Hace ya alrededor de 40 años, el genial cómico Alberto Olmedo popularizó el personaje del Manosanta a quien Adriana Brodsky (La Nena) adoraba y llamaba “maestro” y que terminaba sus sketchs televisivos diciendo “si no me tienen fe”. Básicamente, era una sátira criolla que mostraba cómo un inescrupuloso personaje se aprovechaba de quienes confiaban en él para curarse de alguna enfermedad o tener suerte con el dinero y con el amor.
Hace algunos días, fue confirmado el pedido de elevación a juicio que hizo el fiscal de Alta Gracia Alejandro Peralta Ottonello, quien en una minuciosa investigación puso en evidencia a Fernando Soria, un oscuro personaje disfrazado de gurú, sanador, líder espiritual y con supuestos poderes divinos, con los que engañaba a quienes creían en él, aprovechándose en todo sentido, y haciendo gala de una perversidad pocas veces vista. Afortunadamente está preso en Bouwer y será juzgado por 37 hechos de estafas, privación ilegítima de la libertad, abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado, lesiones leves calificadas por violencia de género y tenencia ilegal de armas de fuego.
Soria, de 58 años, tenía su “escuela de divina naturaleza o escuela de la divina sabiduría o fundación energías del tercer tiempo” en un predio a la vera de la ruta 5 en el ingreso a Alta Gracia. Con un carisma propio de los psicópatas, ejercía un encandilamiento y dominación casi absoluta sobre quienes buscaban en sus “poderes celestiales” soluciones mágicas para calmar angustias, enfermedades o encontrarle algún sentido a sus vidas. En ese contexto, Soria impartía clases sentado en un lugar central, con sus adeptos alrededor. Allí se hacía llamar “maestro Fer, Cristo Eliyahú Fer o maestro de los maestros”, manipulando desde ese lugar asimétrico las personalidades vulnerables de quienes lo veían un ser superior. El aporte de dinero hasta abusos sexuales a mujeres y servicios varios constituían el “retorno” por el apoyo espiritual de Soria, quien se las ingeniaba para que las mujeres víctimas de los abusos tomaran pastillas anticonceptivas y se ilusionaran con ser los vientres que engendrarían “los nuevos hijos de la luz”. Como si fuera poco, el imputado se aseguraba que antes de las relaciones las mujeres se higienizaran para librarse de la contaminación con “las energías de la tercera dimensión”. Además él elegía los lugares para los abusos en los que claramente era “un ser supremo”.
Lo cierto es que una vez más será juzgado, y posiblemente condenado, uno de estos personajes muy inteligentes, omnipotentes, sádicos, crueles y sin límites ni culpas ni remordimientos, por sus conductas dañinas en desmedro de gente que quedó atrapada en sus redes como peces sin escapatoria. Quienes le creyeron no lograron ninguna mejoría, sino todo lo contrario, en enfermedades psíquicas y físicas importantes como depresión o cáncer, entre otras. Soria prometía poderes, dones y luz divina, pero al final de la historia se supo que no había ninguna sanación y en cambio todo era un gran fraude pergeñado y llevado adelante por él. Tal como lo definieron algunos testigos, un embustero, un estafador, un manochanta.