Por Analía Martoglio
Días atrás nuestro presidente, a través de una frase desafortunada, nos recordaba que el mito de la Argentina blanca y europea goza de muy buena salud. Nuestro origen portuario sigue en el imaginario social tan fuertemente arraigado como siempre. Fue más de uno el que avaló las frases del mandatario alegando que no entendían la ofensa porque, en definitiva, lo que había dicho era cierto. Y más de uno, es suficiente para encender las alertas. El mito es poderoso, sin duda.
La buena noticia, es que el creciente activismo de pueblos originarios y de afrodescendientes en la última década, ha ganado terreno en la agenda pública y está, de a poco, haciendo retroceder estas concepciones equivocadas. Para aportar a este tiempo de cambio, propongo revalorizar otra cosmovisión sobre la vida y la naturaleza conociendo un poco sobre el significado de una antigua fiesta andina que aún se celebra en Perú, Colombia, Chile, Bolivia y por supuesto, también en Argentina.
Entre el 20 y el 24 de junio, los pueblos originarios del hemisferio sur festejan el Inti Raymi, que traducido del quechua significa fiesta del sol”. Esta es una celebración ancestral incaica cuyo origen es algo incierto, pero que se cree fue instaurada alrededor del año 1430 por Pachacutec, el noveno Curaca (Cacique) del Imperio Inca, territorio también llamado Tawantinsuyo. Coincide con el solsticio de invierno y este año cae justamente el 21 de junio.
Tiempo después de la llegada de los españoles al continente, este festejo fue prohibido (en el año 1572) por el virrey del Perú, Francisco de Toledo, y también por la iglesia católica. La consideraban un ritual pagano y, a todos los que la festejaban, unos ególatras. Incluso podían ser castigados quienes eran descubiertos celebrándola.
La fuente de información más importante que se tiene sobre esta fiesta es la obra Los comentarios reales de los Incas”, del poeta Garcilaso de la Vega, en la cual recopiló las características de esta ceremonia. Fue gracias a este documento que, en 1944, el escritor Faustino Espinoza Navarro reconstruyó la celebración del Inti Raymi, y ésta pudo ser festejada nuevamente en público.
El Imperio Inca siempre dependió de la agricultura, razón por la cual el sol era una de sus deidades más importantes, y esta ceremonia consiste precisamente en adorar y agradecer al dios Inti” por las cosechas. El Inti Raymi es un momento bisagra de las celebraciones indígenas debido a que marca el inicio de un nuevo año, un nuevo ciclo de vida que ocurre con el solsticio de invierno.
Durante este período, el sol se encuentra en el punto más alejado de nuestro hemisferio y se sucede la noche más larga, el período más largo de oscuridad. Con el Inti Raymi se intenta convencerlo” de su retorno, reconociéndolo como el armonizador de la vida humana. Desde ese momento, el sol recupera su fuerza y la tierra comienza a renacer, determinando, además, el inicio del ciclo agrícola.
El año se inicia con el solsticio, con la cosecha, con el invierno, con la preparación de la tierra para la siembra, que luego será cosechada en diciembre”, menciona Teresa Saravia, miembro activa del Instituto de Culturas Aborígenes de Córdoba (ICA). Si en las escuelas se estudiara la verdad, se enseñaría que el verdadero año nuevo de América del Sur es entre el 20 y 24 de junio, cuando se produce el solsticio, y no el 31 de diciembre, como ha sido impuesto. Ese en realidad es el año nuevo de América del Norte, porque ellos sí están en invierno en esa época”, agrega.
Para los pueblos originarios, con el solsticio de invierno la vida renace, pero el modelo cultural y de producción mundial concibe un único modo de hacer, celebrar, sentir y decir. Es por eso que hoy festejamos una incoherencia: celebramos el comienzo de la vida cuando estamos en diciembre, la época de las últimas cosechas.
Este cambio de ciclo que comienza con el solsticio no sólo afecta al mundo agrícola, sino también a nosotros como organismos íntimamente relacionados con la naturaleza. Respecto a ello, Jorge Ferrer, integrante de la Comunidad Comechingona Pueblo La Toma de barrio Alberdi, expresa: Para los animales, (incluyéndonos) el invierno es una época dura, donde bajan los niveles de esa química que genera nuestros estados de ánimo. Para septiembre, esos niveles de sustancias se recuperan, elevando nuestro nivel de felicidad. Son períodos que tienen efectos en nuestra actividad biológica como seres vivos”.
Durante el solsticio de invierno los días se acortan al máximo y dan lugar a la noche más larga de todo el año. A partir de aquí, los días comienzan a ganarle más tiempo a la noche. Y así es como comienzan los nuevos ciclos biodinámicos. En el mes de agosto comenzará un nuevo período de siembra, los árboles que perdieron sus hojas para cerrarse en invierno, levemente empezarán a abrirse en nuevos brotes”, destaca Jorge.
Víctor Acebo, socio fundador del ICA, también enfatiza en este punto: A partir del día del solsticio la savia empieza a subir por los árboles y plantas. Es por eso que no es conveniente podar los árboles. Sin embargo, a veces se ve en Córdoba que en junio o julio se podan las plantas, y así le arrebato la savia que por ella empieza a subir, porque hay un nuevo renacer. Ese mismo fenómeno se produce en cada uno de nosotros”.
Antiguamente, la celebración del Inti Raymi incluía días de ayuno, abstención absoluta de cualquier cosa que significara placer, se hacían sacrificios, se preparaban fogatas con distintos tipos de comidas y se presentaban bailes o danzas para adorar al «Dios Sol».
Antes de la celebración solo estaba permitido comer maíz crudo, hierbas y agua. Todo el territorio se prepara para la solemnidad y el sitio principal de la fiesta era el Qosqo (Cusco), la ciudad capital, a donde llegaban desde todas partes del Imperio Inca.
Actualmente el Inti Raymi se lleva a cabo en Perú como una representación teatral de la antigua ceremonia, y se realiza en Cusco. Miles de cusqueños y personas de todas partes del globo se dan cita a este acontecimiento, una de las manifestaciones culturales y tradicionales más importantes en esta parte del mundo.
Sin embargo, no se celebra igual en todas las regiones. Específicamente en Córdoba, el Inti Raymi tiene su propia versión en la Isla de los Patos. Nosotros, desde el ICA, lo que hacemos es contextualizar el rito, no lo repetimos como hacen en Perú en la zona de Tawantinsuyo, o en Bolivia, en Tiwanaku. Nosotros tratamos de adaptar la celebración a Córdoba, una gran ciudad rodeada de cemento”.
Lamentablemente, por el contexto de la pandemia, en 2020 no se pudo llevar a cabo, al igual que ocurrió este año, pero se previeron conversatorios virtuales que están disponibles en la página de facebook del ICA.
La esencia de esta celebración ancestral es empezar a conocer y valorar la importancia que tiene la tierra y este inicio de ciclo en la vida de todo ser vivo”, destaca Acebo, y agrega: Nosotros somos los árboles y nuestras comunidades originarias son las raíces sobre las cuales nos sostenemos”.
Más allá de donde sean nuestros padres, abuelos o tatarabuelos, todos nacimos en esta tierra. Este territorio nos ha llenado de esa savia de los ancestros. Aunque por la venas no nos corra la sangre originaria directamente, este territorio nos invade. Está en la savia de la tierra, en el agua que bebo, en el aire que respiro”.
Argentina está integrada por múltiples comunidades con costumbres y rituales propios y para construir una identidad nacional que incluya estas raíces que debemos dejar de ignorarlas. El camino es el respeto, el reconocimiento y la inclusión de nuestros pueblos indígenas a nuestro origen y nuestra historia. Es que, si hay algo que nunca debió haber bajado de esos barcos, es la sistemática y naturalizada actitud de invisibilizar a las culturas diferentes.