Aquí no ha pasado nada

El ojo de Horus

Aquí no ha pasado nada

La reciente condena en suspenso a Fabio «la Mole» Moli por violencia de género a Marta «la Negra» Galeano, madre de sus hijos y compañera de vida durante muchos años, y con quien aún mantiene una buena relación, fue otro pequeño botón de muestra del machismo enquistado aún en un montón de sectores sociales, independientemente del tamaño de las billeteras. En su declaración exculpatoria, Mole contó que de adolescente iba a los bailes, y frecuentemente con otros jóvenes «se cagaban a trompadas». Su trabajo de albañil con su padre, sumado a la corpulencia de su físico, lo transformaron en un grandote peligroso capaz de golpear sin demasiados controles y como algo habitual y permitido. De hecho, contó que a “la Negra” la golpeó “una sola vez” en los albores del noviazgo, y que no lo volvió a hacer hasta la cachetada de revés que motivó la denuncia y juicio condenatorio, y como reacción a dichos ofensivos de la víctima: «Yo nunca te quise. Vos sabés quién es el amor de mi vida».

Pero más allá de las desavenencias personales, Moli quedó a un paso de ir a la cárcel y sin margen para repetir conductas violentas. Este caso de la Moli recibió mucha difusión por ser un ex boxeador muy conocido, similar a lo ocurrido con el ex golfista Ángel «Pato» Cabrera, quien actualmente cumple el tramo final de su condena y que, según dijo, «aprendió mucho en la prisión». Pero además, la Mole construyó un personaje que lo llevó a bailar en lo de Tinelli y a contar cuentos verdes en algunos programas de radio y televisión muy conocidos, en donde lo presentaban como un “Shrek” criollo, con mucho gancho en la «gringada» cordobesa y en una contradictoria clase media que a veces consume a raudales lo mismo que desprecia. Ahora condenado, sus amigos de la tele seguramente se olvidarán de él, y lo pasarán al archivo como suelen hacer con los caídos en desgracia. Al fin y al cabo, el éxito mediático suele ser efímero, y los amigos del medio suelen ser transitorios y por conveniencia. Obsesionados con el rating y las ventas, poco les importa si quien suma puntos es un violento, tramposo o un enfermo; claro que, cuando el éxito termina y la mano cambia, entonces el show termina y «aquí no ha pasado nada».

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