Medio Oriente al borde del abismo

Por Gonzalo Fiore

Medio Oriente al borde del abismo

El pasado martes, Irán lanzó un ataque con decenas de misiles contra Israel, provocando alarmas en todo el país y llevando a las autoridades a instar a la población a refugiarse. El sistema de defensa Domo de Hierro logró interceptar gran parte de los proyectiles, aunque se registraron explosiones en ciudades como Tel Aviv y Jerusalén, sin víctimas fatales. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró que Irán «cometió un gran error» y advirtió que enfrentará las consecuencias, mientras que las fuerzas iraníes, lideradas por el general Mohamed Bagheri, respondieron con amenazas de más ataques si Israel continuaba sus represalias. Este ataque se produce en un contexto de escalada de tensiones, tras la reciente invasión israelí en el sur de Líbano, enfocada en desmantelar las capacidades de la milicia Hezbollah, aliada de Irán. Mientras tanto, la situación en la región ha llevado a una creciente preocupación internacional, con un aumento en el precio del petróleo y llamados a un alto el fuego por parte de Estados Unidos y la ONU.

La reciente operación militar de Israel contra Hezbollah había tenido como objetivo eliminar a Hassan Nasrallah y otros altos mandos del grupo chiita. Según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), al menos 20 líderes resultaron asesinados en un ataque dirigido a un búnker en Dahieh, Beirut. Aunque el grupo terrorista no confirmó todas las bajas, reconoció la muerte de Nasrallah y varios comandantes clave, incluido el jefe del consejo de seguridad. La FDI indicó que el ataque se planificó meticulosamente y se ejecutó durante una reunión crucial de Hezbollah, subrayando la capacidad de Israel para neutralizar amenazas.

En respuesta, Hezbollah lanzó cohetes hacia el norte de Israel, provocando más bombardeos israelíes en Líbano y un número significativo de bajas civiles. Esta situación desencadenó una crisis humanitaria, con la posibilidad de que hasta un millón de personas se vean desplazadas, y miles cruzaron hacia Siria. Israel intensificó esfuerzos para eliminar enemigos en Medio Oriente, centrándose en los hutíes de Yemen, un grupo chiita aliado de Irán y Hamás. Al bombardear posiciones hutíes, Israel reafirmó que no existen límites geográficos para sus operaciones militares en defensa de su seguridad. Este conflicto resalta la complejidad de la situación en la región y sus amplias implicaciones.

Los hutíes, que controlan aproximadamente el 30% de Yemen, surgieron en la década de 1990 como respuesta a la opresión de los chiitas y establecieron un régimen fundamentalista. Parte del «eje de resistencia» liderado por Irán, este grupo recibió entrenamiento de Hezbollah y enfrenta acusaciones de recibir armas iraníes. Con un fuerte control en el norte de Yemen y capacidades militares avanzadas, los hutíes llevaron a cabo ataques recientes contra barcos en el Mar Rojo. A pesar de los ataques de Israel y Estados Unidos, mantuvieron una postura desafiante, prometiendo continuar su lucha contra lo que consideran enemigos de la nación islámica. La situación refleja la creciente complejidad del conflicto en la región y la interconexión entre los diversos actores involucrados.

En el contexto de actores extranjeros, la posición de Estados Unidos resulta conocida, aunque, debido al año electoral, Washington se muestra algo más reticente a ofrecer apoyo incondicional a Tel Aviv. Por su parte, tanto China como Rusia manifestaron históricamente simpatía por la causa palestina, especialmente desde la guerra en Gaza, asumiendo el papel de mediadores en el conflicto con Israel. China respaldó a los palestinos como parte de su narrativa antioccidental, mientras que Rusia navegó entre sus relaciones con Israel y su apoyo a los palestinos desde la era soviética. Ambos países buscan aumentar su influencia internacional y contrarrestar el dominio de Estados Unidos en la región.

China se presenta como un mediador responsable, mientras que Rusia utiliza el conflicto para desviar la atención de la guerra en Ucrania y mejorar su imagen en el mundo árabe. A pesar de compartir ciertos objetivos, sus métodos resultan distintos: China busca estabilidad y un Estado palestino influyente, mientras que Rusia se beneficia de la inestabilidad, manteniendo su relevancia en el conflicto sin intentar realmente resolverlo.

Por su parte, el primer ministro interino de Líbano, Najib Mikati, anunció la intención de desplegar el ejército en el sur del país para aplicar la Resolución 1701 de la ONU, buscando crear una nueva línea de seguridad al sur del río Litani y desmilitarizar el área controlada por Hezbollah. Adoptada en 2006 tras un conflicto entre Israel y Hezbollah, la resolución busca la retirada de las tropas israelíes y el despliegue del ejército libanés y fuerzas de la ONU en el sur de Líbano, aunque la implementación resulta parcial. Mikati destacó que el río Litani serviría como nueva línea de seguridad para evitar enfrentamientos directos con Israel y restaurar la estabilidad en la frontera.

Además, reveló que la elección de un nuevo presidente en Líbano, necesaria tras casi dos años de vacante, se llevará a cabo una vez se afiance un alto el fuego sostenido. La violencia reciente dejó más de 1.000 muertos y 6.000 heridos en Líbano, con un millón de personas desplazadas. Israel continúa realizando operaciones limitadas contra la infraestructura de Hezbollah, y el clima de tensión en la frontera se intensificó tras la muerte de altos mandos del grupo chiita. La situación en Líbano también se ve influenciada por la intervención de actores internacionales, como Estados Unidos y Francia, en la búsqueda de un alto el fuego y la estabilización de la región.

La reciente escalada de hostilidades entre Israel y Hezbollah, junto a la inestabilidad provocada por actores como los hutíes, subraya no solo la interconexión de los conflictos, sino también la urgente necesidad de una solución duradera. La intervención de potencias extranjeras, como Estados Unidos, China y Rusia, añade otra capa de complicación a una situación que, si bien es profundamente arraigada, demanda un enfoque renovado y concertado para evitar que el abismo se convierta en una tragedia aún mayor. La búsqueda de paz y estabilidad es esencial, no solo para los países involucrados, sino para el futuro de toda la región.

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