En un reciente estudio del Observatorio Astronómico de Córdoba y CONICET se ha propuesto una teoría innovadora sobre el papel de los agujeros negros primordiales (PBH) en la formación de galaxias en el universo temprano. Este avance, facilitado por el telescopio espacial James Webb, está desafiando las teorías actuales y podría ofrecer respuestas a algunos de los misterios más profundos del cosmos.
Desde el origen del universo en el Big Bang, los agujeros negros han capturado la fascinación de los científicos. Aunque los agujeros negros supermasivos en el centro de las galaxias son bien conocidos, los PBH, que son mucho más antiguos y esquivos, han sido menos comprendidos. Los PBH podrían desempeñar un papel crucial en explicar la existencia de galaxias más masivas de lo esperado en las primeras etapas del universo.
El estudio, publicado por UNCiencia de la Universidad Nacional de Córdoba y redactado por Victoria Rubinstein, analiza cómo los PBH podrían resolver una discrepancia en el modelo cosmológico estándar ΛCDM (Lambda Cold Dark Matter), que predice cómo deberían formarse las estructuras galácticas en el universo en expansión. Las observaciones del telescopio James Webb revelan galaxias más grandes y compactas de lo anticipado, desafiando este modelo.
Simulaciones con impacto
El equipo de investigación llevó a cabo simulaciones utilizando el código SWIFT para modelar dos escenarios del universo: uno basado en el modelo ΛCDM tradicional y otro que incorpora PBH como un 0.5% de la materia oscura. Los resultados mostraron que los PBH podrían explicar la abundancia observada de galaxias masivas a altos desplazamientos al rojo, algo que el modelo estándar no logra sin suposiciones poco realistas sobre la formación estelar.
Patricio Colazo, autor principal del estudio, explicó: «Imaginemos al universo como un niño al que hemos observado crecer desde los 10, 11, 12 años hasta su edad actual, gracias a los instrumentos de los que disponíamos. Con esta información, podemos teorizar cómo era a los 8 o 9 años. Sin embargo, con la llegada de este nuevo telescopio, pudimos ver que, a los 8 y 9, el universo había evolucionado más de lo que anticipábamos. Nuestra investigación se asemeja a introducir una ‘vitamina de crecimiento’ en forma de pequeños agujeros negros primordiales (PBH) en las primeras etapas, como en su primer año de vida. De esta manera, logramos que el universo simulado a los 8 y 9 años tuviera un crecimiento similar al que observamos, sin alterar los años venideros. Es como si el universo hubiera dado un estirón de repente».
«Este trabajo, además, sugiere que los PBH podrían no sólo explicar la presencia de estas galaxias, sino también actuar como semillas para los agujeros negros supermasivos que observamos en el universo, logrando solucionar al mismo tiempo dos problemáticas del modelo actual», agregó.
Implicaciones y nuevas vías de investigación
El descubrimiento sugiere que los PBH no solo podrían explicar la formación temprana de galaxias, sino también actuar como los precursores de los agujeros negros supermasivos que vemos hoy en día. Esto representa un avance significativo en la cosmología, ofreciendo una solución a dos problemas persistentes del modelo actual.
El telescopio James Webb ha sido fundamental en este avance, proporcionando imágenes y datos de una claridad sin precedentes que permiten a los científicos explorar el universo en sus primeras etapas. Con estas nuevas herramientas, la comunidad científica está reevaluando muchas de las suposiciones fundamentales sobre la evolución del cosmos.
Este estudio subraya cómo la investigación en cosmología está evolucionando rápidamente y cómo conceptos que alguna vez se consideraron marginales, como los agujeros negros primordiales, pueden ofrecer respuestas a problemas persistentes en nuestra comprensión del universo. La investigación futura podría abrir nuevas vías para explorar el impacto de los PBH en la formación y evolución de las estructuras cósmicas.