La historia del rock está formada por diversos artistas que, con el correr de los años, marcaron su huella y fueron dejando un legado. Tal es el caso de Enrique Bunbury, que desde sus comienzos como vocalista en la mítica banda Héroes del Silencio, y luego en su extensa carrera como solista, se erigió como un ícono del género en español.
Nacido el 11 de agosto de 1967 en el municipio de Zaragoza, España, bajo el nombre de Enrique Ortíz de Landáruzi Izarduy, Bunbury inició su recorrido musical de manera profesional en la década de los 80. Si bien se interesó por la música desde muy chico y fue parte de varias bandas como Apocalipsis, Rebel Waltz, Proceso Entrópico y Zumo de Vidrio, pegó el salto a la fama mundial con Héroes del Silencio, grupo que formó en 1984 junto al guitarrista Juan Valdivia, el bajista Joaquín Cardiel y el baterista Pedro Andreu. Juntos, experimentaron un gran éxito en España e Hispanoamérica, así como en varios países europeos como Alemania, Bélgica, Suiza, Francia e Italia, convirtiéndose en uno de los grupos más exitosos de la historia del rock en español.
Admirado sin condiciones por su público y con una prensa que siempre lo miró de reojo, Enrique Bunbury mostró desde sus inicios no solo tener notables cualidades artísticas, sino también ser un excelentísimo frontman, que hacía vibrar al público en cada una de sus presentaciones.
Una vez culminada su etapa en Héroes e iniciada su carrera solista, allá por 1997 -y donde experimentó distintas propuestas musicales en cada uno de sus discos- fue cuando mostró su expresión más completa, no solo por tener un extenso repertorio repleto de hits que con el correr del tiempo fue renovando, sino por su concepción de lo que es un espectáculo completo: voz, gestos, un carisma increíble, vestuarios, teatralidad, rabia escénica, escenografía y músicos brutales. Todo en una perfecta sintonía y unidad que hacían de los shows de Bunbury sean una auténtica joyita.
También es verdad que su oferta no tiene que ser necesariamente aplaudida por todos, al fin y al cabo, es arte, y como ya todos sabemos, no existe nada más subjetivo, pero es que incluso hasta en la más absoluta indiferencia hacia su propuesta se puede reconocer su magnetismo arriba de un escenario.
El zaragozano destacó en su generación por ser absolutamente versátil, como pocos en el rock en español. Sus más de 1.500 shows en todo el globo hablan por sí solos, y su extensa obra replicada en todas las plataformas digitales lo confirman. Solo en Spotify, el artista cuenta con más de tres millones de oyentes mensuales y 27 materiales discográficos, entre EPs, colaboraciones, compilados, shows en vivo -uno enteramente en Argentina, por cierto- y discos de estudio, donde repasó distintos géneros como el blues, flamenco, tango, salsa, milonga, bolero, cumbia y música de cabaret, árabe y electrónica, pero siempre manteniendo su esencia rockera. El número de materiales discográficos asciende a 47 si contamos también todo lo lanzado por Héroes del Silencio. Sin dudas, un artista colosal que, sorpresivamente, en 2022 y en medio de una gira por México y Estados Unidos, decidió ponerle fin a su carrera, al menos arriba de los escenarios.
“Desde hace unos años llevo arrastrando un malestar que me ha costado mucho localizar y comprender. Posiblemente, desde la gira de Mutaciones en los años 2015-2016 y sobre todo en la de Expectativas, en los casi dos años y medio que duró el tour, entre 2017-2019″, comenzó relatando el artista en un comunicado dirigido a sus millones de seguidores en redes sociales.
Y si bien la llegada de la pandemia y la suspensión de shows en todo el mundo (tenía programado un concierto en nuestro país para el 25 de marzo de 2020) le dio un descanso a sus giras, el artista no pudo superar sus molestias. “El parón de las giras internacionales, en 2020 y 2021, me hizo pensar que quizás mi mal se había diluido y las ganas de reencontrarme con público, técnicos y músicos encima de un escenario, era una fuerza mucho más poderosa. Lo que me ha sucedido en la gira mexicana, corrobora todo lo contrario y confirma y adelanta una decisión que sabía cercana”, expuso.
Y continuó: “Desde el momento que salgo de mi casa y comienzan viajes y shows, un compendio de síntomas y dolores me acompañan desde la mañana hasta el momento de subirme al show. He escuchado diferentes nombres y diagnósticos. La verdad es que mi garganta se cierra y se irrita, y mis vías respiratorias dificultan el más leve ejercicio y la ejecución de mi trabajo. De manera que lo que normalmente era un placer y deleite, se ha convertido en una fuente de inmenso dolor y sufrimiento”. Y aclaró: “Nada de esto ocurre jamás, si no estoy de gira”.
“Así, he tomado la decisión, muy meditada y consciente, de abandonar mi actividad interpretativa en conciertos y tours. Los conciertos que quedan pendientes de aquí a septiembre de 2022 en Estados Unidos y España serán los últimos que realice”, confirmó luego, algo que sorprendió y entristeció a sus fans.
El retiro de Bunbury de los escenarios significa otro duro golpe para el rock, y más aún para el género en español, que con el correr de los años pierde cada vez más intérpretes y va mutando hacia otros horizontes. Las nuevas formas de hacer y escuchar música, más la irrupción de nuevos géneros urbanos que en la actualidad invaden el ambiente musical, hacen la noticia que lanzó Enrique signifique que otro pedazo de rock se nos va. Ojo, no se trata de una crítica hacia las nuevas generaciones de artistas -no es la intención de este artículo-, sino más bien se intenta transmitir la sensación de tristeza y nostalgia que nos deja, a los millones de rockeros en el mundo, el retiro de uno de los grandes.
Eso sí, Bunbury también nos deja algo de esperanza para el futuro: tal como él mismo lo dijo, es probable que de ahora en más se dedique a dibujar y escribir libros de poesía. También dejó abierta la posibilidad de seguir componiendo canciones e incluso grabar más discos, aunque descartó presentarlos arriba de las tablas.