113 años del hundimiento: El riocuartense que viajó en el Titanic

Como en la película, Edgar Andrew embarcó en el colosal transatlántico por casualidad. Aunque desconocía su destino dejó una carta premonitoria: "En estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano".

113 años del hundimiento: El riocuartense que viajó en el Titanic

A más de un siglo del hundimiento del Titanic, la figura de Edgar Andrew sigue despertando interés y emoción en Córdoba y el país. Fue el único argentino fallecido en la tragedia del 14 de abril de 1912, cuando el colosal transatlántico se hundió en las aguas del Atlántico Norte durante su viaje inaugural. La historia de este joven riocuartense, que embarcó con apenas 17 años, se ha transformado en un legado familiar y cultural, con proyección internacional.

Edgar Andrew nació en una estancia cercana a Río Cuarto, provincia de Córdoba. Hijo de inmigrantes ingleses, fue el séptimo de ocho hermanos. Su padre, Samuel Andrew, trabajaba como mayordomo en una estancia modelo propiedad del exgobernador Ambrosio Olmos. Tras la muerte de Samuel en 1905, la madre de Edgar, Annie Robson, decidió enviar a sus hijos a Inglaterra para continuar su formación, siguiendo una tradición familiar.

Edgar se instaló en el Collegiate School de Bournemouth en 1911, pero su destino cambiaría para siempre un año después, cuando su hermano Silvano Alfredo lo invitó a Nueva York para asistir a su boda. Originalmente, Edgar tenía pasaje para el Oceanic, pero una huelga de carboneros en Inglaterra obligó a redirigir el carbón disponible al Titanic. Fue así como, casi por azar, terminó abordando el barco más grande y lujoso del mundo en su travesía inaugural.

Antes de zarpar, Edgar dejó una carta a su amiga Josey Cowan, con una frase premonitoria que conmueve hasta hoy:

«Figúrese, Josey, que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano».

La historia familiar fue conservada durante décadas por sus descendientes. Marianne Dick, sobrina-nieta de Edgar, recuerda los relatos que escuchaba de su abuela Ethel, hermana del joven fallecido. Su hermano, Enrique Dick, recopiló esa memoria oral en el libro Una valija del Titanic, donde se narran los detalles del trágico viaje.

En el año 2000, una expedición al fondo del océano Atlántico permitió recuperar una valija en perfecto estado de conservación, que más tarde fue identificada como pertenencia de Edgar Andrew. Contenía 51 objetos personales, entre ellos cartas, postales de Río Cuarto, un sombrero, zapatos, un tintero y toallas bordadas por su hermana. El hallazgo fue presentado en una exposición en Buenos Aires, donde la familia pudo reencontrarse con parte de su historia.

Algunos des 51 objetos que había en la valija (Museo virtual Edgar Andrew).

Por su parte, Edwina Winnie Trout, una mujer inglesa que estaba a bordo del barco de primera clase, sobreviviente del Titanic, relató: «Yo me salvé porque un argentino me dio su salvavidas». Winnie Trout y Edgar Andrew se habían conocido a bordo y el joven tomó la decisión heroica de ceder su salvavidas cuando la gravedad de la situación ya estaba establecida. Winnie vivió hasta los 100 años y aprovechó su longevidad para testimoniar sobre lo vivido en el naufragio.

En la actualidad, la figura de Edgar Andrew ha sido rescatada en múltiples espacios educativos y culturales. En Río Cuarto se montó un museo virtual en su memoria, impulsado por la profesora de inglés Analía Gozzarino y sus estudiantes. Incluso lograron una entrevista virtual con David Concannon, el abogado estadounidense que participó en la expedición que halló la valija.

Aunque poco conocida por el público general, la historia de Edgar se diferencia de la de Violet Jessop, otra argentina que estuvo a bordo del Titanic, pero que sobrevivió tras embarcar en un bote salvavidas. El joven cordobés, en cambio, quedó en la historia como el único compatriota que perdió la vida en la tragedia marítima más célebre del siglo XX.

La figura de Edgar Andrew, su trágico destino y el legado que dejó, trascienden el hecho histórico del hundimiento del Titanic. Se trata de una historia familiar, argentina y profundamente humana que sigue encontrando nuevas formas de ser contada y recordada.

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