Miedo

El ojo de Horus

Miedo

El juez de ejecución penal número dos, Cristóbal Laje Ros.

La adaptación genética de los seres vivos armó un tablero con emociones básicas entre las que se encuentra el miedo, algo así como un semáforo amarillo que nos avisa sobre un peligro del que debemos escapar o, eventualmente, defendernos peleando con lo mejor que tengamos. Existe un «miedo sano» que aparece ante situaciones reales y nos ayuda a salvarnos y sobrevivir, más allá de lo incómodo y desagradable que habitualmente resulta. Ocurre que nuestro organismo se prepara y por eso la adrenalina se multiplica, y nuestro corazón se acelera, nuestra garganta se seca, y nos sentimos acelerados y ansiosos. Pero también existe un «miedo enfermizo» que es el que se instala a partir de situaciones traumáticas anteriores, incluso con manifestaciones de pánico; entonces vivimos con un stress casi permanente, malhumorados, cansados, ensimismados y tristes.

Lamentablemente, en los tribunales de Córdoba ya son varios los casos de funcionarios judiciales denunciados, fundamentalmente por mujeres, por malos tratos y tormentos psicológicos, en situaciones que a veces suceden desde hace largo tiempo, gracias al silencio de víctimas impotentes y de cómplices indolentes e indiferentes. En tal sentido, vale recordar la situación que ocurrió en la Justicia Federal y que desembocó, a mediados del año pasado, en el alejamiento del ex juez Ignacio Vélez Funes. En el ámbito de la justicia provincial, hace algunas semanas el ex ayudante de fiscal Ernesto Morales fue condenado a 3 años de prisión condicional por ejercer violencia de género en contra de empleadas en la Unidad Judicial 21.

En cambio, mucha mejor suerte tuvo el juez de ejecución penal número dos, Cristóbal Laje Ros, quien fue sólo sancionado a pagar alrededor de $ 1.000.000 como resultado de una investigación administrativa. También le recomendaron mejorar su trato con las mujeres y personas con otras identidades sexuales. Según trascendidos, en la oficina de este juez machista y autoritario sólo trabajan mujeres «adaptadas y muy obedientes». A Laje Ros no le gusta que le hablen ni que lo molesten; aparentemente prefiere ser inaccesible y que le tengan miedo.

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