A un año de la guerra en Ucrania

Por Gonzalo Fiore

A un año de la guerra en Ucrania

Al momento de lanzar la invasión a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, Putin dio una larga justificación con motivos históricos y políticos, remontándose no sólo a la URSS sino a los tiempos del Imperio Ruso, e, incluso, al Rus de Kiev, para afirmar por qué los territorios que pretendía anexar corresponden a Rusia. En aquel momento, los servicios de inteligencia de los Estados Unidos aseguraron que Kiev “caería en 36 horas”. Esto, a la luz de los hechos, finalmente no fue así.

Se cumple un año del inicio del conflicto tal y como lo conocemos hoy, y entonces, ¿cuál es el estado de situación en Ucrania?

Es importante remarcar que el conflicto en Ucrania se trata de la primera gran guerra del siglo XXI con alcance global, al mismo tiempo que, en lo militar, y con todas las particularidades de la era moderna, en lo básico se parece bastante a las guerras de trincheras del siglo XX. Si hay que hacer alguna comparación, es con los conflictos previos a la Primera Guerra Mundial.

A comienzos de esta semana, Joe Biden se reunió con el presidente ucraniano Volodomir Zelenski en Kiev, cuando Ucrania declaraba la alerta aérea en todo el país y denunciaba ataques con fósforo incendiario en la ciudad de Jersón. Al mismo tiempo, el secretario de Estado de la Casa Blanca, Anthony Blinken, viajó a Beijing para reunirse con el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, en un momento donde Washington se muestra “preocupado” respecto de que ante una “escalada militar”, China envíe armas al Kremlin. Ante esto, Wang se mostró terminantemente en contra, afirmando que su país siempre estuvo “del lado de la paz y el diálogo”, y que de ninguna manera se involucraría con ayudas militares. Desde el comienzo del conflicto Beijing se niega a sancionar a Rusia, al mismo tiempo que no la apoya de forma expresa (algo que tampoco podría hacer abiertamente, en parte, debido a sus propios problemas territoriales).

Zelenski admite que la situación es difícil, pero que su país «sigue peleando». Por ahora se sostiene gracias a sus soldados, pero sobre todo a las ayudas occidentales, que incluyen no sólo dinero sino también armas, tanques, municiones, y, en algunos casos, hasta mercenarios. Por eso, en parte, la guerra no duró tres días como esperaba el Kremlin, pero tampoco se llegó a un acuerdo de paz rápido, como hubiera deseado gran parte de la coalición occidental o los chinos. Dadas las circunstancias, es probable que el conflicto continue durante 2023.

La gran pregunta es hasta cuándo la OTAN seguirá aportando a Ucrania, y en qué medida se involucrarán terceros Estados. El Kremlin dice que la misión de la Unión Europea en Armenia busca expulsar a Rusia de la región, y Bielorrusia sigue amagando con enviar tropas. El bloque occidental apoya sin mayores cuestionamientos, aunque hay cada vez más voces que piden una negociación pacifica urgente y detener el envío de dinero y de material bélico. Zelenski dice que lo enviado no alcanza y pide, por lo menos, 500 tanques más.

El presidente ucraniano mantuvo reuniones de alto impacto en las últimas semanas, además de con Biden, también se encontró con Emmanuel Macron en Paris y con Rishi Sunak en Londres. El ucraniano les dijo que abrir un canal de diálogo con Putin sería una pérdida de tiempo, y les pidió reforzar las ayudas militares y económicas a su país. A día de hoy, si alguien parece estar interesado en que el conflicto armado continúe es el propio Zelenski. El mandatario entiende que la lucha contra el enemigo externo le asegura no sólo el apoyo del bloque occidental sino también de gran parte de sus propios ciudadanos, que no eran seguidores suyos antes de la invasión.

El apoyo occidental contribuye a que la guerra continue y se haya transformado en un conflicto de largo aliento, donde ganará quien pueda sostenerse a largo plazo con las menores perdidas posibles. Sin embargo, es muy difícil creer que los cuestionamientos internos en los países occidentales no crecerán en medio de un contexto de inflación y crisis.

Más allá de los juegos geopolíticos que disputan las distintas potencias, la arista humanitaria de la guerra es insoslayable: tras cumplirse un año del inicio, van más de 280.000 soldados muertos de ambos bandos, y más de 30.000 civiles asesinados. De acuerdo con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ya hay más de 850.000 desplazados forzosos y mas de tres millones de ucranianos necesitados de ayuda humanitaria urgente.

Mientras el conflicto continue y se profundice, esta situación se agravará aún más, sumado a la crisis económica que desató no sólo en la región, sino en un mundo que ya venía golpeado por la pandemia.

Las sanciones occidentales contra Rusia, que, aunque no dieron el resultado deseado (es decir, no provocaron que los rusos se levanten contra su gobierno) se mantendrán, e incluso se profundizarán.

Dicen que en una guerra nadie gana realmente, y, mucho menos, los civiles de los países enfrentados, lo que sucede desde hace un año en Ucrania es un gran ejemplo de ello.

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