Desde hace algunos años decidí dejar de tener expectativas; acepté que cuando uno hace algo imaginando cómo se desarrollará, no transcurre así y se hace presente la desilusión. Lo que debería ser solamente es, entonces la respuesta es hacer con un objetivo pero evitando dar lugar a la imaginación de cómo va a ser el proceso. De esta manera descubrí que se disfrutan mucho más las cosas y de sus procesos, ya que uno está presente siendo y experimentando cada momento, en vez de estar comparando con lo que la mente imaginó.
Gracias a esa decisión sostenida de hacer sin pensar qué ocurrirá, fue como llegué a este lugar donde había madera, agua, plástico, naturaleza, vidrio. Olor a repelente, ladridos de perros, motores que rugían, melodías que por momentos atravesaban el lugar. En una pantalla que insistía en hacerse notar, un número cuatro de color verde.
Se forma una ronda, ella se presenta y pone a nuestra disposición materiales para que descubramos. Circulan de mano en mano. Uno llama mi atención: tiene púas de colores en gran parte de su cuerpo, no son rígidas, no pinchan ni hacen daño. Algunas de esas púas contienen inscripciones que no logro desencriptar, las demás están en blanco. Otro de los materiales contiene el perfume de una planta que pertenece a la familia de las malváceas.
Llega el momento de presentarnos; en sentido antihorario cada quien comparte el motivo por el cual decidió entrar en el círculo. Hay personas con una marcada profesión, otras dedicadas a los viajes, a la docencia y a las artes. Un grupo en particular pertenece a una orden; les acompaña su Gran Maestre. Durante esta presentación, llega un ser cuyo nombre hace referencia a la palabra que se usa para indicar el halo de energía que emite una persona, y su apellido nos remite a la segunda parte de la primera estrofa del Himno a San Juan Bautista.
Nuestra guía nos presenta a su animal de poder: la tortuga. Para el Chamanismo el animal de poder simboliza el espíritu guardián, lleno de sabiduría, medicina y poder. Me pregunto: ¿cómo llegó a conocer a su animal de poder? ¿Tendrá o habrá tenido tortugas de mascota? ¿Habrá escuchado el tema Tortuga de Wini Wini que está compuesto utilizando los sonidos que traía un juguete chino que tenía la misma forma del animal mencionado en el nombre del tema? ¿Conocerá las dos tortugas que sostienen los pilares que se encuentran en el ingreso a La Sagrada Familia en Barcelona? ¿Sabrá sobre la Plastromancia?
Introspección es el acto de retraerse dentro del caparazón. Aguantar la respiración para sumergirse en las aguas más profundas del ser, dejar de escuchar el afuera, escarbar en nuestro interior para encontrar aquello que estamos buscando; volver a la superficie, renovar el oxígeno y volver a repetir la operación.
Recordé que mi padre una vez trajo una tortuga a la casa para que viviera en nuestro patio. Los hexágonos que conformaban su caparazón despertaban mi curiosidad de saber si, dentro de su composición, contenían información sobre el período Triásico desde el cual vienen sobreviviendo. Lo mismo pensaba (y pienso aún) sobre su mirada, llena de profundidad y sabiduría.
Cada vez que nos visitaban personas ajenas a la familia, se asombraban de verla, y si alguna de ellas volvía a visitar la casa, encontraba a la tortuga en otros lugares del patio: entre las plantas, cerca de la puerta de entrada al living, camuflada entre unas macetas.
Su movimiento era obra de mi padre, quien cada tanto la cambiaba de lugar.
Un día esferas gélidas cayeron desde el cielo y decidieron con mucha determinación, perforar su caparazón. Su cuerpo era de resina, pintada con un color verde oscuro de realismo hipnotizante. Fue reconstruida pero nunca volvió a ser la misma. Hasta el día de hoy se encuentra en terapia intensiva, dentro de una bolsa sobre un estante. “Se puede arreglar”, dijo mi madre.
Vuelvo de ese recuerdo con la voz de nuestra guía que nos invita a realizar una actividad: tomamos un papel y una lapicera, para entregarnos a la escritura catártica, esa en la que se escribe de corrido, sin realizar pausas, escribiendo lo que sentimos, oímos, recordamos, imaginamos y pensamos, sin buscar una trama o un objetivo, solamente escribiendo, así, sin pausas, dejando asentado en el papel lo que, no sé, no se me ocurre nada, ahora sí, tal vez no, esto no me parece relevante, pero alguien lo leerá, o no, o sí, o hará lo mismo, cuando vendrá la pausa, no lo sé…ella hace preguntas disparadoras, algunas me resuenan otras me hacen ruido pero no me ponen incómodo sino que me hacen pensar en qué responder pero viene otra y otra y otra pregunta, no queda otra cosa más que hacer que lo que hay que hacer, escribir sin pensar, escribir lo que se piensa, escribir por el solo acto de escribir.
Una pausa para volver al exterior, tomar oxígeno y a continuación, otra guía comparte la historia de una mujer que decidió escribir sin juzgar para centrarse únicamente en escuchar la voz del otro y la polifonía de relatos que acompañan su trayecto, observar sus gestos y su alrededor pero sin juzgar, para transmitir eso, lo que está, lo que está ahí.
¿Dónde está usted?
Usted está aquí. En el presente de su existir. Tu pasado llena de sabiduría los hexágonos de tu caparazón y el futuro se escribe con cada paso que das. De a momentos esos pasos parecen lentos, son lentos. La velocidad no es importante, si el ritmo que permite sostenerlos en el tiempo.
Mientras tanto, vivir es un desafío que se renueva cada día.
Dedicado a Marianela Jiménez, Daniela Spósito y a todas las personas que asistieron a las actividades guiadas por ellas en la Feria del Libro 2024.