Euforia verde, el “Green New Deal”

Euforia verde, el “Green New Deal”

Entre los proyectos de la Unión Europea (UE), ninguno destaca tanto como el Green New Deal (Nuevo Pacto Verde, GND). En los últimos años, el bloque comunitario, acostumbrado a la gestión de los refugiados, la defensa, los derechos laborales o el pacto fiscal, se ha encaminado al cuidado de la ecología y apuesta por una revolución verde para erigirse como el referente mundial en la lucha por el cambio climático. Si la UE confirma su compromiso con esta temática, el resto de planes e intereses deberán subordinarse a este GND.

Esto es así porque el ambicioso Pacto Verde afectará a la totalidad de las áreas del bloque, los gobiernos y los países. Se verán tocadas no solo la producción de energía y la política energética, sino también el mercado común, la política tributaria, la movilidad y el comercio, entre otros. Posiblemente todo ello arroje como saldo mayor tensión y rispideces de las que ya existen hoy al interior de la organización continental.

El objetivo marcado es la neutralidad climática” para el año 2050, lo que implica una mutación en la economía y en el modo de vida de los europeos para las próximas tres décadas. Algunos gobiernos califican al GND como el proyecto del siglo”, ya que con este gigantesco plan la UE se convertiría en la pionera en la lucha por la supervivencia del planeta.

Ahora bien, una cosa es el compromiso y las ambiciones políticas, y otra distinta es la concreción y el cumplimiento efectivo del plan. Probablemente este impulso de sostenibilidad ambiental dejará en evidencias las aguas divisorias y diferencias políticas entre los socios comunitarios.

Entre las diferencias que ya aparecen con fuerza está la del debate sobre cómo se distribuirá la carga de la potencial reducción de emisiones.

Así, los primeros pasos a dar según las fuentes de la Comisión Europea, con sede en Bruselas, serán las reducciones de emisiones en el sector del transporte y la movilidad, la agricultura y la industria pesada. Esto afectaría principalmente a los usuarios de coches y a los productores de alimentos, es decir, ciudadanos de a pie. Paradójicamente, algunas de las medidas que se barajan no afectarían a las impopulares centrales de carbón.

Grietas y tensiones

Hay una grieta entre los países de matriz en los servicios, que tienden a defender objetivos climáticos más exigentes, mientras que países fuertemente industrializados (como Alemania e Italia) tienen reparos con el proyecto de forma global. No es casual que países con una poderosa industria automovilística intenten poner palos en las ruedas, ya que el GND pone en jaque a su sistema productivo.

Aunque goza de amplio consenso, el ansiado objetivo de la neutralidad climática” está hoy lejos de alcanzarse. El discurso y la intención están presentes, pero los verdaderos conflictos que desataría este pacto ecológico saldrían a la luz, eclipsando esta euforia verde, apenas se concretice.

Recientemente la Comisión Europea, el poder ejecutivo colegiado de la organización continental, propuso como objetivo la reducción de emisiones de entre el 50% y 55% para 2030. Llamativamente, hasta el momento no han sido los países del Este (los viejos integrantes de la Unión Soviética, los últimos en sumarse al proceso de integración) quienes se han resistido, sino los poderosos Alemania e Italia, fundadores del Mercado Común Europeo original, tras la segunda Guerra Mundial.

¿Están dispuestos los ciudadanos y los políticos de países que son las locomotoras industriales y las primeras economías a dar más apoyo a los países del Sur y del Este del continente para que puedan cumplir sus objetivos sin resentirse en lo económico? La realidad marca que, en un escenario de cambio hacia la neutralidad climática”, algunos países tendrán costes más elevados y significativos que otros.

Como ejemplo de las discusiones que se vienen puede servir la actual disputa por la distribución del Fondo de Transición Justa, de más de 7.000 millones de euros, que tiene como fin el apoyo a las regiones más afectadas por la transformación energética.

La crisis del coronavirus encontró a las instituciones europeas desplegando como bandera este compromiso ecológico. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, parece convencida de alcanzar los objetivos medioambientales, mientras la industria automovilística de su país -Alemania- recibe un doble golpe: la pandemia del Covid-19 y la costosa reconversión hacia los coches eléctricos.

El medioambiente, prioridad

Este Green New Deal vendrá con dilemas y pondrá a Europa ante un gran reto, y el futuro es incierto. Pero una encuesta difundida recientemente muestra que el 50% de la opinión pública alemana cree que la prioridad de su Gobierno debe ser la política climática, incluso por delante de gestión de las consecuencias de la crisis de la pandemia (39%). Recién atrás de esas preocupaciones aparecen la defensa del Estado de derecho, el fomento de la digitalización, la futura relación con Reino Unido tras el Brexit, entre otros.

La principal garantía es esa: el compromiso y la conciencia social de la población civil. Sería útil recordarlo en un momento en que nuestro medioambiente local, las Sierras Chicas, arden y destruyen todo un ecosistema.

Salir de la versión móvil