La encarnación del nuevo sueño americano

En una ciudad acostumbrada a los excesos del capital, a los millonarios en helicóptero y a los homeless que duermen a la sombra de los rascacielos, emerge un nombre que parece un error de guión: Zohran Kwame Mamdani.

La encarnación del nuevo sueño americano

Madmani es un socialista musulman de 34 años que acaba de convertirse en el nuevo alcalde de Nueva York. Zohran es la mismísima encarnación del «sueño americano» y el emergente de una sociedad que está cambiando profundamente.

Nacido en Kampala, hijo de un intelectual africano y de una cineasta india, fue criado entre Sudáfrica y Queens. Mamdani representa una fractura: la grieta que se abre dentro del Partido Demócrata entre el progresismo radical y el establishment liberal.

Su biografía parece una novela del siglo XXI. Su padre, Mahmood Mamdani, es uno de los grandes teóricos poscoloniales del mundo anglófono; su madre, Mira Nair, dirigió Salaam Bombay! y El buen nombre. Zohran, formado en Bowdoin College en Estudios Africanos, eligió un camino menos cinematográfico y más combativo.

Fue organizador de base, trabajó como asesor de inquilinos, y en 2020 ganó una banca en la Asamblea del Estado de Nueva York. Desde allí comenzó a construir su figura con un tono casi pedagógico: cada proyecto de ley, cada discurso, era una clase sobre desigualdad estructural.

Su mirada parte de una premisa simple y, por eso mismo, revolucionaria: la ciudad no puede seguir siendo gobernada como una empresa. En una época donde los alcaldes suelen presentarse como CEOs del espacio urbano -tecnócratas con retórica meritocrática-, Mamdani propone exactamente lo contrario.

En su visión, Nueva York debe funcionar “como un bien común, no como una corporación con accionistas”. Por eso impulsa medidas que muchos califican de utópicas: transporte público gratuito, congelamiento de alquileres, tiendas municipales para controlar los precios de los alimentos.

Sus críticos lo acusan de ingenuidad económica, pero él responde desde la política antes que desde las planillas de Excel. Mamdani entiende la ciudad como un laboratorio de poder: el lugar donde se ensayan los límites de lo posible. Suele decir: “No estamos soñando, estamos recordando que la política fue alguna vez el arte de transformar la realidad, no de administrarla”.

Su discurso conecta con una generación precarizada, endeudada, expulsada del mercado inmobiliario. Jóvenes que viven entre trabajos temporales, que no pueden pagar la renta y que sienten que la ciudad ya no les pertenece. En ellos, Mamdani ve la base de una nueva mayoría progresista. Un socialismo de barrio, con acento neoyorquino y raíces globales.

Mamdani ha sido abiertamente crítico con Israel y simpatizante de causas palestinas, lo que le valió ataques furiosos de sectores mediáticos y políticos. Se lo acusó de antisemitismo, se lo intentó marginar y, sin embargo, su respuesta fue la serenidad de quien sabe que la historia no se juega en los titulares. Su defensa fue tan sobria como contundente: “Mi compromiso con la justicia no se detiene en las fronteras que trazan los poderosos”.

En el fondo, Mamdani no es sólo un político. Es un símbolo del relevo generacional que atraviesa a la izquierda global: hijos del sur global que crecen en las metrópolis del norte y que traen consigo una sensibilidad poscolonial, un nuevo lenguaje de justicia. Su proyecto no se limita a ganar elecciones, sino a redefinir lo que significa gobernar en el siglo del colapso: el siglo donde el capitalismo urbano ya no promete progreso, sino mera supervivencia.

Su figura provoca fascinación y temor. En Wall Street lo miran con el mismo escepticismo con que, hace una década, miraban a Alexandria Ocasio-Cortez. Para algunos, es un demagogo con estética millennial; para otros, la única esperanza de devolverle alma política a una ciudad anestesiada por el dinero.

Mamdani se mueve por Nueva York como un flâneur del Bronx, recorriendo estaciones de metro y ferias de inmigrantes, hablando en un tono que mezcla la ironía neoyorquina con la gravedad de un profeta moderno. No es carismático en el sentido clásico, pero es coherente. No promete libertad para los mercados, sino libertad de los mercados. En tiempos donde hasta la izquierda teme pronunciar la palabra “socialismo”, él la lleva tatuada en la voz.

Nueva York, el laboratorio del neoliberalismo urbano, podría convertirse en su gestión en el primer experimento socialista del siglo XXI en suelo estadounidense. Y sería, justamente, bajo la mirada serena de un hijo de Uganda, nieto del poscolonialismo y heredero de todas las migraciones. En una era donde la política parece condenada a repetir lo mismo con distintos rostros, Mamdani propone volver a creer que lo imposible puede gobernar.

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