BRASILIA.- Jair Bolsonaro llegó a la Presidencia de Brasil con un discurso centrado en la batalla contra la corrupción y la renovación de la clase política, pero en su primer año de gestión todo parece haber sido puro marketing. El deterioro de la transparencia y la calidad institucional en el Ejecutivo, el Poder Judicial y el Legislativo fueron de tal calibre que la OCDE envió una misión en noviembre pasado a revisar la situación. El grupo de trabajo del organismo difundió recientemente un comunicado donde alertó que estamos bastante alarmados de que lo que Brasil había logrado en los últimos años en la lucha contra la corrupción puede verse ahora seriamente comprometido”, y añadió que Brasil debía reforzar los mecanismos anticorrupción, no debilitarlos”, como ocurrió.
Bruno Brandão, director de Transparencia Internacional en Brasil, aseguró además que 2019 fue pésimo en términos de reformas contra la corrupción”, y enfatizó que los tres poderes del Estado tomaron decisiones que suponen retrocesos graves”. En este contexto, Bolsonaro presentó un proyecto de ley que abre las tierras indígenas a la minería, a la vez que propicia actividades agropecuarias y de generación eléctrica en zonas que pertenecen a pueblos originarios. Anticipando las críticas, Bolsonaro les dedicó unas palabras a los sectores ambientalistas: Si pudiera los confinaría en la Amazonia, ya que tanto les gusta”, aseveró.
El indígena es un ser humano exactamente igual a nosotros, tiene corazón, tiene sentimiento, tiene alma, tiene deseo, tiene necesidades y es tan brasileño como nosotros”, aseguró además durante la ceremonia en la que firmó el proyecto. En uno de sus puntos, el borrador estipula el pago de indemnizaciones a las comunidades indígenas afectadas por la restricción en el uso de sus tierras. También otorga autonomía a los pueblos originarios para que desarrollen por su cuenta las actividades mineras.