El 22 de noviembre el candidato de extrema derecha arrasó en las elecciones parlamentarias en Países Bajos. En los meses previos a las elecciones, la certeza de un cambio significativo se cernía sobre la escena política. Con la decisión de 40 diputados, representando una cuarta parte de la Tweede Kamer (Cámara Baja), de retirarse de la política nacional, y la sorprendente noticia de que tres de los cuatro líderes de la coalición conservadora también abandonarían sus cargos, la incertidumbre estaba en el aire.
En medio de este maremágnum de cambios, emerge como el gran vencedor el político de extrema derecha Geert Wilders -que lleva 25 años como miembro del Parlamento- del Partido por la Libertad (PPV), con una postura fuertemente anti musulmana, contrario a la Unión Europea (UE) y con un discurso marcadamente populista de ultraderecha.
El primer ministro húngaro, Viktor Orban; la dirigente francesa de extrema derecha Marine Le Pen; y el líder de Vox, Santiago Abascal, entre otros populistas, han celebrado la victoria de Wilders.
No obstante, no deja de llamar la atención que ésto haya sucedido en Países Bajos, un Estado con fuerte tradición inclusiva y respetuosa de las diversidades étnicas, sexuales y religiosas, además de un elevado nivel de vida.
El principal escollo que tiene Wilders es la especie de cordón político sanitario que armó el resto de la dirigencia política de Países Bajos. A imagen y semejanza de lo que hizo el arco político democrático alemán frente a la emergencia de Alternative für Deutschland (AfD), ningún espacio político de centroderecha liberal quiere pactar con los extremistas para conformar un nuevo gobierno. Wilders logró 37 de los 150 escaños del Parlamento, pero necesita 76 legisladores para ser consagrado como Primer Ministro; por lo que, al no tener la mayoría simple por sí mismo, la conformación de alianzas se vuelve compleja.
Al premier saliente, Mark Rutte, le llevó 271 días lograr concretar un acuerdo para su período de gobierno. En un principio, Wilders designó al senador de su formación, Gom van Strien, para liderar las complicadas negociaciones. Sin embargo, el político se vio obligado a dimitir, tras surgir acusaciones de fraude empresarial. Aunque reconoció que no era el comienzo que había imaginado, Wilders expresó optimismo respecto a sus posibilidades de encabezar el nuevo gobierno en el corto plazo.
Aunque Wilders moderó relativamente su discurso durante la campaña electoral, el PPV defiende la prohibición total de las mezquitas y del Corán en territorio de Países Bajos, terminar con el envío de armas a Ucrania, al mismo tiempo que impulsa un referéndum sobre la permanencia en la UE: como hizo el Reino Unido en 2016 con el Brexit, Wilders llama al suyo “Nexit”.
En su discurso, al igual que en el de otros populistas, se encuentran fuertes críticas a lo que considera “la élite política de La Haya y Bruselas”, al mismo tiempo que aboga por las fronteras cerradas y la necesidad de “pensar primero en nuestra gente”. De todas maneras, Wilders ha dicho ser consciente de que la mayoría de sus electores no están de acuerdo con la salida de la UE, y menos aún sus socios en la coalición ganadora, aunque ésto es una idea que viene repitiendo hace años.
En la misma línea que el slogan de Donald Trump “Make América Great Again” -Hacer a Estados Unidos grande de nuevo-, Wilders propuso “Devolver Holanda a los Holandeses”.
Lo cierto es que lo sucedido en Países Bajos no es para nada ajeno al resto del mundo, donde dirigentes de extrema derecha han logrado reconocimientos políticos de gran magnitud en los últimos años, especialmente a partir de 2016 y fortalecidos tras la pandemia de Covid-19.
Los acontecimientos políticos plantean serias preocupaciones sobre el auge de la ultraderecha y la negación de la multiculturalidad en un país conocido por su tradición inclusiva y respetuosa de la diversidad. La sorpresa se intensifica al considerar el elevado nivel de vida y la histórica apertura de la sociedad neerlandesa. La formación de un cordón político sanitario por parte de los partidos de centroderecha liberal para evitar alianzas con la ultraderecha indica la percepción generalizada de que las posturas extremistas de Wilders son incompatibles con los valores fundamentales de la democracia y la convivencia. La contradicción entre la tradición inclusiva de Países Bajos y la emergencia de una fuerza política de extrema derecha plantea la pregunta crucial: ¿qué motivaciones subyacen en la elección de una opción populista y anti-multicultural? Este fenómeno sorprendente lleva a reflexionar sobre los factores sociales, económicos y culturales que podrían estar impulsando a los ciudadanos neerlandeses hacia posturas políticas que desafían la esencia misma de su sociedad tolerante y diversa.
En un mundo cada vez más interconectado, la victoria de Wilders resuena como una señal preocupante del crecimiento de la ultraderecha y la negación de la multiculturalidad, no sólo en Países Bajos, sino también en el contexto europeo y global mucho más amplio.