- Materias especiales
–Profe, presenté todas las actividades y me puso en la libreta En proceso”. ¿En qué me equivoqué?
–¡Hola! En realidad, no te equivocaste en nada. Tratamos de evaluar los…
–Pero si no me equivoqué, entonces, debería haberme puesto Alcanzó”.
–Sí, pero fíjate en los comentarios. Lo que pasa es que….
–Está bien, profe, leí el comentario. Pero la nota sería como un siete, ¿o menos?
Antes del cierre de la primera parte del año, ese momento complicado en el que hay que poner notas”, las escuelas acordaron los criterios para evaluar aprendizajes en el contexto de la pandemia. En la mayoría de las instituciones se optó por una evaluación formativa, sin números, en la que se contemplan diversas variables. El propósito fue atender una realidad diversa, en la que no solo entraron cuestiones vinculadas a la apropiación de contenidos sino también a las condiciones de vida que favorecían o no la participación, la comprensión, la presentación de actividades en tiempo y forma.
No fue fácil consensuar esta modalidad evaluativa ni tampoco comunicárselo, de manera clara y efectiva, a esos estudiantes y familias que reclamaban notas.
Mientras esto ocurría, desde el Ministerio enviaron un memo en el que se sugería a las instituciones educativas diseñar y proponer actividades artísticas y de expresión corporal que contribuyan a ampliar los horizontes culturales y recreativos, a fin de que los docentes puedan disponer de ese tiempo para realizar una síntesis de las evidencias de aprendizaje de sus estudiantes”.
Más allá de la puesta en práctica de estas sugerencias, resulta curioso el lugar que ocupan el arte y la educación física en el sistema educativo. Pareciera que se trata de áreas de entretenimiento cuyas propuestas resultan fáciles de planificar, simples de resolver. A su vez, y quizás lo más preocupantes, es que los profesores implicados parecen quedar afuera del propio colectivo docente, ya que su trabajo (si leemos el memo) serviría para que los otros puedan completar su tarea.
- Aprendizajes
–Profe, prenda la cámara.
–¿No está prendida?
La cuarentena puso en evidencia que la mayoría de los docentes no contamos con la alfabetización tecnológica necesaria para una educación virtual sin instancias presenciales. Pero también mostró que se puede realizar un aprendizaje express, contrarreloj, y aprovechar distintos recursos para enriquecer las clases.
Durante la pandemia descubrimos que las TIC pueden ser algo más que pasar unas plantillas de Power Point en el aula. En este sentido, la virtualidad nos corrió de lugar: aprendimos y seguimos aprendiendo junto con los grupos, y fueron ellos quienes nos facilitaron gran parte de la tarea.
Desde usar editores de video o de memes para evaluar, hasta organizar juegos de preguntas y respuestas on line, en estos días se ampliaron las formas de acercar nuestras materias a los estudiantes.
–Que prenda la cámara y habilite el micrófono.
–¡Ya lo hice!
–Profe, ¿está ahí?
- Controles
Mensaje de Instagram.
–Profe, ¿qué piensa de la maniobra del Respondus?
Escribe un ex alumno que ahora cursa primer año de Derecho. No sé de qué me habla, así que demoro en responder y, después de googlear un poco, me entero de que la Universidad de Córdoba compró la licencia de un software que filma a los estudiantes mientras realizan exámenes. Se gastó más de un millón de pesos.
–Me estoy enterando, che. La verdad, no sabría qué decirte.
–¿No es ilegal? Ahí le paso los artículos 168 y 169 del Código Penal.
–Ehh… Mirá, no tengo idea de Derecho. Deberías hablarlo con un profe que entienda.
–Pero los estudiantes tenemos derecho a decir que no, ¿verdad?
No sé cómo responderle, así que leo algunas notas, opiniones cruzadas, analizo los argumentos que esgrimen los voceros de los derechos individuales, del mérito personal, y las respuestas de los defensores de la educación pública.
Después de un rato, pienso en los docentes que usan la aplicación. ¿De dónde sale esa necesidad de controlar? ¿Qué tipo de evaluación proponen?
Más allá de la materia o el contenido, existen un montón de formas de evaluar que representan un ejercicio de reflexión, de puesta en relación de ideas, de análisis, y resultaría casi imposible copiar, machetear, hacer trampa”. Pero desplegar nuevas estrategias evaluativas supone mayor trabajo, porque además de enseñar a establecer relaciones (y saber hacerlas), hay que ponerse a leer ejercicios únicos, largos escritos que suelen llevar mucho tiempo en comparación con el multiple choice”.
El software quizás sea para eso: para controlar que los estudiantes no se den cuenta de que el problema no está en ellos ni en sus prácticas, sino en la forma en que enseñamos.
4. ¿Cambios?
Hace días que pienso en las transformaciones que están teniendo lugar en los colegios. Me gustaría pensar que se harán balances, se analizarán experiencias y se fomentarán cambios en función de aquellos resultados positivos que, contra todo pronóstico, se han dado. Sin embargo, la escuela es una institución conservadora, con una marcada tendencia a resistir a los cambios: la prueba está la Educación Sexual Integral (ESI), que no termina de instalarse en las materias como un contenido transversal y sigue integrando los programas de Biología.
Lo más probable es que, cuando todo esto acabe, retomemos a aquellos formatos previos que nos resultan familiares. Por más antipedagógico que sea, chicos y chicas entrarán a las aulas a las 7.30 y encararán el día de clases semidormidos. Muchos docentes copiaremos en el pizarrón, dictaremos, cada tanto pasaremos un video, y recuperaremos las evaluaciones estandarizadas. Ese es el lugar en el que nos sentimos cómodos.
Aunque también puede ser que esa comodidad ya no aparezca como opción.