Enamoradazo hasta las babas

Por Mauricio Petrei

Enamoradazo hasta las babas

Esto empezó hace años y está cada vez peor. Me pasó con los grandes hitos, como tenerlas por primera vez en brazos, con sus primeros pasos, sus primeras palabras, pero también me pasa todos los días y con pequeños hechos.

Por ejemplo, ayer a la tarde fuimos a la plaza. Después de una sesión de vaivenes (para ella brevísima, para mi extensísima) ayudé a mi hija menor a bajarse de la hamaca y apenas tocó el piso salió disparada hacia el tobogán. Me quedé embelesado con la forma en que tomó las curvas. Busqué con la mirada a mi hija mayor, que hasta hace unos minutos le había estado dando batalla al trepador, pero no la vi más ahí. Unos segundos después, la encontré en la otra punta de la plaza conversando con otra nena y me puso feliz ver la facilidad que tiene para conocer gente y hacer amigos.

Más tarde, emprendimos el protestado y postergado regreso en el que suelen intentar reabrir las negociaciones. Yo caminaba con el pecho inflado, orgulloso de mis hijas, aunque no estaban haciendo otra cosa más que caminar y quejarse de tener que volver a casa.

La necesidad (más mía que de ellas) de respetar la rutina, nos hizo pasar rápidamente al momento del baño y la higiene. Cuando intenté ayudar a la menor con el shampoo, me dijo casi con un grito “no, yo puedo sola”, y me volvió a inundar ese orgullo que me da cuando la descubro peleando por su autosuficiencia, aunque al cerrar la canilla tenga una parte del pelo todavía seco.

Terminamos de cenar y la más grande me preguntó si podía leernos un cuento antes de dormir. Sé que lo hizo para postergar el fin del día, pero también sé que podría quedarme horas viéndola decodificar todas esas letras y palabras tan nuevas para ella.

Le dije que sí, de la misma manera que le diría a cualquiera que me pregunte si estoy enamorado de mis hijas.

Quizás debería haber marcado límites más claros, decir un no a tiempo, anticiparme a su jugada y mostrarme firme. Posiblemente ellas mismas me lo reclamen de grandes y más todavía cuando vean en las fotos que las dejaba ponerse la ropa que ellas elegían. Pero también creo que es válido mi derecho a tener al menos dos o tres días del padre por semana.

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