Naufragar en el silencio: diversidad sexual y dictadura

Apuntes feministas | Por Sofía Jalil

Naufragar en el silencio: diversidad sexual y dictadura

Hace unos días se cumplieron 45 años del último golpe cívico-militar que vivió la Argentina, desde 1976 hasta el retorno de la democracia en 1983. En estas casi cinco décadas, la construcción de la memoria se convirtió en una tarea colectiva en pos de no claudicar en la lucha por la plena vigencia de los derechos humanos.

En los cimientos de la memoria hay relatos que naufragaron en una marea de silencio. Algunos de ellos son los tratos contra las personas por su orientación sexual (sea gay, lesbiana o bisexual) o identidad de género, sea varón o mujer trans.

¿Qué pasó con los gays durante la última dictadura cívico-militar? ¿Y con las lesbianas? ¿Con las personas trans? ¿Qué sucedió? ¿Dónde habita la memoria LGTB+? ¿Cómo era la vida para una lesbiana durante los años oscuros? ¿Y para un gay? ¿Cómo era vivir sin poder expresarse, salir a buscar el amor, reprimiendo deseos y comportamientos? Tejer la memoria es un proceso que no concluye en un punto final. Cada año emergen nuevas preguntas y respuestas. Ejemplo de ello es el activismo LGTB+, que irrumpe con una demanda: No son 30.000, son 30.400”. 

30.400

El activista y fundador de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), Carlos Jáuregui, fue el primero en denunciar que las personas detenidas-desaparecidas homosexuales no figuraban. Jáuregui llegó a esta información a través del testimonio de uno de los miembros de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), el rabino Marshal Meyer: El fallecido rabino Meyer… expresó en 1985 a quien esto firma, que la Comisión había detectado en su nómina de 10.000 personas denunciadas como desaparecidas a 400 homosexuales”, escribe Jáuregui en su libro La homosexualidad en Argentina”. No habían desaparecido por esa condición, pero el tratamiento recibido, afirmaba el rabino, había sido especialmente sádico y violento, como el de los detenidos judíos”, denuncia.

Nuestra comunidad, como toda minoría en tiempos dictatoriales, fue víctima privilegiada del régimen”, agrega. A través de los años, la demanda tomó la forma de 30.400”. Esta cifra no pretende marcar divisiones ni confusiones. Nace en el reclamo LGTB+ para la construcción de la Memoria. Decir 30.400” tiene un significado político para cuestionar, analizar y desmenuzar qué pasó con aquellas personas cuyas identidades desafiaron a los estereotipos hegemónicos.

A grandes rasgos, se pueden considerar dos maneras de ser varones -hegemónicos- durante los años 70 e inicios de los 80: el varón militar y el varón militante. Ambos responden a una lógica verticalista, donde la homosexualidad o el transvestismo eran considerados una aberración.

Los varones gays no entraban incluso en un mismo proyecto partidario político. Tal fue el caso del Frente de Liberación Homosexual, que se fundó en 1971. Manuel Puig, Juan José Sebreli, Blas Matamoro y Néstor Perlongher son algunos de los intelectuales que participaron en su creación.

Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad” es el lema con el cual el FLH se presentaba en movilizaciones. Es la bandera que flameó el 25 de mayo de 1973, el día que Héctor José Cámpora asumió la presidencia de una Argentina que aún podía respirar en libertad. Los miembros del FLH fueron repudiados. No somos putos, no somos faloperos. Somos soldados de las FAR y Montoneros” fue la respuesta por parte de militantes peronistas y de izquierda, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Las lesbianas continuaron caracterizadas como mujeres incompletas, con descripciones como feas, marimachos o irrecuperables”. Así fue calificada Viviana Avendaño, la presa política más joven del país. La vida de esta cordobesa, comunista y lesbiana, está cronicada por el periodista Alexis Oliva en el libro Todo lo que el poder odia”. Un libro imprescindible, con perspectiva de género, sobre una dirigente cuya homosexualidad le valió la expulsión partidaria.

Ellas también

La saña que describió Jáuregui llega con más fuerza a las mujeres trans y travestis. Cuando empezó la dictadura yo tenía 16 años. Era trans desde los 14. Primero me llevaron a institutos de menores y después a (la cárcel porteña de) Devoto. El trato era más cruel que a otros detenidos: nos desnudaban, nos golpeaban en los genitales y en las zonas donde teníamos cirugías” compartió ante la prensa la activista Marcela Romero.

Romero ocupó el cargo de presidenta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (Attta). Qué te hacés la mujer, si sos puto”, recordó que le decían.

En Córdoba, el cineasta cordobés Daniel Tortosa recopiló relatos trans y travestis sobre los abusos policiales en el documental Los Maricones” (disponible en Internet).

Ser mujer

En sintonía, los delitos sexuales contra las mujeres forman parte de otra ola de relatos que tardaron en ser escuchados. Recién en el 2010 la Justicia comenzó a imputar y agravar las penas por los delitos sexuales cometidos contra las mujeres detenidas-desaparecidas.

Pronto Córdoba tendrá una nueva megacausa, que será el 13vo juicio en la provincia, y su magnitud sería mayor que La Perla. Algunos de los crímenes que se juzgarán son delitos contra la integridad sexual, la participación de civiles, y crímenes contra militantes que regresaron al país entre 1979 y 1980.

Para las mujeres, los tratos degradantes, que tuvieron su propia especificidad, no fueron simples prácticas subsumidas en la tortura. Esto ocurrió a lo largo de toda la Argentina. Considerar la perspectiva de género es ampliar el espectro en la construcción de la memoria. Cual marea con una infinidad de relatos, que se arma y desarma en todo momento.

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