Joe Biden lo venía anunciando desde hace tiempo. En un artículo que publicó en Foreign Affairs en 2020 ya hablaba de una política exterior cuasi realista, cimentada en valores, internacionalista, diferente de la de Trump, pero también de la de Obama y, lo más llamativo, con especial énfasis y conexión con la política doméstica. El secretario de Estado de EEUU, Antony J. Blinken, ha vuelto a confirmar esa tendencia en un discurso sobre una política exterior para el pueblo americano”. Expuso ocho temas urgentes, que tienen en común un impacto directo en los ciudadanos: el covid-19, la crisis económica, el tema migratorio, la importancia de los socios y aliados, la lucha contra el cambio climático, el liderazgo tecnológico y la relación con China.
Pero ¿qué es una política exterior para la clase media? La política exterior y lo que en EEUU se entiende como seguridad nacional” se han asociado desde el siglo pasado con la alta política mundial, con las grandes cumbres internacionales y los conflictos; ha evocado imágenes de armas nucleares, de cascos azules y de esferas de influencias. El adjetivo internacional”, íntimamente relacionado con la política exterior y la seguridad nacional, las ligaba casi exclusivamente con lo que pasaba más allá de las fronteras nacionales. Pero hoy en día encierran mucho más. Imágenes más cercanas nos hablan de campos de refugiados, de inmigrantes, de luchas internas y del deshielo de los casquetes polares; de los sistemas de vigilancia y de control para identificar potenciales amenazas y comportamientos sospechosos, y las consecuencias políticas, económicas y sociales de la globalización. Entender la manera en la que las decisiones de política exterior afectan a los ciudadanos, directa e indirectamente, es tan importante como complicado.
Para Blinken, una política exterior adecuada será aquella que vaya a mejorar la vida de los estadounidenses, que la haga un poco más segura, algo más próspera y esperanzadora, y en la que el aspecto económico es crucial. Se trata, por tanto, de equilibrar las prioridades de política exterior preguntándose cuáles de los retos y amenazas afectan al modo de vida de los ciudadanos, a su día a día. No quiere ser un simple eslogan, pero tampoco es tarea fácil. El primer escollo es reconectar a los ciudadanos con la política exterior. En las últimas dos décadas, la clase media estadounidense ha tenido que hacer frente a un crecimiento de la competencia, a la revolución en las tecnologías de la información, a costosas y frustrantes guerras en el extranjero. Los puestos de trabajo y las remuneraciones han sufrido, así como las inversiones y las finanzas públicas, y la confianza en el gobierno y en las instituciones.
Una buena salud de la clase media es un prerrequisito para la fortaleza y la estabilidad. Sin una amplia y vital clase media, EEUU se arriesga, por tanto, a una creciente desigualdad económica, que pone en cuestión el valor como líder en los asuntos del mundo. Es justo pensar que eso es exactamente lo que Donald Trump quiso hacer, aunque no consiguió dar con la solución correcta. No hay que olvidar que el ex presidente cambió de manera radical el debate sobre el comercio, la globalización, China, la soberanía nacional, lo que significa ser parte de una alianza y de organismos internacionales, y todo ello resonó entre los ciudadanos, y sobre todo en las zonas rurales desconectadas de la clase política de Washington. El problema de la actual Administración es demostrar que, a pesar de que son problemas totalmente legítimos, la solución no es ni el nacionalismo económico ni el aislacionismo. ¿Cómo demostrar a las clases medias que se benefician de las alianzas, de un sistema económico internacional libre, de unos mercados de capitales globales flexibles, y del desarrollo económico y la estabilidad en el resto del mundo?
Aquí radica la principal dificultad: en su implementación teniendo en cuenta los numerosos ámbitos que hay que considerar, desde la política industrial, la apuesta por los sectores estratégicos, las telecomunicaciones, la sanidad, la inteligencia artificial, hasta las inversiones en todos estos sectores teniendo en cuenta la competencia con China.
Luego está la otra cara de la moneda: cómo demostrar a los aliados que esta política exterior para la clase media no va en contra de los esfuerzos de Washington por reconstruir los lazos con sus socios. Una política de este tipo sugiere que EEUU no necesariamente asumirá su liderazgo tradicional, porque protegerá en primer lugar a sus consumidores, a sus empresas y a sus trabajadores.
Qué significa la política exterior para los trabajadores y las familias, qué hacer en el mundo para ser más fuertes en casa, y qué hacer en casa para ser fuertes en el mundo no son preguntas sencillas, y tampoco lo son las respuestas, ni siquiera para la Administración Biden.