Fernando Peña vivió y sintió la vida acorde a sus convicciones. Dueño de una observación inapelable, creó sus personajes (o sus criaturas”, como él las catalogaba) teniendo en cuenta una multiplicidad de detalles. Sin embargo, antes de desembarcar en la actuación, la profesión de sus sueños, el actor uruguayo deambuló por diversos trabajos.
En uno de ellos, mientras se desempeñaba como tripulante de cabina para la compañía American Airlines, dio vida a Milagros López”, una azafata cubana entrañable. Este personaje había sido creado por Peña, entre otras cosas, por su fobia a volar. Al comprender que esta acción representaría una condición sine qua non para conservar el trabajo, Peña utilizó su capacidad artística para evadir ese miedo irracional que lo atormentaba y encarnó a una mujer latinoamericana que daba la bienvenida a los pasajeros y relataba anécdotas graciosas durante el viaje.
El vínculo de Peña con la creatividad tenía una genética marcada desde el principio. Solo faltaba un enlace que, por otro lado, no se hizo esperar.
Así, en uno de los tantos vuelos, se encontraba a bordo el conductor de radio Lalo Mir, quien viajaba a menudo en aquella aerolínea y había escuchado la misma voz en varias oportunidades, sin poder reconocerla. No obstante, con la inquietud y la perspicacia de aquellos que están atentos a una mínima señal, el locutor atravesó el avión de intentando develar la identidad de aquella tonada tan peculiar. Sin embargo, al llegar a la cabina, se sorprendió ante semejante descubrimiento: no era la mujer que había imaginado, porque la voz le pertenecía a Fernando Peña.
En ese instante, el por entonces empleado de American Airlines, conociendo a Mir por los medios de comunicación, le pidió mantener en secreto la travesura, porque, de lo contrario, lo echarían de la aerolínea. Éste le aseguró que no se lo contaría a nadie, proponiéndole, como contrapartida, grabar audios con la voz de Milagros López” para su programa. Este encuentro significó el inicio de una carrera imparable para el puto lindo”, como le dirían sus oyentes tiempo más tarde.
Peña realizó toda su carrera en nuestro país, dejando un legado para quienes lo conocieron y las generaciones venideras. Sus enseñanzas no solo giraron en torno a su capacidad actoral, sino también, por involucrarse con temas en aquel momento invisibilizados por gran parte de nuestra sociedad.
En vida, el actor habló abiertamente del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), que había contraído años atrás. Su objetivo: compartir su experiencia con todo aquel que lo escuchara.
Hay que señalar que la primera década de los 2000 difería mucho con la toma de conciencia que existe en estos tiempos con respecto a las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). Sin embargo, a pesar de la época que lo tocó vivir, Fernando Peña no escatimó ningún detalle de su estado de salud, contando todo sin ningún tipo de autocensura.
Tiempo antes de morir, como si de alguna manera presintiera el final de su vida tras contraer un cáncer fulminante, en su programa de radio El parquímetro”, donde desplegaba todos sus personajes, relató sus vivencias corrientes, utilizando el humor como principal recurso.
Mientras alternaba entre las idas a su programa y las internaciones en la clínica, decidió comenzar un documental retratando en una serie de videos el proceso de la quimioterapia, con el fin de desmantelar los prejuicios sobre el tratamiento.
Este actor multifacético puso al servicio su genialidad ante los micrófonos y los escenarios con funciones inacabables, que tenían una duración de tres o cuatro horas. Carismático, provocador, ácido y trasgresor, supo canalizar las múltiples voces que lo aquejaban dentro de su cabeza y las liberó, creándoles una identidad singular.
El 17 de junio de 2009 Fernando Peña dejaba de existir, a los 46 años, como consecuencia de un cáncer hepático. El humorista se apagaba, dejando a su paso una existencia irrepetible.