La marca de Blas

El ojo de Horus

La marca de Blas

La marca de Blas

En mayo del 2018, la Cámara Tercera condenó a 15 años de prisión a Leandro Castañares, conocido también como el violador serial de La Calera”. Llegó acusado por robo, estafa y seis hechos de abuso, cinco de ellos, con acceso carnal. Según sus víctimas, las engañaba convocándolas, vía Facebook, con la mentira de un ofrecimiento laboral.

Como derivación de aquellos atroces hechos, en los próximos días, en la Cámara Octava, serán juzgados cuatro policías acusados de «encubrimiento agravado», de haberlo protegido a Castañares, ya que algunos de ellos jugaban juntos al futbol.

Los acusados trabajaban -en el momento de los abusos del violador- en las comisarías de La Calera, Saldán y Villa Allende. Ellos son Diego Busto, Daniel Vigil, Gabriel Miranda Ercoli y Lucas Gómez, el mismo policía que el 6 de agosto del año pasado disparo su arma reglamentaria y mató a Blas Correas, en uno de los «gatillos fáciles» más resonantes y tremendos de los ocurridos en Córdoba.

Gómez debería haber estado en situación pasiva y, si bien lo contrafáctico suele ser muy relativo, hoy posiblemente Blas estaría disfrutando de la plenitud de su adolescencia. De hecho, una de las causas judiciales derivadas tiene como imputada a la presidenta del Tribunal de Conducta Policial, Ana Becerra, por presunto abuso de autoridad, ya que, a pesar de estar imputado por encubrimiento, Gómez no solo seguía trabajando, sino que lo hacía en la calle y armado. Lo cierto es que, por este asesinato, posiblemente a Gómez le espera una condena a prisión perpetua; pero antes, otra condena por haber mirado para otro lado mientras Castañares violaba. Sin dudas, todo lo que ocurra llevará «la marca de Blas».

Eterno Caso Dalmasso

El asesinato de Norita Dalmasso, ocurrido el 26 de noviembre del 2006 en su casa del country de Villa Golf, de Río Cuarto, es uno de los más enigmáticos de la historia policial y judicial de las últimas décadas en Argentina. Como un flash pasaron estos casi 15 años, en los que se tejieron mil historias y coartadas, con ribetes políticos que incluso involucraban al fallecido ex gobernador De la Sota; al «perejil» Gastón Zarate; o al desfile de más de veinte personas por la escena del crimen, como, por ejemplo, del cura de la familia, quien, por pudor, tapó el cuerpo desnudo de la víctima.

Ni hablar de los fiscales que intentaron colgarse la cocarda de esclarecer un caso tan intrincado y mediático, con el que varios canales de noticias pelearon, durante mucho tiempo, el minuto a minuto con una fiereza descarnada.

Claro que, a la hora de los bifes, el sicario es tan desconocido como el hombre invisible y el único que será juzgado, como presunto autor intelectual, es el viudo Marcelo Macarrón.

Por estas horas se están definiendo los últimos preparativos del juicio, que se hará a la mayor brevedad posible con jurados populares. El tribunal estará integrado por los jueces Daniel Vaudagna, Natacha García y Gustavo Echenique Esteve. El fiscal Julio Rivero intentará sostener la acusación del último fiscal de instrucción, Luis Pizarro, quien imputó a Macarrón de homicidio calificado por el vínculo, alevosía, y precio o promesa remunerativa. Según su investigación, el acusado y Norita mantenían un matrimonio disfuncional, con la posibilidad de un divorcio. Para esta imputación, la única condena posible es la de prisión perpetua.

Si bien la bola mágica no existe, en los pasillos de los tribunales algunos vaticinios suenan lógicos y casi no admiten discusión. Hace algunos días, un joven pero avezado penalista me dijo que, por certeza o por duda, la historia por el asesinato a Norita va a terminar como aquella canción de Gustavo Cerati. En Crimen”, el inolvidable líder de Soda Stereo cantaba: «¿Qué otra cosa puedo hacer?/ si no olvido, moriré/ y otro crimen quedará,/ otro crimen quedará sin resolver”.

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