Según el Psicoanálisis el perverso no se reprime, hace lo que quiere y no siente culpa por eso. Es un psicópata que usa y descarta, que cruza los límites con extraordinaria facilidad, que somete a otros con mucha habilidad y por lo tanto tiene un perfil de personalidad muy tóxico, peligroso y dañino.
La Cámara 12 del Crimen acaba de condenar a prisión perpetua a un sujeto de 54 años, padre abusador y maltratador que hundió en el infierno a su propia familia. A su hija la comenzó a abusar cuando sólo tenía 4 años y hasta los 21, cuando ella ya no pudo seguir soportando semejante calvario y decidió terminar con su vida como única salida. Años antes había pedido auxilio a través de una amiga y días previos de la pandemia logró escaparse a Buenos Aires, pero sin recursos y abandonada, la policía la encontró y la devolvió al infierno. Desde el punto de vista jurídico, la dura condena se vincula a su responsabilidad en el suicidio de la víctima.
Pero como si fuera poco, este sujeto le suministraba psicofármacos a su mujer y a su hija y las mantenía atontadas, manipulándolas en una situación horrible que bien podría haber formado parte de la película Psicosis. Tampoco se salvó su hijo de 14 años, a quien estimulaba con películas pornográficas para incitarlo a una relación incestuosa con su propia madre, y configurando una clara corrupción de menores, afectándolo severamente en un ambiente de por sí, ya irrespirable.
De yapa, durante el juicio, hizo un poco de teatro y pretendió hacerse pasar por «loco», gritando y moviéndose de manera llamativa, simulando no entender lo que pasaba. Lejos de ayudarlo, este tiro le salió por la culata y terminó de convencer a los jueces sobre su culpabilidad. El fiscal que lo acusó, Mariano Antuña, dijo que nunca antes había visto un caso tan tremendo como este. Posiblemente el otro día, hayan condenado al Rey de los depravados.