El pasado domingo se celebraron elecciones en Honduras. El hecho saliente de la jornada fue que la candidata de la izquierda, Xiomara Castro, fue electa presidenta. Castro fue primera dama del país durante la presidencia de quien sigue siendo su marido, Manuel Zelaya. El ex mandatario fue depuesto por un golpe de Estado el 28 de julio del año 2009: se trató de un golpe militar al estilo clásico, y, aunque fue denunciado por aquel entonces por líderes de la región como Hugo Chávez, Lula Da Silva o Cristina Kirchner, recibió el apoyo de la Casa Blanca. Washington posteriormente impuso a presidentes títeres, como Porfirio Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández. Tanto Zelaya como Castro debieron exiliarse debido a que pesaban sobre ellos varias causas judiciales.
Ahora, la izquierda, finalmente, volvió al gobierno de Honduras y por amplio margen. Con una participación de más del 68% del padrón electoral, la candidata del partido Libertad y Refundación (Libre), le ganó por más de 20% de diferencia al oficialista Nasry Asfura, del Partido Nacional y actual alcalde de Tegucigalpa.
En su momento, Zelaya había sido muy resistido por los sectores más conservadores debido a una serie de alianzas con los países del entonces denominado “eje bolivariano”. De hecho, había ingresado a su país en el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), y se había alineado con la Venezuela de Chávez.
Al mismo tiempo, impulsaba un referéndum para decidir sobre una reforma de la Constitución hondureña, además de un programa de reformas para reparto de la riqueza en un país donde esta se encuentra extremadamente concentrada en pocas manos. Tras regresar al país, Mel Zelaya fundó el Frente Nacional de Resistencia Popular, donde había logrado contener a todos los sectores de izquierda y progresistas de Honduras. Esto resultó el antecesor del partido Libre, que logró llevar a su esposa a la Presidencia. Por muchos hondureños el triunfo de Castro también es visto como una reivindicación del legado de Zelaya.
Lo cierto es que los gobiernos que sucedieron al golpe del 2009 no están bien considerados, y fueron sostenidos en el tiempo a través de elecciones poco transparentes. Gran parte de la droga que ingresa a los EEUU tiene como país de paso a Honduras. Los vínculos del poder con el negocio de las drogas ilegales no son pocos. Gran parte de los hondureños acusan al poder político de turno de haber convertido al país en un “narco Estado”.
Incluso el hermano del actual presidente Hernández, Tony, se encuentra en EEUU cumpliendo una pena de cadena perpetua por narcotráfico. El mismo Presidente, Juan Orlando Hernández, está siendo investigado en los EEUU por narcotráfico, y en su futuro podría enfrentar un pedido de extradición a ese país para ser juzgado. El hijo de Lobo Sosa también está detenido en los Estados Unidos a causa de delitos del mismo tipo.
La campaña presidencial estuvo signada por unos niveles de “violencia inquietantes” de acuerdo con Naciones Unidas. Se produjeron más de 30 asesinatos con motivaciones políticas durante 2021. Honduras tiene grandes problemas, uno de ellos es la de la migración hacia otros países, especialmente EEUU; cerca del 22% del PBI hondureño proviene de las remesas enviadas por migrantes residiendo en ese país. Durante 2021, cerca de la mitad de los más de 700.000 migrantes detenidos en la frontera suroeste de los EEUU, de acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, eran hondureños.
Las cifras que muestra el gobierno tampoco son para nada auspiciosas: el desempleo supera el 10% mientras que el subempleo el 70%. Más de 3 millones de hondureños enfrenta inseguridad alimentaria, mientras que el país está endeudado en el 57% de su PBI. Durante 2020, hubo 700.000 pobres nuevos. Todo este combo será uno de los grandes desafíos de la izquierda tras su regreso al gobierno.
Honduras es el segundo país más pobre de América Latina. Los desafíos que enfrentará Xiomara Castro son muchos, de gran complejidad, y muy difícil resolución. En lo que respecta a la geopolítica, será importante ver si, efectivamente, Castro cumple con su programa de gobierno y establece relaciones diplomáticas con la República Popular China. Honduras es, todavía, uno de los pocos países latinoamericanos que reconoce a Taiwán.
Esto cambiará, seguramente, en el corto plazo. En medio de la disputa comercial, política, económica y tecnológica del gigante asiático con los EEUU, el pequeño país centroamericano puede llegar a revestir cierta importancia para Beijing. La movilización popular, la lucha y la organización dieron sus frutos, y la izquierda logró volver al poder en Honduras. Un poco más moderada, con una alianza aún más amplia, y más robusta que cuando gobernó su marido, Xiomara Castro deberá hacerse cargo de un panorama calamitoso. La primera presidenta mujer de la historia de Honduras y su frente electoral necesitarán estar a la altura de las circunstancias.