De qué se trata la crianza pantallocéntrica, que apacigua caprichos y disimula rabietas

Por Jorge Vasalo

De qué se trata la crianza pantallocéntrica, que apacigua caprichos y disimula rabietas

Desde mis ya 56 años, recuerdo mi niñez con mucha ternura, y aquellos días de bicicleta, bolitas, fútbol en diferentes canchitas, carreras y tantos juegos que inventábamos sobre la marcha con lo que teníamos disponible, y mi gran debilidad que eran las figuritas de jugadores. Eran días largos, íbamos a la escuela, mirábamos El Pájaro Loco, Meteorito, Los Tres Chiflados y distintas series en televisores en blanco y negro (incluso a veces con mucha “llovizna” en la imagen). En fin, hablábamos, corríamos, nos divertíamos un montón y todo “cara a cara”.

En cambio ahora, cuando veo a muchos jóvenes aferrados al teléfono celular entonces me siento un poco desorientado y trato de no ser prejuicioso, y me pregunto cómo se sentirán realmente en este presente tan cibernético y virtual y con la Inteligencia Artificial (IA) metiéndose en nuestras vidas como la última gran novedad. Ya no bailan lentos como nosotros y tampoco leen demasiados libros. Ahora los ídolos son Duki, Emilia, Bizarrap, Khea y otros más que hacen una música “rara” que llaman reguetón y trap. Por supuesto es entendible y natural que haya cambios con los gustos y aparezcan conductas nuevas; recuerdo a mi padre amante del folklore y del tango cuando se rascaba la cabeza al verme escuchando a Charly García o Génesis, y diciéndome entonces: “Me quedo toda la vida con la orquesta de Darienzo y Los Chalchaleros.

Por eso vale la pena consultar a la reconocida psicopedagoga cordobesa Liliana González, quien tiene una trayectoria de más de 30 años en el trabajo académico, escolar y la práctica del consultorio, y además es escritora y autora de once libros de permanente consulta por parte de madres, padres y docentes. A ella entrevisté días atrás.

¿Cómo observa a los chicos y jóvenes del presente?

-Permitime decir antes que nada que no me gusta generalizar, porque creo que no hay ni dos niños ni dos pacientes iguales. Aprendí con el tiempo que tenemos que centrarnos en las subjetividades evitando siempre los preconceptos. De todos modos, reconozco que existe lo que me atrevo a llamar “síntomas de la época” y por eso creo que hoy nos encontramos con muchos niños desbordados, con pocos límites, desafiantes, precozmente estimulados por las pantallas y las imágenes, que entre otras consecuencias pueden retardar la aparición del lenguaje pero además con un contenido más pobre. Estoy viendo también a muchos niños muy solos con padres bastante ocupados en sus trabajos o ausentes, y niños que se aburren en la escuela, algunos víctimas de bullying y con problemas para relacionarse con los compañeros, a veces con comportamientos hiperactivos y violentos. También veo a muchos niños medicados con diagnósticos apresurados, otros que sufren ansiedad, apurados por ser adolescentes pero sin la capacidad de vivir esa etapa todavía, con dificultades para disfrutar de la infancia y muy interesados en cosas de adultos. Por ejemplo los escucho hablando de criptomonedas, dinero, ropa, autos y otras cuestiones vinculadas con el consumismo de los mayores. También es frecuente ver adolescentes con dificultades para elegir lo que quieren, para hacerse cargo y comprometerse con armar proyectos, para poder llenar “el vacío existencial” con cosas gratificantes y no con soluciones mágicas como el consumo de drogas, conductas autoagresivas, embarazos no esperados. Pero, y más allá de este pantallazo, insisto que cada niño y adolescente es único, irrepetible y singular.

¿Cómo cree que la tecnología y las aplicaciones impactan en el contacto de cuerpo presente, en el cara a cara?

-Me parece que si bien la “explosión tecnológica” ha traído muchos progresos, muchas familias no han sabido ponerle límites, y entonces “tercerizaron” la crianza de hijos y nietos en las pantallas”. De hecho hoy se habla de Crianza Pantallocéntrica en la que aparecen la tablet y el celular apaciguando caprichos, disimulando rabietas, además de dibujitos animados en vez de las miradas y las palabras de los padres. Por eso hay niños que empiezan a hablar más tarde, porque los dibujitos hablan pero “no les hablan”, no hay diálogos, y entonces hay pequeños que a los tres años casi no pronuncian palabras. En tiempos de hiperconexión, lo que falta es la comunicación real, el encuentro con los gestos y las miradas. Pero además familias cansadas por tanto trabajo y también adictas a las pantallas, y que prefieren ir a la cama a ver una película en vez de acompañar a sus hijos al descanso para leerles un cuento o una historia, y así charlar y compartir un hermoso momento y un “baño de fantasía e imaginación”. Es lo que lamentablemente está sucediendo en muchos casos, con padres no disponibles, sin charlas suficientes y entonces nos encontramos con niños ensimismados, con dificultades para relacionarse, leer, escribir y comprender textos.

Es decir que el impacto sobre lo cognitivo y afectivo es muy importante

-Lamentablemente es así, pero además el exceso de pantalla está trayendo problemas auditivos y visuales con un aumento de niños miopes, lesiones en la columna y en las cervicales por la incorrecta postura de la cabeza durante muchas horas. Por supuesto el sedentarismo (que se potencia con la inseguridad sobre todo en las ciudades), ya que muchos niños eligen juegos virtuales a salir a patear una pelota, o andar en bicicleta o simplemente a encontrarse con amigos en la placita del barrio; de hecho aumentaron mucho las consultas por jóvenes que prefieren el aislamiento, que no se sienten queridos o tienen dificultades para socializar e integrarse a diferentes grupos. Es más, me atrevo a decir que hoy vemos más problemas de socialización que de aprendizaje.

¿Qué opina sobre el uso de celulares en las aulas?

Creo que si son usados como una herramienta didáctica para el estudio son útiles pero sí, en cambio, son usados para chatear con amigos debajo del pupitre mientras el docente da la clase, o para hacer apuestas ‘online’, o para en los recreos encerrarse en una burbuja tecnológica, entonces son perjudiciales porque distraen e impiden el proceso de aprendizaje y las relaciones con los otros compañeros. En este sentido, y si no se pudiese limitar el uso en beneficio del estudio, entonces habría que pensar en regular el ingreso de los celulares a las escuelas.

Ni hablar de los juegos por dinero o en la lotería virtual, algo que parece increíble y de ciencia ficción, con niños que llegaron a robar plata a los padres, o a gastarse el dinero del almuerzo o la merienda para seguir apostando. No podemos permitir estas conductas, tenemos que ponerle frenos y límites. Son dos culturas opuestas: por un lado la enseñanza del esfuerzo, del saber y el conocimiento, la preparación para el futuro; y, por el otro, el dinero fácil, el individualismo y el materialismo.

¿Qué sería lo mejor que podríamos hacer los adultos con nuestros niños y jóvenes? ¿cuál es su recomendación?

-No podemos negar este presente invadido por la tecnología, pero sí podríamos evitar la exposición precoz frente a las pantallas y demorarla todo posible, crear espacios de conversación, charlas y diálogos en casa, volver a leer y también junto a nuestros hijos, y como padres asumiendo el compromiso de marcar el camino con el ejemplo. También sería bueno que en las escuelas haya espacios para el pensamiento crítico, y así hablar de la música que escuchan, las series que ven, las redes que consumen y los temas cotidianos que les preocupan a nuestros jóvenes. El desafío entonces es enseñar el buen uso de lo virtual, lo cual implica controlar, revisar y discutir sobre los contenidos, y sobre todo en un ámbito de diálogo y confianza.

A modo de conclusión creo que los adultos educadores, padres, abuelos, docentes tenemos que intentar lograr un equilibrio entre lo real y lo virtual, y entonces a las pantallas tenemos que agregarles el deporte, el encuentro con los demás, el juego, el amor a la naturaleza, las miradas, los abrazos. No se trata de demonizar los progresos tecnológicos pero a las pantallas tenemos que sumarles humanidad y por eso creo que sería muy bueno volver a enamorarnos y enamorarlos de las palabras. Se trata de un tema complejo pero de algo estoy segura: “En las pantallas no está el sentido de la vida” que, en cambio, sí podemos encontrar al relacionarnos con los otros, y por supuesto en disfrutar de nuestras pasiones.

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