Recibimos la invitación al estreno de “El Candidato” con curiosidad. Es que Jorge Arturo Navarro, su protagonista, es un personaje conocido en la ciudad de Córdoba.
Hablamos de un periodista que transitó redacciones durante más de 40 años. Entre ellas, las de los diarios Córdoba o La Voz del Interior. Hizo radio y televisión en los Servicios de Radiodifusión de la UNC por mucho tiempo (también ejerció como ejecutivo de la empresa), transitando otros medios como Canal 12 (participando en este año del ciclo “Entre gallos y medianoche”) y los micrófonos de Radio Gen, animando junto a un nutrido equipo las mañanas de los sábados, con un magazine que lleva seis temporadas: Córdoba Primero. Marca que también distingue a un portal de su propiedad, con varios años de trayectoria, en el que confluyen interesantes firmas vinculadas a la política o la academia local.
Suma Navarro a esta faena su labor política y de gestión pública, concretada en diferentes etapas de su vida. Fue un militante progresista en los 70 y dirigió el área de prensa del gobierno provincial al restablecerse la democracia. Decisiones de vida lo llevaron a la provincia de La Pampa, donde logró forjarse prestigio como periodista; pero se presentarían nuevos desafíos públicos, primero en la ciudad de Buenos Aires (administración de Aníbal Ibarra) y posteriormente en la propia ciudad de Córdoba (junto a Daniel Giacomino y más recientemente en la gestión de Martín Llaryora).
Con semejante background, ¿hacia dónde apuntaría su propuesta teatral? Entre el animado público que llenó la sala María Castaña en la noche del debut el viernes pasado, personas que conocían las diferentes facetas con la que Navarro fue conformando su trayectoria personal, esa parecía ser la gran expectativa.
Para divertirse y pensar
“El Candidato” es Jorge, en la historia, un veterano político al que le llega (luego de una larga espera) su oportunidad como candidato. En el acto inicial, es acompañado de un asesor (el versátil Pablo Mambo), tecnócrata diplomado en Massachusetts que se esforzará por incorporar a Jorge, setentoso y setentista, a la política 2.0.
Son los momentos previos a la entronización del candidato en una asamblea del partido (que no pareciera ser otro que el Justicialista). Seguirá el trabajo de campaña, donde el candidato enfrenta situaciones diversas, micrófonos de diferente estirpe (un periodista “progre”, un animador “mainstream”, el conductor de un programa de rugby, entre otros) y su propia lucha personal, contra él mismo, su historia, sus atavismos, sus miedos, sus sueños.
Relativización de las propuestas, priorización de lo táctico, el infaltable paso por un “coach” que señalará las recetas infalibles para instalar la candidatura, se irán mechando -con humor inteligente- en los diálogos sostenidos por Jorge y sus interlocutores a lo largo de los varios actos de la obra, generando un mensaje tan profundo como amigable y que en suma, representa lo que todos fuimos a buscar: la posibilidad de mirarnos a nosotros mismos y de pensar seriamente sobre el rumbo que van tomando los acontecimientos de la vida real, donde la política y la representación juegan un rol central, tanto en el presente como en el futuro, individual y colectivo.
Navarro posee un conocimiento minucioso de la actividad política, donde puede distinguir con fineza el rol de candidatos, actores partidarios, personal dedicado al marketing político, jugadores de los medios (propietarios, productores, conductores) y el impacto de esta “workforce” en las agendas de campaña, haciendo de éstas, al interpretar la pieza, un enfoque diacrónico: sus distintos elementos emblemáticos a través del tiempo mostrando a ciertas maneras de pensar en ese decurso (peronismo, antiperonismo, izquierda) como sincrónico (para desmenuzar a un proceso electoral específicamente considerado en sí mismo). La obra es, en definitiva, una indagación profunda, en clave de buena onda: las mejores armas para divulgar conciencia cívica. Y hacer cultura.
Habrá tiempo para reflexiones en clave autobiográfica, incluido un emotivo monólogo donde al repasar su derrotero y el de personas cercanas en tiempos de Dictadura, sin sensiblerías está representando el sentir de muchos, los de la sala y los de la memoria, que colmaron el espacio en el debut (debieron agregarse sillas por la demanda de ubicaciones).
La puesta en escena es sobria sin ser minimalista y destaca por su calidad (a cargo de Celina Negri). El trío creativo (Navarro, Pablo Mambo y Marxela Etchicury) trabajó durante mucho tiempo en la preparación de cada uno de los detalles que componen la obra. Los tres son autores del guion. Mambo y Etchichury comparten la dirección. La iluminación y el sonido juegan un rol importante (con arreglos musicales de Martín Vargas, la voz de Fernando Coradi y la producción de Gerardo Robledo). Una docena de personas suma su esfuerzo en un emprendimiento genuinamente privado y llevado adelante con entusiasmo y sensatez, que esperemos tenga el éxito que se merece.
En tiempos de elecciones, encontramos a nuestro candidato. Su retrato hablado nos convenció. Si todavía no la vio, lléguese al María Castaña (habrá funciones durante todos los viernes de agosto y septiembre). No se arrepentirá.