Ojo por ojo, diente por diente

Ojo por ojo, diente por diente

Hace un par semanas la Cámara Sexta presidida por el juez Pablo Brandrán, mediante un juicio abreviado acordado entre el fiscal Berger y el defensor, y del querellante, condenó a 11 años de prisión a José Vega de sólo 33 años de edad. La imputación era por homicidio agravado, porque con un arma de fuego mató a Federico Giménez de 34 años, en un tremendo hecho de violencia urbana ocurrido en el barrio Villa Bustos, el 3 de noviembre de 2022.

El episodio se inició con una pelea de puños entre dos alumnos de 14 y 16 años durante un recreo en el Ipem 136 Alfredo Palacios, lo que motivó que las autoridades convocaran inmediatamente a las familias de los menores involucrados, con el propósito de aplacar los ánimos y encausar una buena conducta en los chicos. Pero, lejos de suceder lo planeado, los mayores continuaron la pelea. Giménez muy ofuscado fue a la casa de los Vega. Allí, un tío del otro adolescente involucrado sacó un revólver y le disparó en la zona lumbar, provocándole la muerte.

Sin embargo, ya en el juicio en Tribunales Dos, los gritos y las amenazas entre los integrantes de ambas familias prosiguieron. Por un lado el condenado Vega reconoció el asesinato y expresó su arrepentimiento. Como si fuera poco, y llorando frente al Tribunal, reconoció que la violencia no lleva a ningún lado, que las diferencias se deben arreglar dialogando y que “aprendió la lección”. Pero, para sorpresa de los funcionarios judiciales, y luego de semejante admisión, una vez finalizada la audiencia casi comienza una nueva pelea entre los familiares asistentes, como si estuvieran en un campito. O sea, mientras transcurrió el juicio, “no voló una mosca”, pero ni bien salieron de la sala se transformaron y casi todo termina en otro descontrol.

Como comentó un abogado testigo de la violenta situación, definitivamente la autoridad que impone la Justicia no llega a un montón de barrios en los que por diferentes circunstancias los conflictos todavía se arreglan o desarreglan como mandaba la vieja Ley del talión: “ojo por ojo, diente por diente”.

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