Un ciclón devastó Libia, dejando más de 3.000 muertos y 10.000 personas desaparecidas, lo que representa una tragedia adicional para un país que ha estado sumido en el caos absoluto desde 2011, cuando un grupo de milicianos respaldados por la Otan asesinó a Muhammar el Khadafi.
La catástrofe natural se produjo en Derna, una ciudad ubicada al este del país, actualmente dividido en dos gobiernos antagónicos. Egipto, Túnez, Argelia, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos enviarán ayuda humanitaria para paliar los efectos del desastre. Ambos gobiernos agradecieron a la comunidad internacional, aunque sólo uno de ellos es reconocido mundialmente.
El país no logra salir del desgobierno y la anarquía en la que ingresó tras el asesinato de Khadafi y el comienzo de la guerra civil.
A pesar de ser, en un 90%, desierto, Libia es un país con grandes recursos naturales, sobre todo gas y petroleo. La composición étnica y tribal de Libia es el resultado de un proceso histórico de migraciones que se remonta alrededor del 8.000 aC, y hasta el día de hoy sigue siendo un factor determinante en la realidad política y social de esta nación africana extremadamente compleja, compuesta por más de 140 tribus con influencia. Gobernar el país siempre implicó gobernar estas tribus.
Khadafi entendió esto mejor que nadie y se mantuvo en el poder durante 40 años. Sin embargo, su régimen también estuvo marcado por violaciones a los Derechos Humanos, persecuciones y asesinatos de opositores.
En un momento, Londres favoreció una monarquía respaldada por Arabia Saudita, que gobernó el país desde su «independencia» en 1951, promoviendo los intereses económicos y militares británicos, mientras la población libia apenas se beneficiaba de la explotación de gas y petróleo, que comenzó en 1963.
Antes de la llegada de Khadafi al poder, el acceso a la educación era limitado, con solo 16 graduados universitarios, apenas dos abogados y ningún médico, ingeniero, topógrafo o farmacéutico de origen libio en el país. Sólo el 6,25% de la población podía leer y escribir. Cuando Khadafi derrocó a la monarquía y asumió el poder, en 1969, a los 27 años, implementó reformas significativas, que incluyeron acceso gratuito al agua, educación y atención médica. Además, nacionalizó la industria petrolera, y destinó recursos a la construcción de infraestructura, hospitales, escuelas y universidades públicas.
De acuerdo con datos de la Unesco, en 2011, año de la caída de Khadafi, Libia tenía una tasa de alfabetización del 86,1%, con una tasa de alfabetización masculina del 93,85%, aunque la tasa femenina era inferior, llegando al 77,8%. En contraste, en 1969, la tasa de alfabetización era sólo del 5%.
Bajo el gobierno de Khadafi, si un libio tenía tierras para la agricultura, el gobierno le otorgaba créditos y apoyo en forma de maquinaria, semillas y asesoramiento. La vivienda era considerada un derecho humano y los recién casados recibían un bono equivalente a 50.000 dólares para comprar una casa.
Desde 2011, el conflicto en Libia ha resultado en más de 10.000 muertos, y ha forzado a cerca de un millón de personas a convertirse en migrantes, refugiados o exiliados.
Después de la caída de Khadafi -al día siguiente- el presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustapha Abdel Jalil, se proclamó a sí mismo presidente, con el objetivo de convocar nuevas elecciones. Sus primeras medidas incluyeron la adopción de la “sharía” como base de la Constitución y del sistema legal, lo que resultó en la restauración de la poligamia y la prohibición del divorcio. Este cambio en la dirección política desencadenó una guerra civil que condujo a la desintegración del país.
La muerte de Khadafi no marcó el final de los problemas, sino que, por el contrario, las diversas milicias tribales, religiosas y regionales tenían -y tienen- visiones divergentes sobre cómo debería ser el nuevo gobierno, lo que hizo que la unificación fuera imposible.
Las exportaciones de petróleo se han reducido en un 90%, y el país ha perdido alrededor de 300.000 millones de dólares en su PBI en la última década. Lo que solía ser el país más estable y desarrollado de África se ha convertido en un Estado fallido, que no puede garantizar servicios básicos como salud, educación y seguridad para sus ciudadanos, ni estabilizar el control territorial.
Actualmente, el país se encuentra dividido en dos, con un gobierno en el este y otro en el oeste. En el oeste se encuentra el gobierno presidido por el primer ministro de unidad, Abdul Hamid Dbeibé, el único reconocido internacionalmente y ubicado en Trípoli. En el este, el primer ministro es Ossama Hamad. Ambos gobiernos están aliados a distintos grupos armados. Ambos gobiernos, supuestamente, dicen estar encargados de llevar a cabo una política de «reunificación nacional» para restablecer la normalidad, aunque esto parece cada vez más distante.
Otro “éxito” de la Otan.