El techo del globo

Por Esteban Maturin

El techo del globo

En la simbología del optimismo, los extremos máximos alcanzables constituyen el botón de todas las muestras. Y de esos extremos, aquellos logrados merced a la inventiva y al esfuerzo del hombre domeñando la técnica y los límites que impone la naturaleza, se alzan como los botones dorados.

En esta lógica de adelantados y conquistadores modernos, durante más de cuatro décadas del siglo XX el Empire State Building fue el rey: desde el nivel de la vereda hasta la punta del pararayos de su antena principal la opulenta torre se eleva 443 metros, en el número 350 de la Quinta Avenida de Nueva York.

Durante esas cuatro décadas tan optimistas y victoriosas, mientras el jazz ocupaba los clubes del Midtown, el rock atronaba en los edificios estudiantiles del West Village y la bachata comenzaba a reemplazar a las trompetas y a los tambores cubanos en el Harlem, el Empire State fue el techo del mundo, la máxima altura alcanzada por la tecnología arquitectónica y constructiva.

Y fue, también, la posibilidad de contemplar ese mundo que él mismo presidía desde arriba: cualquiera, democráticamente, pudo subir hasta la terraza de su observatorio en el piso 86 (y aún hasta el balcón del piso 102, para tararear, con el viejo Frank Sinatra, “I wanna wake up in a city / that doesn´t sleep, / and find I´m king of the hill, / top of the heap…”)

Hoy esos extremos, esos bordes de lo posible son parte de la historia y el límite de las altas azoteas se ha incrementado en otros horizontes, alejados todos del “Estado Imperial”: en las ciudades artificiales de los desiertos petroleros o en los sobrepoblados puertos del Oriente.

Aún así, yo sigo disfrutando de los atardeceres malva desde ese mirador de Manhattan, y no puedo evitar, acodado en los bordes de su balconada, pensar en el enorme King Kong de celuloide escalando intrépido la torre, desde su lobby “art decó” hasta la antena que señala la proximidad del cielo, mientras canto bajito “I´m gonna make / a brand new start of it / in old New York. / And if I can make it there, / I´m gonna make it anywhere…”

 

Quiero despertar en una ciudad / que nunca duerme, / y encontrar que soy el rey de la colina, / el primero de la fila…

Voy a empezar / de nuevo, un nuevo comienzo / en la vieja Nueva York. / Y si puedo hacerlo ahí, / podré hacerlo en cualquier parte…

Frank Sinatra, “New York, New York”

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