Pedrito

El primer juicio con jurados populares de este año se está desarrollando en la Cámara Primera de Río Cuarto y se trata de otro bebito fallecido, muy posiblemente, por el síndrome del bebé sacudido

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El primer juicio con jurados populares de este año se está desarrollando en la Cámara Primera de Río Cuarto y se trata de otro bebito fallecido, muy posiblemente, por el síndrome del bebé sacudido. El acusado, Gonzalo Gambero de 37 años, era el padre de la víctima y podría ser condenado a prisión perpetua por homicidio calificado por el vínculo y lesiones graves calificadas reiteradas. El escabroso hecho sucedió durante la siesta del 22 de agosto del 2017 mientras la madre y querellante en este juicio, María Piñeiro, se encontraba trabajando. Allí, recibió un llamado urgente sobre el fallecimiento de Pedro en el Hospital de Río Cuarto.

Inicialmente, no se sabía que había causado el deceso ya que el pequeño no presentaba síntomas externos y gozaba de buena salud. Pero luego, los estudios médicos confirmaron la existencia de un hematoma subdural, edema cerebral y hemorragia de retina en ambos ojos.

La madre sospechó entonces de la niñera, pero la presunción de sacudones inmediatos a la muerte lo ubicaron inevitablemente a Gambero como el autor de estas lesiones mortales. Se presume que el hombre no podía dormir por el llanto del pequeño e, impulsivamente, lo zamarreó hasta matarlo. Al percibir la gravedad del hecho, él mismo lo llevó a la guardia del hospital.

La investigación judicial pasó por varias alternativas y Gambero sólo estuvo detenido durante dos meses. Su defensora, Rosa Sabena, insiste con la inocencia del imputado y siempre cuestionó la instrucción para, al menos, lograr el beneficio de la duda.

Sin embargo, las cartas parecieran estar echadas y las pericias médicas son irrefutables. Claro que será clave la interpretación que los jurados le den a la prueba que se está ofreciendo en el juicio. El caso es complejo, pero fundamentalmente muy doloroso porque, con apenas tres meses y medio, Pedrito recién se asomaba a la vida, sin saber que sería asesinado por llorar…sólo por llorar.

Destapando la olla

Cuando el fiscal Guillermo González comenzó a investigar la primera denuncia sobre la venta de certificados truchos de bomberos para que comercios y negocios pudieran obtener las habilitaciones de seguridad, no se debe haber imaginado que estaba como un gato, manoteando una pelota de lana que rápidamente iba a desenredarse haciendo firuletes asombrosos, y exponiendo a una impresionante cadena de corrupción que llegaba, incluso, al ex subejefe de Policía, Gustavo Folli Pedetta.

En los próximos días, varios de los, hasta ahora, 10 imputados y detenidos recuperarán la libertad cuando se cumplan los 60 días de las prisiones preventivas ordenadas por el fiscal. Sin embargo, la situación de Folli es muy comprometida y agravada, además, por una denuncia de violencia de genero.

La acusación de asociación ilícita se robustece a medida que se incorporan nuevas pruebas y se descubren “kioskos”, lo que permite anticipar que habría más involucrados y detenidos en los tiempos venideros. La investigación se sigue profundizando, incluso con ex funcionarios municipales y comerciantes que habrían incurrido en el delito de cohecho al haber pagado coimas sabiendo lo que hacían. Pero, además, se estarían encontrando nuevas líneas de presuntos delitos vinculados con el funcionamiento de boliches nocturnos, o el otorgamiento de diferentes carnets.
Queda claro que nadie está descubriendo la pólvora y que irregularidades de esta naturaleza estarían ocurriendo desde tiempos inmemoriales, aunque casi siempre en las sombras y silenciadas por complicidades sabiamente estimuladas. La detención el año pasado del inspector municipal Hector Jayo, dueño de un Mercedes Benz descapotable, tal vez sea un botón de muestra de lo que se pueda descubrir más adelante.

En el ámbito de la investigación están satisfechos con la colaboración de las autoridades municipales, y son conscientes además que recién están en una primera etapa de esta causa judicial. Como habitualmente se dice en la calle, recién están destapando la olla.

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