Gonzalo Fiore
Especial para HDC
En Europa, los productores rurales han salido a protestar en varias naciones de la Unión Europea (UE), destacando particularmente en Francia y Alemania, pero también en Rumania, Polonia, Lituania, Grecia y Bruselas. Aunque decisiones a nivel nacional, como la eliminación de los subsidios al gasóleo agrícola en Alemania, han actuado como desencadenantes, la preocupación en el sector ha aumentado debido a problemas a nivel comunitario, como el exceso de normativas medioambientales y acuerdos comerciales que permiten la entrada de productos que no cumplen con las mismas normas que los europeos.
Los agricultores expresan su descontento con los precios recibidos, que a menudo son inferiores a los costos de producción. En Alemania, las protestas se intensifican antes de una votación parlamentaria sobre recortes al diésel agrícola. A pesar de una propuesta de la coalición semáforo para mejorar la situación agrícola, los agricultores rechazan congelar sus demandas. Los gobiernos regionales respaldan a los agricultores, otorgando concesiones más amplias que el gobierno central. En Francia, los agricultores están descontentos con la falta de atención del gobierno a sus demandas y las medidas anunciadas generan respuestas mixtas, con algunos satisfechos y otros considerándolas insuficientes. La Coordinación Rural anuncia que sus tractores seguirán en las carreteras debido a la percepción de insuficiencia en las medidas.
Los agricultores europeos emitieron una advertencia el 31 de enero de 2024, destacando que impulsar el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur en medio de las protestas generalizadas en varios Estados miembros sería considerado como «una nueva provocación». En una carta dirigida a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el Comité de Organizaciones Agrarias y Cooperativas Comunitarias (Copa-Cogeca) subrayó la necesidad de respuestas inmediatas a las preocupaciones expresadas por miles de agricultores que han manifestado su angustia durante varios meses.
Los agricultores recalcaron que el acuerdo con Mercosur es inaceptable para la mayoría de los agricultores de la UE y advirtieron que cualquier impulso continuo para su implementación sería percibido como una nueva provocación, aumentando el rechazo de la comunidad agrícola a las decisiones de la Comisión Europea.
Además, los agricultores solicitan la introducción de umbrales de importación para productos agrícolas sujetos a liberalización comercial, basados en los promedios anuales o trimestrales de 2021 y 2022. Esta advertencia se produce en medio de las protestas de agricultores en varios países de la UE, incluyendo Alemania, Polonia, Rumania, Bélgica, España y, especialmente, Francia, que exigen cambios en la política agrícola.
En el caso particular de Francia, el 30 de enero pasado, el primer ministro más joven de la historia del país, Gabriel Attal, ofreció un discurso ante la Asamblea Nacional delineando las líneas generales de sus políticas. En su intervención, abogó por la implementación de una «excepción agrícola» para salvaguardar el sector agrícola, sin proporcionar detalles específicos sobre este mecanismo. Este anuncio se produce en medio de un marcado descontento por parte de los trabajadores agrícolas, quienes han estado bloqueando importantes vías en el país durante más de una semana. La propuesta inicial de retirar las subvenciones al combustible, que posteriormente fue revertida por París, generó la indignación de los agricultores y se sumó a otras quejas. Attal enfatizó la importancia del trabajo, los servicios públicos, la autoridad y el medio ambiente como temas prioritarios en su agenda durante su exposición.
Curiosamente, el novelista francés más famoso y controvertido del siglo XXI, Michel Houellebecq, anticipó esta situación en su novela de 2019, Serotonina. El protagonista de la historia es Florent-Claude Labrouste, un consultor del ministerio de Agricultura cuya personalidad evoca a la de Houellebecq, un antiguo ingeniero agrícola con profundo conocimiento del ámbito rural. En esta narrativa, el autor examina la incomodidad experimentada por agricultores y ganaderos, empleando datos precisos para ofrecer una visión detallada de una profesión que se enfrenta a múltiples desafíos. Se destaca especialmente un fragmento que aborda las exportaciones de Argentina, una temática relevante en momentos en que agricultores de toda Francia expresan su rechazo al acuerdo entre la UE y los países del Mercosur. Estos manifestantes acusan a estos últimos de distorsionar la competencia e imponer productos de calidad inferior. El narrador dice: «En pocas palabras, lo que está ocurriendo ahora con la agricultura en Francia, es un enorme plan social, el plan social más grande del momento, pero es un plan social secreto e invisible, en el que la gente desaparece individualmente, en su rincón”.
Las revueltas agropecuarias en Europa han alcanzado un punto critico, con agricultores de diversas naciones de la UE expresando su descontento y protestando contra decisiones gubernamentales y políticas comunitarias. Los ruralistas incluso llegaron a bloquear el Parlamento Europeo, en Bruselas, tirando excrementos, huevos, quemando vehículos rurales y mostrando su repudio a las políticas europeas al respecto. El malestar se intensifica por preocupaciones que van más allá de las cuestiones nacionales, abarcando el exceso de normativas medioambientales y los acuerdos comerciales que afectan la competitividad del sector. La advertencia emitida por los agricultores europeos respecto al acuerdo comercial entre la UE y Mercosur refleja la magnitud de la tensión, subrayando la necesidad urgente de abordar las preocupaciones del sector agrícola. A medida que los gobiernos responden a las demandas, queda claro que la implementación de soluciones efectivas es crucial para evitar un deterioro continuo de la situación y asegurar la sostenibilidad y competitividad del sector agrícola en Europa.