All Blacks), dos empates y una derrota. Es su mejor actuación global desde que en 2012 se sumó al torneo anual con las potencias del hemisferio sur. Hasta aquí, dos victorias y cuatro derrotas (en 2018) había sido su mejor performance.
El juego en este contexto queda en segundo plano. Se podrá decir que los Pumas volvieron a repetir errores en las formaciones fijas, la posesión de la pelota y la salida del campo propio con el pie. Que otra vez fue la defensa y el oportunismo lo que mantuvo en partido a los argentinos. No obstante, todo eso pierde relevancia al lado de la entereza y la unión que mostró el equipo para superar la adversidad. Con esa base, pueden llegar lejos.
Incluso podrían haber ganado de haber aprovechado mejor la ventaja de siete puntos (16-9) con un hombre demás que dispusieron en los últimos 20 minutos, pero aún así no lograron hacer pie. Igualmente, el empate termina siendo más que meritorio para los argentinos.
El reparto de puntos, además, termina por confirmar el título para Nueva Zelanda, que sólo una goleada improbable de cualquiera de los dos podía evitar.
El inicio de los Pumas fue similar a los dos partidos anteriores. Durante 25 minutos, se vieron limitados a defender. No lograron salir limpiamente del propio campo, les costó mantener la posesión de la pelota (difícil de manejar bajo la intensa lluvia) y las formaciones fijas fueron endebles. Para peor, sufrieron la amonestación de Marcos Kremer. Pero la defensa fue más sólida que nunca (al orden le agregaron aún más agresividad) y aprovecharon la única que tuvieron: un penal de mitad de cancha levemente esquinado que Sánchez, en estado de gracia, acertó. El partido estaba 3-3.
Esta vez, no obstante, encontraron un aspecto del que aferrarse: el maul. Primero Miotti estiró la ventaja con un penal (Sánchez salió temporalmente por el protocolo de conmosión). Enseguida, después de un line-out dentro de los 22 metros defensivos, el maul propició un avance de muchos metros y puso a la defensa en retroceso. Felipe Ezcurra se filtró desde la base y habilitó a Bautista Delguy, que definió magistralmente como él sabe hacerlo. Desde el duelo con Australia en Gold Coast en 2018 que el wing no apoyaba un try. Los Pumas se fueron al descanso en ventaja de 13-6 luego de un error de manejo sobre el final que costó tres puntos.
La lluvia se hizo todavía más intensa en el segundo tiempo y los Pumas siguieron bajo presión por la falta de obtención. Un penal en el scrum favoreció el descuento de los Wallabies, que siguieron jugando en ataque. La expulsión de Lukhan Salakaia-Loto sólo le dio a la Argentina tres puntos a través del pie de Miotti (16-9), ya definitivamente en la cancha ante la lesión de Sánchez, pero no cambió la tónica del partido.
El asedio australiano le costó a los Pumas la amonestación de Paulos y, enseguida, el empate con el try de Hooper tras una sucesión de penales y una jugada de line-out y pick-and-go. Como en el partido pasado entre ambos, Reece Hodge tuvo la posibilidad de ganarlo con un penal sobre el final, pero otra vez falló bajo presión.
Los Pumas no vuelven a jugar, por lo menos, hasta julio (pandemia mediante). El próximo hito del seleccionado será el 14 del corriente, cuando se realice el sorteo del Mundial de Francia 2023. Ése es el objetivo. Si el rugby argentino logra acomodar el desorden que reina afuera de la cancha, en Australia quedó demostrado una vez más adentro hay material para soñar en grande.