Esta nota continúa la sección terror y misterios de Córdoba, un espacio dedicado a narrar los relatos, leyendas y personajes que conforman la mitología urbana y rural de la provincia. La propuesta busca explorar cómo el miedo, la fe y la imaginación se entrelazan en la identidad cultural cordobesa frente al festejo de Halloween como apropiación en tendencia.
Entre cadenas, dientes postizos y los susurros de los vecinos
Dicen que Córdoba, cuando se apaga el rumor de las motos y el viento baja del Suquía con olor a eucalipto y piedra húmeda, todavía guarda un eco antiguo. En los barrios del sur, entre el murmullo de los yuyos y el ladrido de algún perro insomne, muchos aseguran haberlo escuchado: el arrastre lento de unas cadenas que parecen venir desde el fondo del tiempo.
El Dientudo, así lo bautizaron los vecinos. Nadie recuerda su nombre real —si alguna vez lo tuvo—, pero su historia se repite en las cocinas y en las mesas de almacén con la misma devoción que un rezo. “Era un hombre que se volvió loco de amor”, dicen algunos. “Un alma en pena, castigada por sus pecados”, juran otros.
Lo cierto es que, según cuentan los viejos del barrio, su figura aparecía a la madrugada, descalzo, con la ropa hecha jirones y una dentadura que brillaba con una luz imposible. Arrastraba cadenas pesadas que dejaban marcas sobre la tierra, y cuando alguien se atrevía a mirarlo de frente, el aire se volvía helado y las luces titilaban. “No hablaba —decían—, solo gemía como si cargara un dolor que no se acaba nunca”.
Algunos lo vieron en la zona del Abrojal; otros, cerca de los viejos talleres de Alta Córdoba. Los relatos cambian, pero el miedo es el mismo. En los años ochenta, aseguran, fue cuando más se escuchó su andar: noches sin luna, calles desiertas, el tintinear metálico acercándose desde lejos. Hubo quienes le rezaron, otros corrieron, y también quienes salieron con una linterna buscando comprobar si era verdad o pura sugestión.
Con el tiempo, “El Dientudo” se convirtió en parte del paisaje invisible de la ciudad. Una sombra más entre tantas. Algunos lo asocian con otras apariciones, como la Chancha con cadenas o las ánimas del Cementerio San Jerónimo. Para los escépticos, no pasa de una leyenda alimentada por el miedo colectivo. Pero para los que aún escuchan cosas cuando el silencio se espesa, su presencia sigue ahí, viva y temblorosa.
Tal vez “El Dientudo” nunca existió, o tal vez sigue caminando, invisible, entre nosotros. Quizás cada cadena que arrastra no sea más que el peso de una historia que Córdoba no quiere olvidar. Porque esta tierra, dicen los que saben, no solo está hecha de piedra y río: también de sombras que se niegan a morir.
El misterio también acecha nuestra tierra: Caso Enrique Marchesini
