¿Vuelve el laborismo inglés?

¿Vuelve el laborismo inglés?

El primer ministro británico, Rishi Sunak, decidió unas convocar elecciones generales anticipadas que, casi todos en Westminster y en el resto del Reino Unido, creen que no tiene chances de ganar. La decisión, dicen algunos, es una apuesta arriesgada, pero pronto se sabrá si fue una jugada maestra para solidificar su liderazgo endeble, o un error que le ponga fin a 14 años de gobierno conservador en el poder.

Ahora se larga una muy intensa campaña de seis semanas donde, de acuerdo con todas las encuestas, es altamente probable que resulte ganador el Partido Laborista, liderados por Keir Starmer. Los comicios se celebrarán el próximo 4 de julio y, según los sondeos, los laboristas adelantan a los “tories” por más de 20 puntos. Por lo que podría ser una victoria similar a la de Tony Blair en 1997.

Sin embargo, ideológicamente hoy los laboristas parecen estar nuevamente recuperando gran parte de su pasado progresista y de izquierda, cada vez más lejos del neoliberalismo del “New Labour” de Blair. Starmer es un abogado de centro izquierda, que adquirió notoriedad a comienzos de la década de los 90, cuando representó a dos activistas ecológicos que se enfrentaron al poder de McDonald’s. Posteriormente, se especializó en casos contenciosos de derechos humanos, siempre luchando por los desfavorecidos. Los conservadores lo acusan de “defender terroristas”, mientras que sus partidarios y colaboradores más cercanos dicen de él que llegó a la política para “defender a los inquilinos, no a los propietarios”. No obstante, se muestra contrario al giro más a la izquierda que experimentó el partido bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn, que protagonizó la derrota más grande del partido en casi un siglo en las elecciones de 2019. Starmer nunca criticó abiertamente a Corbyn, sobre todo, para no perder el apoyo de sus seguidores más radicalizados, pero siempre se mostró más moderado y de centro, especialmente en lo que respecta a cierto discurso más pro europeo. A diferencia de Corbyn, su eventual política exterior sería bastante más cercan a la Unión Europea y pro Israel, lo que genera algunos ruidos hacia adentro del partido.

El abogado logró algo que parecía imposible hasta hace algunos meses: unir a las distintas facciones laboristas bajo un liderazgo de cara a las elecciones generales. En algunos aspectos, tiene una agenda bastante más a la izquierda que los últimos dos primeros ministros laboristas, con quien mantiene buenos contactos, Blair y Gordon Brown. Starmer prometió que, si es elegido, construirá 1,5 millones de nuevas viviendas en cinco años, incluso en la franja verde, un tema local controvertido que puede impactar negativamente en parte de su capital político con los votantes de clase media alta. A su vez, asumió el compromiso de descarbonizar toda la red eléctrica de Gran Bretaña para 2030, algo que suena tan audaz que parece casi imposible de cumplir. Por ahora, el mensaje de campaña es tan simple como efectivo: que es hora de un cambio, después de 14 años de “caos tory”.

El Reino Unido es una monarquía parlamentaria, es decir, se eligen los asientos para el Parlamento, más precisamente para la Casa de los Comunes. Quien más asientos obtiene es quien más posibilidades tiene de formar gobierno, aunque, oficialmente, debe ser designado por el Rey, quien invitará formalmente al líder del partido ganador. La Casa de los Comunes está conformada por 650 miembros, y los términos son de cinco años. Desde la salida de Boris Johnson, en 2022, los conservadores no lograron construir un liderazgo que se sostenga en el tiempo y pueda resolver los problemas del país. Con Sunak, que había sido su ministro de Finanzas, parecía que esto podía llegar a cambiar, pero no fue capaz de construir poder político ni mejorar la economía en un contexto nacional e internacional cada vez más complejo.

Los laboristas no ganan una elección general desde 2005, en 2010, triunfó David Cameron, y desde entonces se sucedieron Theresa May, Boris Johnson, la brevísima Lizz Truss, y, por ahora, Sunak. El país nunca se recuperó de la crisis desatada tras el Brexit, agravada luego por la pandemia, por las tasas altas de inflación y por la guerra en Ucrania. Los problemas estructurales que enfrenta el país aparentan ser bastante complejos de resolver.

En principio, el discurso laborista, centrado en la necesidad de resolver los problemas económicos y de vivienda de los sectores populares, contrasta fuertemente con el de los tories, centrados en el rechazo a la inmigración africana y proveniente de Medio Oriente. Todo indica que el largo ciclo conservador, más largo -pero también más turbulento- que el de Margaret Thatcher en los 80 está llegando a su fin. El laborismo deberá estar a la altura de la historia y, sobre todo, de las expectativas de los británicos que buscan volver a ser una sociedad aunque sea un poco más igualitaria.

 

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