Sabido es que los Pueblos que pierden la memoria posiblemente repitan lo peor de sus historias. Por estos tiempos, vivimos en Argentina y -según los dichos del propio presidente Javier Milei– un regreso a las políticas sociales y económicas de los años 90, en los que, en palabras del fallecido ex ministro menemista Roberto Dromi, “nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”. Más allá de las diferentes ideologías y puntos de vista, siempre es bueno echarle un vistazo a nuestro pasado para poder repensar nuestro presente con un poco más de claridad.
Hace algunos días disertó en nuestra ciudad el historiador Felipe Pigna, quien entre otras cosas manifestó que “ningún país puede prescindir del Estado”. “Que haya que reformarlo y mejorarlo no significa que haya que eliminarlo. De hecho, fracasaron todos los intentos por hacer desaparecer al Estado, incluso el de los anarquistas españoles. Pero además, los grandes capitales y empresarios como Elon Musk, no hubieran llegado a ser lo que son sin un Estado fuerte como tienen las potencias más importantes del mundo como Estados Unidos, China, Japón y Alemania, entre otras”, expresó.
Claro que, también por estos días, se vuelve a plantear la lucha de clases y la redistribución de la pobreza y de los recursos, favoreciendo a los sectores más poderosos, y perjudicando a los más vulnerables, como ya sucedió tantísimas veces en nuestros 214 años de historia. Como dice Pigna, posiblemente podamos comprender mejor la situación del presente si revisamos algunos eventos históricos poco conocidos o distorsionados por el relato oficial.
En esta nota repasamos algunas de las reflexiones que dejó la disertación del historiador en su paso por Córdoba.
Las invasiones inglesas y Martínez de Hoz
En junio de 1806, los ingleses que ya estaban en Sudáfrica decidieron invadir Buenos Aires buscando la plata de Potosí y otras riquezas. Los habitantes de la principal ciudad del Virreinato del Río de la Plata, no tenían manera de evitar el desembarco de las tropas inglesas al mando del general Beresford, quien rápidamente se apoderó de los caudales, mientras el virrey Sobremonte huía desesperadamente junto a su familia a nuestra ciudad. Así las cosas, los porteños conducidos por Pueyrredón, Alzaga y Liniers organizaron la Reconquista, mientras varios integrantes de la élite porteña se ponían al servicio de los invasores.
Cuenta Pigna que a Beresford le regalaban dulce de leche y de batata en bandejas de plata, que el inglés jamás devolvía. Lo notable es que algunos de estos poderosos comerciantes españoles fueron totalmente serviles durante los 46 días que duró la ocupación, como fue el caso de José Martínez de Hoz, nombrado al frente de la Aduana. Ya en 1810, y en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, votó en contra de la formación del primer Gobierno Patrio. Vale aclarar que uno de los descendientes de este personaje acomodaticio fue José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía de Jorge Rafael Videla durante la dictadura genocida.
El exilio del padre de la Patria
Resulta increíble que un prócer de la envergadura de José Francisco de San Martín, y más aún después de haber liberado América del Sur del yugo español, junto a Bolívar y otros patriotas, haya sido hostigado, amenazado de muerte y echado del país por Rivadavia y Alvear, quienes en 1815 habían impulsado un protectorado británico para las Provincias Unidas. Y lo hicieron de la peor manera, mintiendo y escribiendo falsedades con infames campañas de prensa en contra de San Martín, incluso con un libro trucho escrito por Alvear, “Primera Parte de la Vida de San Martín” y que supuestamente era una autobiografía en la que San Martín se auto incriminaba en delitos que nunca existieron. La persecución fue tan tremenda que San Martín se tuvo que ir a Europa, y mientras Rivadavia tomaba nuestra primera deuda externa con la Baring Brothers.
A finales del 1828 San Martín intentó regresar a Buenos Aires, pero finalmente no desembarcó al enterarse del artero fusilamiento de Manuel Dorrego, un patriota que había luchado por la Independencia junto a su victimario, el general Lavalle. Días antes y como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Dorrego había suspendido el pago del empréstito a la Baring por considerarlo ilegal, por lo que sufrió el primer golpe de Estado de nuestra historia. Al enterarse de lo ocurrido, San Martín permaneció en el barco, ni siquiera bajó a dejar floren en la tumba de Remedios de Escalada, y acusó abiertamente a Rivadavia por el crimen de Dorrego.
Rosas, Urquiza y el poder de la oligarquía
Allá por 1830, la oligarquía argentina más poderosa se acomodó con Juan Manuel de Rosas, un hábil terrateniente bonaerense con buenos vínculos con varios gobernadores del interior y con un marcado sesgo nacionalista y defensor de nuestra soberanía. En una gran muestra de pragmatismo, los Anchorena, los Santa Coloma, los Alzaga Unzué, y muchos otros, se acomodaron con Rosas hasta que fue derrotado en la batalla de Cepeda, y ahí nomás, se juntaron brevemente con Urquiza durante dos meses para luego tomar directamente ellos el poder con Pinto y Alsina.
Bartolomé Mitre, el primero en escribir la historia
Bartolomé Mitre fue el primero que intentó documentar la historia, desde su mirada liberal, y en tal sentido escribió dos libros importantes: “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina” e “Historia de san Martín y de la Emancipación Sudamericana”, en el que claramente se posicionó del lado de Rivadavia en su disputa contra San Martín. También en 1970 fue el fundador del Diario la Nación, ícono del conservadurismo incluso hasta nuestros días
Mitre fue gobernador de Buenos Aires y luego Presidente de la Nación, tras el extraño triunfo militar sobre Urquiza en la batalla de Pavón, y en la que el entrerriano se retiró cuando estaba venciendo y para supuestamente cumplir con un compromiso previo acordado con Mitre. Ante la resistencia de caudillos del interior para aceptar el predominio de Buenos Aires en la nueva organización, Mitre no dudó en mandar a matar cruelmente al riojano Angol “Chacho” Peñaloza. Sin dudas, con Sarmiento, Avellaneda y Roca, el Proceso de Organización Nacional y la unidad bajo el centralismo porteño, el predominio del “círculo rojo” en aquellas décadas estaba asegurado.
Leandro Alem y el “que se rompa, pero que no se doble”
A la luz de las últimas alianzas y posicionamientos políticos del radicalismo actual, o de buena parte de su dirigencia, es llamativa la distancia con aquella Unión Cívica Radical nacida en 1891 y embanderada en la defensa de los derechos del Pueblo, desoídos por los Autonomistas que priorizaban los intereses de la clase dominante. Fue Leandro Alem quien entregó su vida por valores vinculados a lo Nacional y a lo Popular, en una rebeldía que se quedó corta pero que sin dudas abrió el camino para el final de las elecciones fraudulentas y la llegada a la presidencia de Hipólito Yrigoyen.
La oligarquía no entendió a Perón
El Peronismo fue un fenómeno inesperado para la oligarquía argentina y también para la Izquierda, y para la política argentina en general. De hecho, Juan Domingo Perón al poder real de ese momento no los confrontó sino que les ofreció una alianza ante “el peligro del comunismo”. Por eso, los convocó en la Bolsa de Comercio en febrero de 1944 y les dijo: “Ustedes en vez de ganar 100, traten de ganar 50 y estemos todos tranquilos. Trabajemos juntos”. A la luz de los hechos sucedidos a partir de 1945, la oligarquía quería seguir ganando 100.
En síntesis, la gran mayoría de los gobiernos a lo largo de la historia argentina gobernaron en favor de los sectores poderosos, con muy pocos momentos de progresos para las clases populares. Sin dudas, la expresión “70 años de peronismo” es una ficción insostenible.
“La verdad Felipe, no sabía que a San Martín lo habían calumniado y hasta amenazado de muerte, y obligado a irse”, le expresé a Pigna tras la charla que dio en la sala mayor del Hotel de la Cañada. “Pocos lo saben. La versión oficial es que se autoexilió cuando en realidad fue víctima de una campaña infame. Te repito: San Martín se tuvo que exiliar echado por Rivadavia”, remató el intelectual.