Sin dudas, la pandemia del coronavirus será inolvidable por generaciones, y hasta los niños de hoy, cuando sean ancianos, recordarán esta peste con imágenes imborrables. Fronteras adentro, los argentinos tenemos experiencias de toda clase para contar: desde el dolor y la alegría por tantos fallecidos y sobrevivientes, hasta pequeñas anécdotas cotidianas de como vivimos el encierro, los contactos virtuales, los barbijos y tantas cosas más.
Por supuesto, muchas actividades se vieron fuertemente resentidas, suspendidas y paralizadas. Sin embargo, algunos le encontraron la vuelta para continuar con sus fechorías. En el Tribunal Federal Uno terminó un juicio condenatorio para dos traficantes de drogas que, a pesar de las restricciones, se las ingeniaban para transportar drogas y comercializarlas con base en nuestra ciudad, hacia lugares de interior provincial, como Bell Ville, Frías de Santiago del Estero o Recreo en Catamarca.
En aquellos meses del 2020, de pocos viajes permitidos, Sergio Tozzini financiaba la compra de mercadería que hacían Gustavo «Pucho» Fernández y José Baigorria. Se las arreglaban para enviar el dinero y la droga por encomiendas y fletes, con servicios de «Más de Mensajería Integral» y escondiendo los paquetes de estupefacientes en tarros de pintura Tersuave de 20 litros y de electrodomésticos que eran llevados por camiones habilitados como «esenciales».
En meses difíciles, donde muchos adictos y consumidores desesperados buscaban drogas como podían, alguien pasó el dato que permitió la intervención de los teléfonos y el descubrimiento de las maniobras delictivas.
Más allá de las condenas a cuatro años de prisión, queda la anécdota de los modos que algunos narcos encontraron para mantener sus negocios. Como dijo un sabiondo de Tribunales Federales: «A los narcos, ni el bicho los paraba».
¿Le darán la domiciliaria?
A una semana de la detención de Germán Luis Kammerath Gordillo, no pocos en Tribunales mantienen su sorpresa y exclaman: “¡Quién lo hubiera dicho!”. Ocurre que la condena al ex Intendente de esta ciudad se había escurrido al olvido para casi todos, y una eventual prescripción muy posiblemente iba a pasar desapercibida como tantas cosas en esta Argentina revuelta y en la que muchos privilegios están naturalizados.
¿Qué pasó en la Corte? ¿Alguien abrió un cajón y se acordó de lo de Kammerath? La condena por «negociaciones incompatibles con la función pública» prescribía el venidero sábado 13 y por lo tanto estaba más chau que hola. Sin embargo, el nuevo tándem Rosatti-Lorenzetti dió un sorpresón y entonces el liberal-menemista-delasotista-macrista recibió una de las peores noticias de su vida.
Alojado en la enfermería de la Cárcel de Bouwer, Kammerath fue esposado por primera vez el jueves 28 de octubre al filo de la hora 23, con la orden de la jueza Inés Lucero de la Cámara Segunda del Crimen. Una comisión policial fue a buscarlo a su casa del country del Jockey. En ese encuentro cara a cara, Kammerath le llegó a preguntar a los policías lo que tenía que hacer. «Usted está detenido a partir de este momento», le dijeron. Fueron minutos de shock porque incluso uno de los agentes lo acompaño al interior de su casa para armar un bolso de ropa y hasta cuando fue al baño.
Según dicen sus defensores, Darío Vezzaro y Eduardo Gomez Caminos, Kammerath está bien de ánimo, y esperanzado en salir pronto de Bouwer. Por ello, presentarán un recurso de revisión para poder ampliar la defensa y fundamentalmente muchos certificados médicos para acreditar enfermedades que padecería, como hipertensión y diabetes, entre otras.
Kammerath cumplirá 61 años en enero próximo y se empieza a ilusionar con cumplir su condena en el confort de su hogar. Por lo pronto, en el conventillo de Tribunales ya se instaló la pregunta: ¿Le darán la domiciliaria?