Los 1000 días de una guerra sin fin

Por Gonzalo Fiore

Los 1000 días de una guerra sin fin

A exactos 1000 días del comienzo de la guerra en Ucrania, la principal preocupación de la comunidad internacional pasa hoy por el uso de armas nucleares. Ante el inminente cambio de Administración en los Estados Unidos, el gobierno de Kiev está preocupado de que Washington les quite gran parte de su apoyo. El presidente entrante, Donald Trump, ya aseguró que terminará con la guerra “inmediatamente”, y su buena sintonía con el ruso Vladimir Putin hace pensar que se aproxima un escenario positivo para el Kremlin.

El actual panorama internacional está marcado por una tensión creciente debido a las decisiones de un gobierno en retirada, como el de Joe Biden, que sigue tomando medidas de gran trascendencia. La reciente utilización de los misiles MGM-140 ATACMS por parte de Ucrania para atacar objetivos en Rusia representa un paso significativo en el conflicto, que podría desencadenar una escalada peligrosa. Al tratarse de una decisión tomada por una administración en su etapa final, plantea serios interrogantes sobre la legitimidad y las consecuencias de comprometer la seguridad global de manera tan directa. Hasta ahora, Washington había evitado permitir el uso de estos misiles en suelo ruso.

Esto se suma, además, al anuncio de la Casa Blanca de que le permitirá a Ucrania utilizar minas antipersona, ya que estas armas están prohibidas por numerosos países, incluido el Reino Unido. A pesar de que la política estadounidense ha cambiado para adaptarse a las tácticas rusas en el campo de batalla, el gobierno británico se ha mantenido firme en su postura y ha reiterado que su apoyo a Ucrania está alineado con la Convención de Ottawa, que prohíbe el uso de minas terrestres. El secretario de Defensa saliente de EE.UU., Lloyd Austin, explicó que la decisión se toma debido a que las tropas rusas están liderando los combates a pie, lo que hace que Ucrania necesite armas que puedan ralentizar estos avances.

El Kremlin, en su respuesta a estos ataques, ha dejado claro que no descarta el uso de armas nucleares como parte de su estrategia. Moscú decidió cambiar su protocolo respecto del uso de arsenal atómico. Antes sólo establecía usarlo en respuesta a un ataque de este tipo, pero ahora puede ser también en caso de una ofensiva con armas convencionales. La situación actual refleja la gravedad de una guerra que se podría intensificar aún más, y muchos se preguntan si la Casa Blanca está jugando con fuego en un momento tan crítico. Si bien figuras como el propio hijo del presidente entrante, Donald Trump Jr., y su futuro secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., critican abiertamente el enfoque de la administración Biden, sugiriendo que este tipo de decisiones dejará a la nueva administración con una «mega guerra», también hay quienes temen que el legado del presidente demócrata sea recordado por el caos y las decisiones erráticas en política exterior.

Ucrania había solicitado poder usar estos misiles dentro de Rusia, argumentando que limitar su uso era como pelear con una mano atada. La decisión de EE.UU. parece estar influenciada por la llegada de tropas norcoreanas a Rusia, pero sobre todo, el temor de que Trump revierta el apoyo a Ucrania, y la intención de fortalecer la posición ucraniana en posibles futuras negociaciones de paz. Los misiles Atacms tienen un alcance de hasta 300 km y son lanzados desde sistemas como el HIMARS o M270. Son efectivos para atacar blancos estratégicos, como bases militares y estructuras clave, y tienen un costo de alrededor de 1.5 millones de dólares cada uno. Si bien los misiles Atacms no cambiarán decisivamente el curso de la guerra, podrían aumentar el costo para Rusia y complicar sus líneas de suministro. Sin embargo, los recursos limitados de misiles pueden restringir su eficacia prolongada.

A la vez, el uso de misiles de largo alcance podría incentivar a otros países, como el Reino Unido y Francia, a permitir el uso de misiles Storm Shadow de similar capacidad. Esto podría ampliar el apoyo militar a Ucrania y aumentar la presión sobre Rusia. Todo esto dejaría a Kiev en una mejor posición para negociar en caso de que Trump decida quitarle gran parte de su apoyo en el tiempo que viene.

La autorización de EE.UU. para que Ucrania ataque dentro de Rusia podría aumentar las tensiones con Moscú, que ha advertido sobre las «líneas rojas» en este tipo de intervenciones, considerando que el uso de armas occidentales podría ser interpretado como una participación directa de la OTAN en la guerra. La medida se toma en un momento cercano al regreso de Trump a la Casa Blanca, quien ha criticado el apoyo militar a Ucrania y ha expresado su intención de poner fin al conflicto rápidamente, lo que genera incertidumbre en el liderazgo ucraniano respecto de si continuará esta política.

La retórica del Kremlin y de Kiev, sumado a las acciones en el terreno sugieren que estamos ante un punto de no retorno, donde las decisiones tomadas en los últimos meses podrían tener repercusiones a largo plazo en la estabilidad internacional. Las implicaciones de este conflicto trascienden las fronteras de Ucrania, afectando directamente las relaciones internacionales y la seguridad global. En este contexto, queda por ver cómo responderá la administración que suceda a Biden, y si tendrá la capacidad de mitigar la creciente amenaza bélica o si, por el contrario, se encontrará atrapada en un conflicto de proporciones aún mayores.

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