La gentrificación de internet

La web ya no es lo que era. Treinta años después estamos acá, también frente a una pantalla, pero la conexión es silenciosa e invisible.

La gentrificación de internet

Esta columna toma su título, e idea central, del libro “La gentrificación digital – Notas sobre cómo internet se volvió corporativa” de José Heinz. El autor es un experimentado analista cultural y describe esa sensación que muchos venimos sintiendo: internet ya no es lo que era. No (sólo) por nostalgia del territorio que tantas sensaciones nos dió, sino porque alguien encendió todas las luces y ahora vemos que el barrio cambió para siempre.

Handshaking

Hace una buena cantidad de años, nos sentábamos frente a las computadoras -que eran artefactos caprichosamente grandes, feos y de color blanco amarillento- para sumergirnos en la web. Eran verdaderas inmersiones. Había que hacer doble click en el ícono del módem para que se emitiera un canto ritual que empezaba con el tono telefónico, y era seguido por el recordado KRRRSHHH-CHIIIII-CHHH-KSHH. Después de un poco de fritura y dos PTING PTING ¡estábamos navegando por internet! Ese apareamiento entre módems -que se llamó handshaking (apretón de manos)- daba comienzo a una exploración por un universo tan desconocido como atractivo. Siempre y cuando mamá no decidiera llamar a mi abuela con el teléfono de la cocina y arruinara la conexión.

Internet ya no es lo que era

Treinta años después estamos acá, también frente a una pantalla, pero la conexión es silenciosa e invisible. No hay ritual, sonidos extraños o excitación, y la expectativa es nula. Ahora internet ¿debería llevar mayúsculas Internet? está siempre disponible y, por cierto, siempre exigiendo atención. Es tan fastidiosa que sólo tenemos deseos de irnos. Las notificaciones, cookies que aceptar, y algoritmos que moldean nuestros deseos, nos han domesticado hasta volvernos un rebaño encerrado para ser engordado. Somos usuarios feedlot.

El barrio que perdimos

Ese sonido que ya no conecta es una pérdida, entre muchas, de una web diseñada hasta el hartazgo para gustar. Y de ahí la metáfora que propone Heinz: la gentrificación que es el proceso urbano consistente en la modificación de un sector de la ciudad, impulsado por intereses privados, que embellece el espacio público, pero cuyo resultado es expulsivo, por el nuevo costo de la tierra. Consecuentemente, muchos habitantes naturales que aportan sus características propias, emigrarán vaciando de sentido el sector.

Palermo, en Buenos Aires, perdió todo misterio para convertirse en un catálogo de locales de marcas internacionales cuyos neones encandilaron y ahuyentaron a todos los habitantes. Adiós al encanto del barrio.

Güemes, aquí en Córdoba, diluyó insistentemente su bohemia y cada anticuario o tienda de artesanías, debió mudarse por presión de proyectos gastronómicos sin alma. Ahora, los pequeños bares con jazz y unos parroquianos fumados en la vereda, disputan los clientes con negocios plastificados. La sombra de las tipas ya no refresca la temperatura de la codicia inmobiliaria.

Esto mismo, argumenta Heinz, pasó con internet. El territorio que habitábamos diariamente como un refugio se convirtió en un espacio gentrificado, gobernado por un puñado de plataformas-corporaciones y dirigido por algoritmos que imponen aquello que vemos, qué escuchamos, qué leemos.

Donde antes buceábamos, ahora apenas flotamos

Hubo un tiempo en que internet era como la geografía sumergida de un río serrano. Atractiva pero peligrosa. No estaba clara la profundidad y debías zambullirte con cuidado. Había fauna, algas y rincones oscuros. Buceábamos en sus encajonados contenidos con la emoción del explorador. Con el paso del tiempo comenzamos a navegar entre sus corrientes, a surfear las olas de información.

Ahora somos turistas en una playa regada de vasitos de plástico y papelitos institucionales. Apenas hacemos scroll en un terreno insípido, lleno de publicidad.

El Capitalismo de la Atención

Heinz centra su análisis en el declive de la Web 2.0, aquella era de blogs, de videos en YouTube y descargas ilegales cuando muchos creímos en la promesa de saciar nuestra poética de la participación y la serendipia.
Por el contrario la web paulatinamente se obsesionó con los datos de los usuarios (sitios que visitamos, likes, el tiempo de visionado) y nuestra vida se convirtió en la «gran mina de oro del siglo XXI».

Nuestra atención ha sido secuestrada para vendernos publicidad en un proceso denominado Enshittification. Cory Doctorow bautizó así el enmierdamiento de proyectos atractivos, que rápidamente explotaron a los anunciantes a costa del usuario para, finalmente, pudrirse-. Pero con todos los datos adentro. Muchos usuarios, en el proceso, quedamos atrapados en una dependencia algorítmica de alguna plataforma. Adictos a reacciones.

Aplanamiento Cultural

Facebook fue genial hasta que no lo fue. Twitter era indispensable hasta que dejó de serlo e Instagram mostró fotos de los amigos hasta que decidió exhibir sólo lo que su algoritmo considera que atrapaba. Como consecuencia surgen contenidos cada vez más genéricos y popularizables (sí, esta palabra acaba de ser inventada) condenando lo menos convencional. La estadía en estas plataformas se vuelve infinita, adictiva pero anodina, una borrachera que es «anestesia a estos tiempos».

La riqueza de la resistencia o resistir con riqueza

Heinz propone algo radical: debemos apostar por otra internet. No salirnos sino promoviendo la riqueza y diversidad. Sembrando, cultivando y cuidando archivos, contenidos, historias para contar. Como si pudiéramos preservar partes de barrios singulares para escapar a la gentrificación. Posteos verdaderos, blogs personales, podcasts independientes… espacios donde no somos un producto sino propietarios. Propietarios de nuestra vida.-

La gentrificación digital – Notas sobre cómo internet se volvió corporativa se puede comprar en diferentes sitios con un valor que establece el lector. Su autor, José Heinz, es especialista en temas de cultura y tecnología. Ha colaborado con muchos medios como la Revista Anfibia, L’Officiel y Rolling Stone, y Google News Initiative. Además es docente de de Storytelling del Instituto Cultura Contemporánea (ICC).

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