García Montero: «Vivimos con la esperanza de cuidar y ser cuidados»

El actual director del Instituto Cervantes es uno de los poetas más importantes de habla hispana, estuvo en Córdoba y fue distinguido con el Doctor Honoris Causa por las autoridades de la UNC

García Montero: "Vivimos con la esperanza de cuidar y ser cuidados"

Silvia Barei y Nelson Specchia (Especial para HDC)

Luis García Montero llega, una vez más, a una ciudad que le gusta, donde tiene amigos y amigas, para participar del Congreso de Hispanistas. García Montero ha favorecido a nuestra ciudad muy especialmente desde su lugar de presidente del Instituto Cervantes, la institución pública peninsular que vela por la lengua que usamos todos (“la segunda lengua más hablada del mundo, tras el chino”, recalca), y desde un lugar que trasciende la mera “hispanidad”, en el sentido de propiedad de la metrópoli ibérica.

La Universidad Nacional de Córdoba aprovecha su nueva visita para concederle su máxima distinción, el Doctorado Honoris Causa, y el acto se desarrolla en el Salón de Grados, mientras los trabajadores de los Servicios de Radio y Televisión de la UNC protestan en la puerta por los despidos y el vaciamiento de la radio y el canal universitario. Los bombos, redoblantes y cánticos de protestas se mantienen durante la hora y media del Doctorado, García Montero da su discurso, con voz firme y clara, que apenas logra superar el volumen de las protestas. Al finalizar, mientras los trabajadores de los SRT siguen en la calle al rector John Boretto, García Montero nos recibe en un aparte, en la gran mesa del viejo salón del Consejo Superior Universitario, en el Rectorado histórico.

Se lo ve tranquilo, a pesar de la tensión del ambiente, y sus ideas y opiniones son tan claras y contundentes como acostumbra. De ese largo diálogo, mientras esperamos la hora del almuerzo, rescatamos estas ideas suyas para HOY DÍA CÓRDOBA sobre la militancia cultural; el inexcusable tema de las relaciones bilaterales entre Argentina y España, tras el desaguisado protagonizado por los jefes de sus respectivos gobiernos que han llevado a una inédita crisis diplomática; sobre la lengua común; sobre su poesía; sobre el amor; y sobre el amor que ha marcado su vida: Almudena Grandes.

Mientras se alejan los bombos por la calle Obispo Trejo, Luis García Montero dice: “Yo estoy acostumbrado a estos eventos, la vida universitaria las actividades culturales no se separan de la historia social… Estoy muy emocionado por el reconocimiento de la Universidad Nacional de Córdoba, que es una de las grandes universidades de nuestra comunidad, de la comunidad del español; conozco bien su historia, pude conocerla hace años, a través de mi relación con Graciela Ferrero, que hoy es la decana de la Facultad de Lenguas, una profesora de Literatura con la que tengo relación desde hace mucho tiempo; también colaboramos en el Congreso Internacional de la Lengua Española, donde la UNC jugó un papel muy importante. Y tuve oportunidad de participar en el homenaje a Juan Larrea, el poeta y escritor español que vivió parte de su exilio aquí, en Córdoba; y, así, viniendo a visitar amigos con los que mantengo relaciones cercanas. De manera que ha sido una alegría poder participar ahora en este Congreso de Hispanistas, y que eso coincida con el grandísimo honor de este reconocimiento personal del doctorado que acaban de entregarme.

Yo estoy convencido que la cultura no sólo superará esta coyuntura problemática entre nuestros dos países, es más: la relación cultural entre Argentina y España no está dañada; hay motivos históricos, y motivos de presente, para que la relación entre España y Argentina sea una relación fraternal de compromiso.

En este viaje, que ha coincidido con esta situación difícil, lo hago en parte como director del Instituto Cervantes; y, claro, yo dirijo esta institución nombrado por el gobierno de coalición progresista que apoyo, porque a mí me parece fundamental que la política sirva para intentar dignificar las inversiones en la educación pública, la salud pública, los salarios de la gente, y creo que en España -más allá de las discusiones superficiales, de ruidos que a veces ensucian la política- se está viviendo un momento de dignificación de la vida social y del respeto a la gente, y yo apoyo claramente este momento.

Pero no hace falta ocupar la dirección del Instituto Cervantes para preocuparse por el ascenso de la extrema derecha en el mundo, lo hemos visto como peligro en Brasil; lo hemos visto con Trump en Estados Unidos; lo estamos viendo en América latina y lo vemos también en Europa: Francia, Alemania, Italia, Holanda, Hungría… a partir de ahí, pues yo creo que a la gente de la cultura esto nos compromete a reivindicar los valores fundamentales de la democracia, de los derechos humanos, de la libertad entendida como diálogo de una comunidad y no como la ley del más fuerte. Y, de alguna manera, esos valores en los que yo me he formado, los de esta España progresista, son los que intentó ejercer en el Instituto Cervantes, que tiene, como misión desde su fundación, trabajar por el español y por la cultura en español; porque en la época del franquismo -esta época que añora la extrema derecha- les gustaba jugar a ser imperialistas, parecía que éramos los dueños del imperio… pero eso no tenía ya ningún sentido en el siglo XX.

Los españoles, y eso lo tenemos muy claro en el Instituto Cervantes, somos apenas el 8% de los hablantes de un idioma que tiene ahora 500.000.000 de usuarios. El primer país del mundo en número de hablantes es México; el segundo ya son los EEUU, con más de 60.000.000 de hablantes nativos; el tercero es Colombia; el cuarto España; el quinto Argentina, y así. Por eso nosotros trabajamos no por la “cultura española”, sino por la cultura en español: somos la segunda lengua en hablantes del mundo después del chino mandarín, y por eso nos conviene mantener nuestro entendimiento, y nuestra unidad en la diversidad.

Es fundamental el respeto a la diversidad; el imperialismo está fuera de cualquier sentido, nadie es dueño del idioma. La Academia de la Lengua Española comprendió que el Diccionario de la Lengua no podía ser el diccionario hecho en España, sino el diccionario hecho por todas las academias de la lengua, en todos los países que lo hablan. Y no es que los andaluces hablemos peor que los de Salamanca; o que en Buenos Aires se hable peor que en Bogotá; o que México se hable mejor que en Guatemala… no, nada de eso, es que se habla según el sitio donde se habla, ¡y eso es lo que nos da fuerza como lengua materna!

Y otra de las tareas fundamentales, desde que se fundó el Instituto Cervantes, es que al hablar de cultura española no sólo se habla del español: es que las tradiciones de las lenguas en España son muy importantes, el catalán, el euskera, el gallego La diversidad es una forma de mantener el respeto a la unidad; y eso lo hacemos también colaborando con otras muchas instituciones latinoamericanas, para proyectar una internacionalización del español pero con mucho respeto a las lenguas originarias. Así, formamos una plataforma, CANOA (que es la palabra indígena primera que entró en la lengua española), y ahí trabajan instituciones de todos los países latinoamericanos… CANOA es como una navegación conjunta, y, además, al servicio de los seres humanos, como las canoas de los ríos, que tienen tan cerca la mano humana a la hora de navegar… y tenemos al Instituto Caro y Cuervo, en Colombia; el Centro Cultural Inca Garcilaso, en Perú, y así, y por eso es cultura española en su diversidad: nadie es dueño del idioma, y trabajar todos juntos es respetar la diversidad.

Respecto de mi escritura, yo estoy muy agradecido a la poesía, porque, como era mi vocación, me ha servido para encontrar una respuesta a lo que me estaba pasando, tras la muerte de Almudena. Cuando hay golpes tan fuertes, lo que se queda uno es en el vacío, pierde sentido la vida. Y a mí me ha ayudado mucho la poesía, porque me ha ayudado a reflexionar, más allá de mi propio pozo de dolor, porque al escribir sobre el amor, sobre la muerte, los poetas intentamos superar nuestro yo biográfico para llegar a la condición humana; y en ese sentido, yo, al reflexionar sobre la muerte desde la literatura medieval española, la oración de despedida del Arcipreste de Hita, o Jorge Manrique, hasta toda la poesía contemporánea que me ha acompañado, como el maestro Jorge Luis Borges, Gianuzzi, Rosalía de Castro, Federico García Lorca… pues, he reflexionado sobre la muerte, y he salido de mi pozo aislado para pensar la condición humana, y ahí he podido arreglar algunos sentimientos, para que no domine el vacío, y volver a pensar en un nosotros.

Pasado el dolor extremo, pues la poesía me ha enseñado a valorar lo importante que ha sido vivir durante 30 años una historia de amor con una persona a la que admiraba tanto como Almudena; me ha servido también para celebrar que, en medio de la pandemia, que hizo que tanta gente muriera en soledad, yo pudiese cuidar a la persona a la que quería, hasta verla morir en mis brazos. Y me ha servido para comprender que en este mundo narcisista, donde cada uno va a lo suyo, conviene que la conciencia te invite a pensar en que somos seres vulnerables, y que a la hora de establecer reglas de convivencia -puede ser en la literatura, entre un autor y un lector; puede ser en sociedad, en un contrato social; o puede ser en el amor, en que dos personas construyen un nosotros- es mucho más importante ser conscientes de la vulnerabilidad que tener tentaciones de predominio y de dominación, porque la vulnerabilidad es lo que nos invita a la raíz de nuestra convivencia: que es que todos necesitamos cuidar y ser cuidados. Y vivimos con la esperanza de que nos cuiden, y de ser cuidados. Ahí se funda el verdadero amor. Y, en ese sentido, poemas sobre la enfermedad y sobre la muerte te ayudan a comprender cuáles son las razones últimas de la convivencia del ser humano, y te da una respuesta sobre el vacío y te invita a seguir hacia adelante”.

 

Salir de la versión móvil