La vejez y el susurro de la poesía

Club de la Porota

La vejez y el susurro de la poesía

Me gusta pensar, soñar, sentir en la piel, en las invisibles hebras de un cuerpo que se confunde con la nada, que El Club de la Porota es una poesía. ¿Qué es la poesía?, ¿son las palabras, las lenguas, quienes las esbozan?, ¿son esos instantes en donde nos fundimos en mundo de los sin tiempos?, ¿por qué no pierden su vigencia?, ¿deberían perderla?

Me emociona sentir que hay personas que se van animando a comprender que este espacio no sólo narra, explica, reflexiona, cuenta. También es arte. Y al arte no hace falta entenderlo. El arte se lee con los ojos cerrados. Se siente. El Gringo Ramia es un artista de la palabra; con la propia y con la ajena. El Gringo teje, reúne tejedores, nos entrama. Y en ese juego único, en su propio arte, emerge esta Porota de hoy. Un día después de conmemorarse el 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía.

Apostamos a tejer una trama, hilvanando hilos que nos permitan construir una red de personas que nos contenga. Es por eso que siempre buscamos abrir nuevas puertas, explorar caminos, aires y paisajes. Con este espíritu convocamos a tres inmensos poetas cordobeses para que nos conviden de las poesías que a ellos y ellas los conmueve. Pablo Carrizo, Camila García Reyna y Gastón Malgieri nos abren sus universos y extienden una invitación a escuchar otras voces, otros cantos para este gran susurro poético que es envejecer.

Porota.

El cuerpo

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tontería, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de lo prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

Emma Barrandéguy

Sobre el poema «El cuerpo», de Ema Barrandéguy

Propongo este poema de Emma Barrandéguy, porque es una mirada tierna y aguda sobre la experiencia corporal de personas que atraviesan la vejez. Porque abre interrogantes sobre la sexualidad, la sensualidad y el candor del amor como una imposibilidad siempre posible.

Emma Barrandéguy (1914-2006) fue una enorme poeta argentina, que se movió por bordes y viaductos de la escritura con una mirada punzante y a la vez delicada. Una voz diversa que busca su tránsito y sus estaciones en los pliegues de su condición de mujer.

Pablo Carrizo

***

Ninguna necesidad de saber escribir
ni de saber calcular
me basta con conocer
las direcciones
coger el hongo
que preserva el fuego
inmortal
yo llevo mi bastón de palabras
y me dirijo a las estrellas
me siento para reposar mis pies
sé estar sola para escuchar
las auroras boreales
me contoneo
entre el azul del azul
de una noche que adormece
mi abuelo el oso
el horizonte estará allí
esperándome
y me conducirá al río
a la corriente
engañosa a veces
por fin llego
a la tierra que espera
mi llegada

Joéphine Bacon

Sobre el poema de Joséphine Bacon

Comparto la poesía de Joséphine Bacon (1947) por diferentes y fascinantes motivos. Uno de ellos es que Joséphine es una poeta que comienza a escribir a los 60 años porque una persona amiga la sueña escribiendo y se lo comunica. Otro, es que su poesía, vital, es un diálogo con los cuatro puntos cardinales de su paisaje natal, su identidad nómada que ha tenido que confinarse en una reserva natural por los «avances» de la «civilización». En sus poemas la tundra de los Innu, las auroras boreales, las estrellas y el canto de los antepasados, la compañía del caribú, el salmón, el lobo, el cuervo, el águila, el bosque, la nieve, encarnan con Papakassik, el amo de los animales terrestres, una experiencia de resistencia contra la colonización y la explotación de los recursos naturales en su territorio. Durante años, ha trabajado con ancianos para conservar las lenguas maternas y las tradiciones ancestrales, y con jóvenes artistas indígenas para fomentar la creación artística.

Hay más motivos pero prefiero que los descubran ustedes.

Camila García Reyna

***

Más vieja

Cuánto más vieja me pongo, más me siento
casi hermosa- no mi cara, una cara común,
puritana, sino mi cuerpo. Y tendré
cincuenta, pronto, mi cuerpo
se marchita, huesudo, y me gusta su
rugosidad plateada, la piel que se afina,
la superficie de un lago rizada por el viento, un espectro
arrugado, un pliegue de humo. Sin embargo
cuando miro hacia abajo puedo ver, a veces,
cosas que, si las viera una mujer joven, la harían
gritar como en una película de terror,
quedo convertida en bruja en un instante—si me inclino
lo suficiente, puedo ver la piel fina
de mi estómago frunciéndose
y colgando en pequeños picos, como yeso fresco.
Y sin embargo puedo imaginarme a los ochenta, hecha
enteramente, por fuera, de eso,
y haciendo el amor con la misma dignidad
animal, el túnel todavía igual
al interior de una bráctea color frambuesa.
De pronto me veo joven a mí misma
al lado de esa octogenaria, me veo
como su hija, mi carne suelta y drapeada
muestra los ángulos largos de estos extraños
huesos como las manijas de utensilios de cocina hechos en el cielo.
Cuando era más joven, me veía a mí misma,
a veces, como el tosco dibujo de una hembra—
los pechos, el destello de las caderas de los años 40—
pero este grisáceo ser abollado es confortable como
una vieja prenda favorita, es casi
amable, ahora, para mí. Por supuesto, es
el amor de él el que estoy viendo, el trabajo de su pulgar
sobre este centavo de la suerte —cinco veces
cinco años en su bolsillo. Quizás
aún si me muriera, él no me vería fea.
A veces, ahora, bailo
como humo chato sobre una chimenea.
A veces, ahora, creo que vivo
en el lugar donde se hace la bebida solemne, salvaje
de acabar, no estoy todo el día acabando,
pero vivo todo el día en el lugar donde eso se hace.

Sharon Olds.

Sobre el poema “Más vieja”, de Sharon Olds

A Sharon Olds (1942) la elijo, en primer lugar, porque es una de mis poetas favoritas. Y en segundo lugar porque hay algo en su poesía que tiene que ver con dos temas que a mí me parecen centrales, incluso cuando escribo, que son la cotidianidad (entendida como ese micromundo donde hay algo fascinante y terrorífico a la vez) y el cuerpo. En este poema en particular hay una reivindicación de lo corporal, en términos del pliegue, de los «avejentado», en contra de ese trono social de lo jóven, lo terso. Es una autora que tiene la maestría de convertir lo cotidiano en un universo que, aunque personal, permite a las y los lectores espejarse.

Gastón Malgieri

 

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