Entre el 2012 y el 2016 tuve la fortuna de coordinar la refundación de un lugar que había sido creado en la década del 80´del siglo XX, para promover actividades socio culturales y recreativas para personas mayores. Cuando recién llegué, este lugar estaba en un momento crítico de su vida ya que el paso del tiempo no había colaborado con esos objetivos fundacionales, y de a poco su misión se fue desvirtuando. Sin embargo, a la distancia, nos fue posible vislumbrar (y digo NOS, porque fuimos muchos quienes trabajamos en la refundación) una tenue luz roja que titilaba cuan lucero lejano, lo que indicaba que había vida, a pesar de los muchos intentos por negarla.
Había vida.
De repente, como quien desempolva un tocadisco Winco de 1920, la púa comenzó a girar y la música inundó el lugar. Atraídas por la encantadora melodía, las personas no paraban de llegar. La luz era tan fuerte que iluminaba cual “batiseñal” a todos los barrios de la Ciudad.
Fue así como conocí a Marta.
Cierro los ojos y me imagino cantando
Salacadula Chalchicomula
Bibidi Babidi Bu.
Siete palabras de magia que son:
Bibidi Babidi Bu.
Fui la dueña de la varita mágica del hada Madrina de Cenicienta. Junto a un gran equipo de personas empezamos a crear un nuevo mundo. No sin tropiezos, no sin llantos, no sin dolor, no sin decepción, no sin tomar decisiones odiosas. Sin embargo, había algo que se imponía por sobre cada obstáculo. Por sobre cada desafío.
¿Un ferviente deseo por compartir con otros y otras?
¿Un profundo anhelo por seguir conectados a la vida?
Quizá, tal vez, ¿la innegociable certeza de que la edad no es el límite?
¡Rondas, círculos plagados de música, de palabras, de historias, talentos, experiencias, bailes y arte inundaban el lugar! No cabía un alfiler. Hasta aquí, nada muy diferente a esas sensaciones que emanan cuando vamos al encuentro, disponibles para desplegar nuestra intrínseca capacidad de disfrutar.
Sin embargo, había algo que todavía necesitaba tiempo para ser desempolvado. Parte de esa luz que jamás dejó de titilar, aún necesitaba tiempo. Tiempo de encuentros. Tiempo de diálogos. Tiempo de ponerle palabras a lo innombrable.
Y fue así como conocí a Marta.
Florencia Páez Molina; comunicadora social, investigadora del Conicet, talentosa egresada de la escuela Domingo Zípoli y una extraordinaria persona era, en ese momento, en aquel lugar, quien coordinaba el taller HISTORIAS DE VIDA; un espacio en el que una veintena de mujeres mayores se reunían a deconstruir sus propias creencias. Un trabajo profundo, sostenido, comprometido, desempolvó el viejismo y la violencia de género. Por aquel entonces aún no era tan habitual hablar de violencia de género y mucho menos de viejismo. Sin embargo, en ese ámbito seguro, de respeto, sin juicios, las mujeres pudieron reconocer la violencia a la que habían sido funcionales muchos, muchos, muchos años.
El 8 de marzo de 2015 ellas, junto a miles de mujeres de todas las edades se sumaron a la primera marcha NI UNA MENOS de nuestra provincia. Verlas caminar tomadas del brazo fue una bella e inolvidable interpelación. No marchaban con furia, sino más bien con compasión. Con la compasión que sólo es posible cuando reconocemos que no estamos exentos de ser víctimas de nuestra propia violencia.
Y fue así como conocí a Marta.
En el año 2014 se desata la guerra Ruso-Ucraniana que persiste en nuestros días.
La vida compensa.
Por cada cachetada, un abrazo. Por cada insulto, una poesía. Por cada grito, un arrullo. Por cada enojo, un pedido asertivo. Por cada acto de discriminación, un acto de amor.
“Sol, con las viejas estamos trabajando sobre nuestras propias violencias. Sobre esas guerras cotidianas que no nos permiten estar en paz. Reconocernos como víctimas es más sencillo que reconocernos como victimarias”, expresó Flor. Y siguió: “sabemos que las guerras no son más que la imposibilidad de las personas para reconocerse como seres capaces de amar y ser amados. Sin distinciones, sin diferencias. Desde el Paradigma del Cuidado”.
Si Flor, las guerras no son solo aquellas que se libran en Rusia, Ucrania, Franja de Gaza o Israel. Las guerras son también aquellas que, atravesadas por juicios, inhiben la posibilidad humana de conectar con los demás desde nuestra propia vulnerabilidad.
Y fue así como conocí a Marta.
El arte, la música, el encuentro, la infinita creatividad de las personas que aman mediaron cuan remedio, cuan ungüento, cuan caricia de vieja bruja chamana. Curandera, sabia, de manos ajadas de cuidar la vida.
Marta escribió la primera, la segunda, la tercera estrofa. Dibujó una melodía para abrazar, una canción infinita. Y la cantaron aquellos corazones que saben, que intuyen, que sienten que el camino de la vida es un camino infinito de oportunidades, un camino plagado de cuidado, de amor. “Donde hay cuidado no hay miedo, hay paz. Donde hay paz hay amor. Porque quien cuida ama y quien ama, cuida”, reza una de mis frases preferidas del libro “La Ética del Cuidado”, de Leonardo Boff.
Flor nos presentó a Marta, a Marta Gómez y a su canción infinita “Para La Guerra Nada”. Marta es una increíble cantante colombiana portadora de una voz y un talento que abrazan. Marta nos presentó su canción infinita y las viejas escribieron parte de sus estrofas.
Esta es la canción que suena una y otra vez en mi viejo tocadiscos, en el estéreo del auto, en el silbido del que barre la vereda, en el tarareo inconsciente del que espera el colectivo, en las charlas de dos amigas, en los pasos que camino:
Para el día, muchas sonrisas caminando a la par
Para la noche, suaves caricias a quien se atrevió a volar
Para usted, querida señora, un abrazo y mi amistad
Para aquel que aún se enoja, un poquito de piedad.
Para la guerra, nada.
Para mis nietos, una abuela que aún quiera recordar
Para mi hijos, una madre que les diga la verdad.
Para mi esposo, un recuerdo que no tenga que ocultar
Para mi propia niña interna, esta vieja que soy hoy, feliz de disfrutar.
Para la guerra nada, para la paz, todo.
Queridos todos y todas. De ahora en más, la melodía es también de ustedes. Deseo que puedan multiplicar todo lo compartido siempre, siempre, desde el amor. Y si alguna vez, tentados por el ego y el enojo, desempolvan esa palabra, esa creencia, esa acción violenta; chispa suficiente para encender la guerra, cuenten hasta cinco, respiren profundo, inhalen, exhalen, cambien la vista del punto. Y, escuchen a Marta. Su voz, su melodía, su canción que es de todos los traerán de regreso.
PARA LA GUERRA, NADA. PARA LA PAZ, TODO. ¡FELIZ NAVIDAD!
Por Sol Rodríguez Maiztegui, comunicadora Social, Gerontóloga y Creadora de la Comunidad de El Club de la Porota.
https://youtu.be/NMHBaejD4rQ?si=S6BXAEEw8E9Fsifh
VIVO con Adriana Morellato: ¿Cómo prepararnos para Vivir, Sentir y Disfrutar?
El próximo Lunes 23 de diciembre a las 19hs. EN VIVO por la cuentas de Instagram de @elclubdelaporota e @invierteenti.yoga Sol Rodríguez Maiztegui entrevistará a Adriana Morelatto, una referente en la promoción del bienestar en las personas.
Adriana no solo es una mujer mayor, también es una persona con un largo recorrido en el autoconocimiento y el yoga. En el encuentro dialogarán sobre las Fiestas, el Sentimiento de Soledad No deseada y en ¿cómo prepararnos para vivir, sentir, disfrutar las fechas que se avecinan? ¡Esperamos que te sumes y nos acompañes!