Un monstruo disfrazado de ángel

El ojo de Horus

Un monstruo disfrazado de ángel

Un monstruo disfrazado de ángel

La Cámara Tercera del Crimen tiene previsto comenzar el próximo lunes el juicio a Marcelo Héctor Darío Moreno Pérez, integrante de la iglesia mormona de Jesucristo de los Últimos Días de Villa Allende, acusado de haber violado a una menor de 14 años, integrante de una familia que concurría a esta congregación.

El perverso hecho se remonta al 3 de septiembre de 2017, y a pesar de una primera denuncia judicial hecha por la madre de la niña, intentaron ocultarlo mediante maniobras de toda clase, pero fundamentalmente por un «acuerdo económico» de confidencialidad a cambio de un silencio eterno. Según trascendió, el pago fue de 4.500.000 de pesos para que no hubiera ninguna denuncia contra la iglesia, pero además en una clara conducta de encubrimiento y protección del abusador.

En realidad, a poco de ocurrido el abuso, la víctima contó lo sucedido a compañeritas de la escuela, y fue esta confesión la que provocó una presentación judicial. Moreno ocupaba un cargo importante en la iglesia mormona ya que dirigía el grupo de los Hombres Jóvenes del culto (futuros sacerdotes), y gozaba de la confianza de todos los feligreses. En ese contexto, llevó a la menor a su casa del barrio Villa Allende Golf y la sometió carnalmente. Según la prueba, Moreno usaba un garmet (una ropa religiosa parecida a un calzoncillo) en el momento del ataque. Luego de la violación, Moreno se habría largado a llorar al decirle a la joven que él no contaría nada a nadie sobre lo sucedido y que esperaba que ella hiciera lo mismo.

Lo cierto es que en los últimos años, varios casos de supuestos pastores abusadores fueron descubiertos y terminaron en juicios con duras condenas. También nos preguntamos sobre los posibles casos jamás conocidos. En la historia de Moreno, la prueba incluso genética parece ser contundente… tanto que nos permite decir que este perverso se comportó como un monstruo disfrazado de ángel.

Santiaguito

En la segunda mitad del año 2020 las restricciones por la pandemia del coronavirus, al menos en nuestra ciudad, se habían aflojado bastante y se multiplicaban los encuentros familiares y con amigos a pesar de que las cifras de enfermos y muertos eran espantosas. Los meses de controles exhaustivos habían pasado y la policía miraba para arriba, incluso ante partidos de futbol que se jugaban en la Ciudad Universitaria, en el corazón del Parque Sarmiento, y a la vista de todos.

Mientras la actividad general se robustecía el delito también volvía a aumentar, incluso los hechos de violencia urbana. En ese marco, un tremendo hecho ocurrió en la tarde del 22 de agosto en una cancha de fútbol de barrio Comercial. Allí, el equipo local se enfrentaba con el de barrio Vicor, que ganaba por 3 a 0, en un partido relativamente tranquilo y que estaba casi terminado. Entre los muchos espectadores estaban Santiago Orellana y sus amigos. De repente, jóvenes que supuestamente integraban la barra de Comercial sacaron armas de fuego y se generó una batahola brutal, incomprensible y fatal. Los hinchas de Vicor comenzaron a correr, pero Santiago se volvió a auxiliar a una amiga. Fue allí cuando Franco Tapia de 25 años, le habría disparado a quemarropa impactándole en la nuca. Incluso, mientras Santiago agonizaba en el suelo, Tapia le habría robado la billetera y el celular.

El próximo lunes, en la Cámara Quinta y con jurados populares, comenzarán a juzgar a Tapia y también a Ramón Rodríguez, quien en la misma corrida habría intentado matar a Marcos Alfonzo, pero afortunadamente las balas no salieron.

¡¡¡Matones berretas, matones despiadados!!! ¿Por qué?, ¿para qué? Santiago Orellana tenía toda la vida por delante, sólo tenía 18 años. Era “Santiaguito”.

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