Crudos y filosos son los veintinueve cuentos del libro “El día más largo del invierno”, publicado, desde Villa María, por Apócrifa Editorial. Su autor se llama Hernán Cuello, psicopedagogo y docente y este es su segundo libro.
Mi primer contacto fue auditivo, en la presentación realizada en el Espacio Barón Biza de la Feria del libro reciente. Cuello -a pesar de los ruidos atmosféricos del lugar- lee con tranquilidad. Pareciera trabajar más el silencio que se encuentra entre las palabras que las mismas palabras. Modula de manera atrapante y manifiesta con su voz un relato seguro, conciso.
Ya con el libro entre manos, la portada en negro y blanco transmite algo de la negrura que el lector va a encontrar apenas comience a recorrer los cuentos.
Quiero decir con esto, el impecable tratamiento entre la imagen del objeto libro y su contenido literario. Una vez dentro, los relatos no poseen la cadencia de su voz y se amoldan al habla personal, pero la voz propia resuena en cada frase y, por oleadas, asistimos a un ritmo corto y lapidario, como si una piedra golpeara nuestros ojos sin ninguna compasión.
No hace falta decir en qué región de la literatura nos encontramos, sin embargo, creo necesario darle una pista al lector/a. Y sin ansias de clasificar o reducir, diría que estamos ante un tipo de “realismo sucio” de corte regional.
Más cercano al cubano Pedro Juan Gutiérrez que a Carver o Bukowski. El primer cuento que abre el libro, “En mi barrio”, sienta las bases de ese aspecto regional referido. Una escritura barrial que enriquece, por su autenticidad, el campo literario.
Ese primer cuento es un poco modelo de todos los demás, tanto en estilo como en la reiterada forma de conclusión, con un remate directo a la mandíbula. La tensión que logra en tan breve espacio manifiesta, a su vez, una crítica social instalada ya hace tiempo en nuestra provincia, con las llamadas “marcha de la gorra”. Ahora bien, lo interesante de Cuello, es que logra abordar un tema de compromiso social con una distancia correcta: ni se involucra como autor ni enfría lo que no tiene que enfriarse. Muchos de los cuentos poseen esa temperatura justa.
Creo que esa distancia emotiva es la que vuelve los cuentos de “El día más largo del invierno” un acierto.
En “Los bucles de mamá”, uno de los cuentos potentes, Cuello realiza un trabajo escritural interesante. Comienza con un diálogo de niños. Ágil y, al mismo tiempo, intercalado por la sombra del temor al reto de una madre que no está, pero llegará. Una vez creado el clima de complicidad y travesura, se deja por entendido en la conversación que la acción se ha realizado. Al autor le llevó solamente una página crear esta atmosfera infantil y, entonces, la segunda página se concentra en la llegada de la madre, punto de inflexión en el relato.
Peripecia, por recordar simplemente la “Poética” del maestro de Estagira. La acción gira trágicamente hacia otra latitud.
Descripta de manera descarnada y distante, la acción que transcurre está intercalada con partes en inglés de la canción “Everybody hurts” (Todo el mundo sufre) de la banda estadounidense creada en los ochenta, R.E.M.
“Suena Everybody hurts, canción que se vuelve macabra, aparece la madre con un cuchillo muy largo en su mano izquierda mientras lo va rozando contra la pared”.
Cuello vuelve a intercalar un diálogo de niños y acontece un segundo giro completamente inesperado con un desplazamiento temporal y espacial. Estamos frente a un dialogo en una comisaría. ¿Irónico? ¿Mordaz? ¿Absurdo? ¿Humor negro? Es algo de todo eso. Es un puñado de polvo del realismo sucio recogido del suelo villamariense.
Directo a los ojos, la escritura de Cuello, molesta. Y es bueno que moleste.
Y si las molestias generan problemas ya sabés: Hold on, Hold on, Hold on.