Juan Fernández Krohn, de atentar contra el papa a su vida belga

Por Lucas Gatica, Desde Bilbao

Juan Fernández Krohn, de atentar contra el papa a su vida belga

Intentó asesinar a Juan Pablo II. Hoy escribe libros y se expresa en su blog contra los movimientos de izquierdas, el papa Francisco, y cualquier gobierno que tenga una pizca de progresismo. Juan Fernández Krohn (Madrid, 1949) no ha podido despegar su vida de aquel atentado en Fátima, Portugal, aunque hayan pasado casi 40 años de su intento por asesinar al papa polaco, al que acusaba de ser un agente comunista infiltrado en el Vaticano para destruir a la iglesia católica.

Racconto

Llega a Portugal en un largo viaje en tren desde París. Lleva una valija en la que tiene escondida una bayoneta de 37 centímetros bien afilada. Va vestido de sacerdote y se hace un hueco en las barandas que separan el camino de la comitiva vaticana y los fieles que quieren saludar y tocar al sumo pontífice. Mientras se acerca Juan Pablo él insiste en que lo dejen besarlo. ¡Quiero besar al papa, quiero besar al papa!, grita mientras Karol Wojtyla se va acercando. Saca la bayoneta y está a segundos de cumplir el cometido, pero es detenido a pocos centímetros entre la bayoneta y el cuerpo del religioso. Fue el ímpetu para llegar hasta el papa lo que alertó a los policías, que le impidieron acercarse más. Forcejeó con ellos y terminó cayendo al suelo con su bayoneta como delatora.

Hoy luce tranquilo y satisfecho con su vida. Vive en Bélgica, y dice no arrepentirse de nada. La trabajadora de la Biblioteca de Bruselas lo ve todos los días llegar con su computadora, para actualizar su blog, en el que ensalza a figuras como Jorge Rafael Videla o Augusto Pinochet.

Nace en una familia partidaria del franquismo, estudia Derecho y Económicas en Madrid. Termina sus estudios y se va a Suiza, a los Alpes, donde lo ordenaran sacerdote y estará en contacto con Marcel Lefebvre, el integrista francés que fue excomulgado por la iglesia católica tras protagonizar un cisma.

Luego recala en la Argentina, donde funda una delegación tradicionalista que predica la impartición de la misa en latín y de espaldas, entre otras cosas. Vuelve a Europa e ingresa en un monasterio parisino, donde comenzará a planificar su atentado contra el obispo de Roma y primer papa no italiano en seis siglos.

Poco tiempo antes, en 1981, Alí Agca, un turco extremista, había disparado contra Juan Pablo II mientras éste se desplazaba por la plaza San Pedro en un vehículo abierto. El papa sobrevivió a los cuatros disparos que Agca le infligió. Estuvo seis horas en el quirófano, pero salió vivo; Juan Pablo II dijo que había sido por intercesión de la virgen de Fátima. Por esto hizo su visita a la ciudad portuguesa, en agradecimiento: una de las balas que lo hirió adornan ahora la corona de la virgen.

Es curioso que para Fernández Krohn el polaco representara al comunismo más irredento, en contraposición al turco que creía que era la representación cabal del capitalismo.

Este episodio lo inspiró e hizo que intentara por otra vía para cumplir su cometido. Concluí que el arma blanca era la más simple. Me parecía más simbólica, más ritual y religiosa. Me fui a Billancourt, un barrio a las afueras de París. Y allí compré una bayoneta de la guerra del 14. Antes de tomar el tren ensayé haciendo algún ejercicio, alguna gesticulación”, declaró Fernández Krohn.

Matar y morir

El germen del asesinato tomó fuerza definitivamente cuando vio en vivo por televisión el atentado que terminó con la vida del presidente egipcio Anuar El Sadat. Su idea era matar y morir en el mismo acto. Nunca pensó que iba a sobrevivir al atentado. Creía que entre la guardia de seguridad del pontífice y los miles de fieles que estaban ese día en Fátima, sería linchado: moriría mártir.

Pero nada de eso pasó. Lo esposaron y lo llevaron a la delegación policial. Fue condenado a seis años de cárcel en Portugal, de los cuales sólo cumplió la mitad entre rejas.

Durante sus días preso se negaba a trabajar, leía. En la Navidad del 84, cuando todos los presos salieron para pasar la fiesta fuera de los muros, él se negó, alegando que era un preso político.

Luego sale en libertad, vagabundea por Europa, escribe un libro sobre el caso y deja los hábitos. Se instala en Bélgica, donde se casa, tiene un hijo y se divorcia al poco de nacer éste.

Tiene que retomar su vida y ponerse a trabajar. Echa mano a su título de abogado y se matricula en el Colegio de Abogados de Bruselas. Ahí nadie lo conoce y él infla su currículo. Es descubierto al poco tiempo, y le abren un proceso disciplinario tras realizar comentarios antisemitas en una entrevista a un periódico flamenco. Está a punto de quedarse en la calle, pero consigue changas y trabajos precarios como jornalero, bicicletero, verdulero.

Pasan los años, su caso se va olvidando. Vuelve a los titulares nuevamente con el nuevo mileno. En el año 2000, el rey español Juan Carlos I visita Bélgica. Va a verlo. Se salta el cordón de seguridad y en vez de dirigirse hacia el monarca español, con el que supuestamente quería conversar, se confunde y se lanza corriendo hacia el rey belga Alberto II. Nuevamente es detenido.

Siguen corriendo los años, casi dos décadas, y vuelve al centro de la escena: el Consejo de Estado belga le da la razón y le permite volver a entrar en la biblioteca real, tras haberle sido prohibido el acceso por ser señalado por supuesto acoso sexual en sus instalaciones.

Sobre el papa Francisco, ha dicho que es un profeta de calamidades, enemigo jurado de Europa, renegado de sus raíces, develador y calumniador del pasado español en América”.

En su libro, fruto de la experiencia del atentando y la cárcel, escribió que todo ha sido una pesadilla. Quiero empezar una nueva vida, pacífica, de recogimiento y de estudio”. Aunque no parezca que así sea.

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