Femicidio y redención

Por Juan José Burzi

Sobre el libro La Antártida del amor, de Sara Stridsberg.

 

Sara Stridsberg es una de las escritoras más aclamadas de Suecia. Autora de cinco libros, varias obras de teatro y relatos, Nórdica acaba de editar en español su último libro, La Antártida del amor, finalista del premio Booker.

En La Antártida del amor, Stridsberg pone el foco en la vida de una prostituta, adicta a las drogas, que ha sido brutalmente asesinada y descuartizada sin una razón aparente. De hecho, la razón es lo de menos. A Stridsberg no le interesa ni el quién ni el por qué, apenas el cuándo. Lo que la novelista hace con cierta ternura desgarradora es más bien fijar la mirada en la víctima. Stridsberg escribe sobre esa muerte una y otra vez, hasta sus últimas consecuencias.

En una entrevista, la autora sostuvo: “Tuve la sensación de estar atrapada yo misma en el bosque, en ese lago plateado, sin ninguna posibilidad de escapar. Después de terminar la novela, mi cuerpo estaba completamente roto, se desmoronó. Cuando fui al médico y me hicieron una radiografía, me di cuenta de que mi cuello estaba dañado exactamente en el mismo punto donde el cazador de la novela le cortaba el cuello a Inni, justo entre la quinta y la sexta vértebra cervical. Esa información hizo que se me congelara la sangre por un momento”.

Yendo directamente a la novela en sí, lo que formula la autora es que con demasiada frecuencia nos centramos en el momento de la violencia y en el asesino, pero no en la víctima. Empatizamos, pero nos distanciamos del trauma de la familia y los amigos que deja. ¿Qué pasa con las vidas de las víctimas y de muchas otras que sufren un destino similar?

Stridsberg nos sumerge en la vida de una de esas mujeres, Inni, y el legado que deja tras de sí. Se trata de un retrato profundamente conmovedor de una vida truncada, contada por la propia víctima desde el más allá, libre de juicios pero rica en comprensión, que se vuelve aún más profundo e intrigante por las reflexiones de la víctima y su falta de enfoque en el perpetrador. El acto de su muerte ya no es el momento decisivo en la vida de Inni; ya no es un final. Se trata de lo que Inni dejó en el mundo: una vida compleja y caótica, con todas sus penas, dolor y sufrimiento.

El asesinato de Inni es brutal y, sin embargo, también banal y sórdido; su agresor es patético e insignificante. No se trata de una novela de misterio, nunca sabremos demasiado del asesino, sino que se presenta como una meditación sobre el crimen más recurrente y generalizado de la sociedad: la violencia contra las mujeres. Inni conoce, a los veinticuatro años, al hombre que la llevará a un bosque, la estrangulará, desmembrará su cuerpo y desechará sus partes en dos valijas. Finalmente, un paseador de perros encontrará sus restos.

La Antártida del amor contrasta una prosa efusiva con pasajes crudos de fría crueldad y tragedia, y momentos de sufrimiento insoportable que lo consumen todo. Cuando Inni muere, quedan sus padres separados, un marido enfermo y dos hijos pequeños, Valle y Solveig. En una narrativa cronológicamente fluida, recorremos el páramo de la vida de Inni. Sus padres, pareja disfuncional, la dejan crecer a su suerte luego de la pérdida de su hermano pequeño en un accidente. Al llegar a la edad adulta, mal preparada y dañada emocionalmente, Inni cae en la adicción a las drogas, el trabajo sexual y el embarazo a una edad temprana. La infelicidad de su vida plantea la pregunta de hasta qué punto era evitable ese final terrible que, en cierta medida, ella pareció propiciar.

“Somos hormigas gigantes que transportamos a los muertos sin comprender por qué, simplemente los llevamos camino del agujero que el sepulturero ha excavado en la tierra. Todos lloran salvo yo, pero es que hay algo que se ha petrificado dentro de mí. No son solo las lágrimas, también es algo más. Un desengaño absolutamente hondo, radical, es el punto de congelación de la sangre, es la Antártida más extrema del amor”, reflexiona en un momento.

Después de su muerte, vemos a su madre, Raksha, luchando con su pérdida, y a su hijo Valle cayendo en algunas de las mismas trampas que Inni. Pero a pesar de toda la brutalidad y el dolor de su vida, también percibimos el amor: un vínculo real e inquebrantable que existe incluso cuando las personas parecen pasar todo el tiempo haciéndose daño y aumentando la miseria de los demás. La figura de Solveig, hija que dio en adopción recién nacida, parece ser quien redime la existencia tortuosa de su madre mediante una melancólica felicidad.

Esta es una novela sobre el amor, la pérdida y la fragilidad: toda vida tiene un peso, incluso aquella que no fue bien vivida y a simple vista, desaprovechada.

Salir de la versión móvil