En noche de lunes

En noche de lunes

Los televidentes argentinos encendieron sus televisores, entre expectantes y temerosos, en aquel inicio de semana. Era el 3 de setiembre de 1973. Faltaba poco para las elecciones presidenciales previstas para el 23 de ese mes. La imagen mostraba una escena grave, en un ambiente cerrado de la famosa casa de calle Gaspar Campos en la que Juan D. Perón había aterrizado tras regresar a la Argentina.

Lo entrevistarían dos primeras figuras del Canal 13 porteño -el cordobés Sergio Villarroel y Roberto Maidana- a los que se sumó Héctor Timerman, el fundador de “Primera Plana” y “La Opinión”.

El general encabezaba la fórmula del Frente Justicialista de Liberación, en dupla con su esposa, María Estela Martínez Cartas. Los acontecimientos rayaban el surrealismo. El 11 de marzo, con las candidaturas de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, el peronismo volvió al poder sin necesidad de doble vuelta, mecanismo implantado de urgencia y con la expectativa de que, como decía su arquitecto el ministro Mor Roig, en el país fueran más los antiperonistas y finalmente todos pudieran unirse contra el espanto.
Pero Cámpora gobernó desde el 25 de mayo, por 49 días. Renunció muy distanciado de Perón: asunto insondable aún hoy. Se habla de crudas recriminaciones del general, particularmente en aquella noche de pocos testigos, cuando en Puerta de Hierro Cámpora intentó convencerlo de sumarse al banquete que había preparado en honor a ambos, el generalísimo Francisco Franco.

Gobernaba la República, en aquellas semanas setembrinas, Raúl Lastiri (lo haría por 90 días); colaborador de segundo orden en tiempos del exilio del líder, cercano al delegado Jerónimo Remorino (fallecido en 1968), luego vinculado al continuador de éste, Jorge Daniel Paladino (reemplazado por Cámpora en 1972 por desconfianzas varias) y yerno de José López Rega, secretario privado del general en Puerta de Hierro y tristemente célebre por innumerables razones que exceden a esta columna. Lastiri presidía la Cámara de Diputados y accedió a la primera magistratura en virtud de la acefalía generada (Lima renunció con Cámpora y el presidente del Senado fue enviado a una misión diplomática “itinerante”).

En esa olla a presión en la que bullía el enfrentamiento peronista (gremialistas, grupos de izquierda -la mayoría armados-, dirigentes más convencionales, de extrema derecha, neoperonistas, advenedizos que buscaban aprovechar el río revuelto, etc.), un país convulsionado hervía a punto de reventar, por la escalada de atentados atribuidos a grupos guerrilleros de diverso orden, vendettas de sectores varios, los militares en repliegue y procurando su reestructuración para, volver a tomar el poder si se confirmaban ciertas presunciones, entre ellas que Perón podía morirse pronto.

La locación elegida parecía dar cuenta de ello. El calor que hacía en el espacio utilizado para el reportaje era fatal. El viejo líder debió parar la grabación de la entrevista para tomar un descanso y aliviar el agobio.

Los primeros rounds son de estudio. Perón, boxeador aficionado, se presenta cauto. Los entrevistadores parecen no poder creer lo que están viviendo. Ese anciano pintón, indomable Viejo Vizcacha dispuesto a jugarles un punto y hacha, de nuevo en Buenos Aires, y a días de volver a ser Presidente. Villarroel flota entre la admiración y su poca simpatía por las ideas peronistas. Timerman calcula, oteando cómo acomodarse en el tiempo que se viene. Maidana parece el más intransigente, finalmente coherente consigo mismo. La chismografía da cuenta de la preocupación, para dos de los entrevistadores, por compartir espacio con un tercero, famoso por “mufa”. Me pregunto si ello habrá sido de conocimiento de Perón y su séquito, famosos por lo cabuleros.

El general también es un esgrimista experto. Será la hora del florete y las estocadas. Se entusiasma hablando de la planificación económica, defiende lo hecho entre marzo y setiembre -su acuerdo había dado resultados, aumentando la producción y bajando la inflación- y rescata a la Comisión General de Empresarios. Analiza que los cambios no se hacen “rompiendo un sistema y poniendo otro”, distingue revolución de reforma, de la que se declara partidario, y señala: “veo naciones en el mundo que han hecho revoluciones hace 56 años y todavía no han conseguido estabilizarse”. Insiste en el largo plazo, recuerda sus planes quinquenales, y los propone contra la “anormalidad” que le toca en esa coyuntura pues “todas las formas han sido trastocadas por maniobras de especulación, y eso no es la economía”.

La charla transcurre y el esgrimista deja lugar al montañista que hizo experiencias en los Alpes y en los Andes. Juan Domingo trepa y sus entrevistadores ya empiezan a mirarlo desde abajo. Describe a un país de “delincuencia generalizada” y confía en terminar con sus dos grandes expresiones: la “infantil” (nunca sabremos si erró o disimuló) y la “profunda y mayor”. Anticipa que “cuando terminó la (segunda) guerra mundial, todos los países quedaron destruidos. A nadie se le ocurrió organizar ‘un’ gobierno. Se juntaron todos para hacer gobiernos de emergencia” Impulsa la creación de un Consejo de Estado (que llegó a funcionar en su corta Presidencia) para acuerdos de partidos en asuntos sensibles. Señala (ante una pregunta), a sus adversarios políticos como a sus amigos.

Hablará del “continentalismo”, que defiende desde tres décadas antes. Se abre como el mejor de los libros, y explica cómo el sistema demoliberal capitalista debe ser continuado por orden que tienda a la compensación del esfuerzo y la capacidad. Era el mismo Perón que anticipó el ascenso de China a lo largo de todo el siglo XXI. Se plantea el desafío de lograr una mayor cultura política, para el país y América latina. Señala cualidades del sistema de integración europeo y piensa que algunas de ellas pueden extrapolarse a un área similar en el Cono Sur. No le teme al gigante brasileño. Tampoco a la necesidad de obtener financiamiento en los EE.UU o Europa.

Imagina un modelo productivo que aproveche las potencialidades que todavía la Argentina poseía frente al resto (llegará a ejecutar exitosas misiones comerciales una vez asumida la Presidencia). Mira la inversión en el agro: “ha empezado la guerra por las proteínas, todo el mundo está empezando a plantear soya” (recién era 1973, recordemos).

Afirmará que la generación intermedia no sirve para mucho y que los jóvenes debían unirse a los viejos. Finalmente, su mayor promesa será combatir la inflación y la especulación. “Está bien hacerse rico, pero en algunos años, no en un rato”, dirá el general al final del reportaje.

Si Perón es el culpable de todos los males de este país, como afirman algunos, ¿qué queda para el resto? Verlo en sus últimos meses, remar contra quienes se peleaban por escribir su testamento, nos exige reflexiones aún hoy. No hay política sin historia y esa es una lección para quienes, de cara al 27 de octubre de 2019, sean signados por la gloria o el fracaso. En tanto, los argentinos seguimos tan expectantes y temerosos como en aquella noche de lunes.

Feliz cumple Juan Domingo, donde quiera que estés. Hasta el próximo paseo.

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