Por Cezary Novek
La narradora de esta novela del bahiense Alejandro Galay es la mujer del título, que se va de la ciudad siguiendo a un grupo de menonitas en un viaje por La Pampa. Ese viaje es, a su vez, una peregrinación espiritual que aparece estructurada en tres actos, tres moradas.
En la primera morada, la urbanidad es dejada atrás. Se celebra un elogio de la vida retirada, sin compromisos sociales ni dispositivos tecnológicos. La mirada antropológica de la protagonista es aguda pero lacónica, deja notas puntuales en su cuaderno acerca de lo que ve, lo que siente y lo que lee.
La comunidad es presentada como un territorio en constante movimiento. El reino de lo viviente se abre a los caminantes”, dice en un momento. Odille nos insinúa un pasado de dispersión e insatisfacción que nunca llegaremos a desentrañar porque ella ha decidido dejar atrás. El viaje va desde las colonias menonitas de Guatraché a las chacras de ajo y cebolla en Médanos, y luego a las colonias de alemanes del Volga en Coronel Suárez.
La narradora lee mucho a Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Max Weber, Sófocles, Lucio V. Mansilla, John Donne, Francesco Petrarca y Ósip Mandelshtam. La ética protestante es percibida para Odille como una metafísica de la rigidez, algo que admira y padece, pero que, a la vez, le otorga una serenidad que hasta entonces le era desconocida. En sus palabras: esto es la Argentina profunda, sus santos, sus pastos, la vida calma de la paz, el trabajo productivo, el cielo bajo, las aves de paso” (Segunda morada).
Odille es una nouvelle que dialoga en mayor o menor medida con obras como De caminar sobre el hielo”, de Werner Herzog; El cielo protector”, de Paul Bowles; o África mía”, de Karen Blixen.
La trama se construye a medida que se suceden los apuntes fragmentarios y las pisadas sobre el paisaje abierto. La lectura y la meditación en acción a través del trabajo manual, rural, son una vía de purificación de la protagonista, que quiere dejar sus demonios atrás para convertirse en una versión más fiel de sí misma.
Hay momentos en que lo narrativo vibra y se deshace en versos que bien podrían ser haikus. Ella busca respirar el territorio, absorberlo en sus pulmones y devolver una parte de sí al todo. La pintura que ilustra la portada es La otra Pampa”, óleo sobre madera de Mariano Perarnau –otro artista bahiense–, un cuadro sencillo de colores cálidos y suaves, de cielo despejado, casi una viñeta de la historia.
Odille es el tercer libro de Galay, en donde se puede apreciar una prosa minimalista y bella, suave y sin ostentaciones. Nunca sabremos cuál es la tragedia que lleva a Odille a dejar la nube de polución en la que se ha transformado la urbe para ella. Tampoco sabremos cómo será su regreso. La historia sucede en el mientras tanto de esa ida y esa vuelta.
Es una huida hacia adelante en busca de la mutación. ¿De qué trata Odille? Trata sobre el paso del tiempo y el desplazamiento como agente transformador. Un proceso que puede llevar a la transmutación alquímica o a la oxidación espiritual, según el caso.
Alejandro Galay
(Bahía Blanca, 1978) Licenciado en Periodismo y docente. Trabaja en campañas de comunicación institucional y prensa. Publicó el libro de relatos Pánico de trinchera” (Zona Borde, 2016) y la novela La manzana de las luces” (Malisia, 2017). Vive en Buenos Aires desde 1998.