Cerca de un millón de personas protagonizaron en Santiago la demostración más imponente desde el regreso de la democracia en Chile, hace 29 años, y ratificaron sus demandas en favor de un programa de gobierno que consagre la justicia social y acabe con las desigualdades.
La multitud colmó la emblemática Plaza Italia de la ciudad de Santiago y varias cuadras de los alrededores, sin banderas de partidos políticos y en respuesta a una convocatoria lanzada a través de las redes sociales.
La manifestación se concretó ocho días después del inicio de una rebelión popular seguida de represión que dejó 19 muertos, cientos de heridos y más de 2.000 detenidos en ocho días y que llevó al gobierno a declarar el estado de emergencia e imponer el toque de queda por las noches en las grandes.ciudades del país por varias jornadas consecutivas.
Las imágenes aéreas captadas por los reporteros gráficos y camarógrafos desde las alturas lucieron impactantes.
Columnas interminables de personas se veían en las calles que rodean al paseo público, familias completas, solitarios que llegaron a la cita desde todos los puntos cardinales de la ciudad configuraron una manifestación convocada con el sencillo lema de «la marcha más grande de Chile».
Un informe de Carabineros citado temprano por la prensa local calculó a la multitud en medio millón de personas, pero con el paso del tiempo otros reportes independientes, como uno de El Mercurio y otro de La Tercera, subieron esa cifra hasta un millón.
Muchos carteles exhibidos por los manifestantes exigían la renuncia del presidente Sebastián Piñera, mientras otros demandaban la urgente puesta en marcha de medidas para mejorar la situación de los sectores sociales más postergados por el programa económico vigente.
Prácticamente no se vieron carteles de identificación de partidos políticos, pero sí miles de banderas chilenas y hasta emblemas de clubes de fútbol, junto a pancartas con todo tipo de leyendas. Desde los balcones caían papeles blancos y aplausos sobre la multitud, lo cual configuró un cuadro verdaderamente emotivo.
Una hora y media después de la llegada de la multitud no se había reportado ningún incidente y desde el público se hicieron repetidos llamados a la calma para no que no se repitan las angustiantes escenas de violencia que se extendieron por todo el país en estos ocho días.
Desde el fondo de Plaza Italia no se veía presencia de fuerzas de seguridad, innecesaria en el comienzo del acto a juzgar por la predisposición pacífica de los manifestantes.
Muchos manifestantes se mostraron emocionados ante la fuerza popular congregada de manera espontánea y todos coincidían en destacar que jamás habían estado en Chile entre semejante multitud.
«El pueblo unido jamás será vencido», cantaba la multitud, en un mensaje que contradice de plano a una declaración de Piñera, quien el inicio de la rebelión sostuvo que su país estaba «en guerra contra enemigo poderoso e implacable».
Los chilenos dejaron en claro que no quieren más militares en las calles ni en los restantes espacios públicos, exigieron que terminen las declaraciones de toque de queda y urgieron al gobierno a presentar un programa consistente y completo para terminar con las desigualdades y mejorar los ingresos de la población más vulnerable.
También se multiplicaron las demandas en favor de mejores servicios de salud y educación, puntos sobre los que se asentó gran parte de la movilización popular que luego derivó en extrema violencia.