No hay que ser un brujo para darse cuenta que la opinión mayoritaria de la sociedad sobre «la Justicia» es negativa y con un descrédito inmerecido para muchos magistrados, fiscales y trabajadores que desarrollan sus trabajos con capacidad y decencia. Ocurre que una parte importante de este Poder, incluida la propia Corte Suprema, atraviesa un momento espantoso, alejado de los intereses de la gente y muy propenso a satisfacer cuestiones sectoriales y personales.
En este contexto, es grave lo que sucede en San Francisco, con el fiscal federal José María Viaut, acusado junto a un estrecho colaborador y otros cuatro particulares, de haber pedido una coima a un cooperativista de la localidad cercana de El Tío para «aliviar» una investigación que lo involucraría por un presunto fraude fiscal.
La pesquisa corresponde al juez Roque Rebak y a la fiscal María Marta Schianni de Villa María, y la denuncia fue presentada a mediados de año por la supuesta víctima, Pablo González. Con las indagatorias en marcha, el fiscal Viaut se limitó a manifestar públicamente que «son avatares de la labor que desempeña, que él no tiene nada que ver y que todo esto se va a aclarar».
Recordemos que se hicieron seis allanamientos en San Francisco, entre ellos a la Fiscalía y al domicilio del principal imputado, y que la prueba se integra además con audios y datos que serían precisos. Quienes conocen a la fiscal Schianni, aseguran que es muy prudente y que antes de hacer una puntada, se asegura de tener hilo en la aguja.
Por ahora, la imputación es por tráfico de influencias, exacciones ilegales y cohecho activo. En un intento por depurar el conventillo, la verdad es que nadie aún dio certezas sobre el monto de la supuesta coima pedida. Sin embargo, casi todos coinciden en que habría sido por muuuucha plata.
A llorar al campito
El dicho «el cuento del tío» es antiquísimo y hace referencia a una gran mentira para engañar a un ingenuo ambicioso que pica el anzuelo. El estafador le dice que se le murió un tío millonario que le dejó una impresionante herencia, pero que necesita dinero para poder viajar y cobrarla. Por supuesto, promete devolver ese préstamo con una jugosa recompensa extra. La historia termina con el victimario desaparecido con el dinero y el prestamista repleto de lágrimas.
Las versiones de este fraude criollo se remontan a los tiempos en los que un pícaro era capaz de venderle a otro una chapita dorada como si fuera un anillo de oro o vendedores que mezclaban varios billetes para sorprender a un cliente acusándolo de pagarle con billetes falsos.
A partir del año 2005, el fiscal Enrique Gavier investigó una gran cantidad de fraudes con una llamativa diversidad de ingeniosas maniobras puestas al servicio del delito. Vale recordar la megacausa del Registro de la Propiedad, con infinidad de juicios y condenas a quienes usurparon terrenos, casas y campos y estancias ajenas, cambiaron folios, extorsionaron, amenazaron, falsificaron firmas en escribanías cómplices, como así también escrituras, en un sainete de ilegalidades pocas veces visto en nuestra provincia.
Ni hablar de los «premios virtuales», con presos que increíblemente, desde el interior de cárceles como Bouwer y Cruz del Eje, llamaban telefónicamente a gente de todo el país diciéndoles que habían ganado autos, electrodomésticos y varias cosas más, pero que tenían que mandar giros de dinero para los trámites del envío. Por supuesto, no olvidamos las estafas inmobiliarias, con departamentos vendidos, cobrados total o parcialmente y jamás construidos.
Pero, lo último tiene que ver con la criptomoneda trucha Onecoin. Una estafa originada en Bulgaria y ramificada en muchos países y también en Córdoba. De lo conocido hasta ahora, habría una gran cantidad de damnificados por abultadísimas cifras en dólares. Compraron una moneda virtual inexistente y difícilmente puedan recuperar lo invertido. Como dicen los chicos, y salvo que ocurra algún milagro, pisaron el palito y ahora, ahora a llorar al campito.