Al tipear “panza” en el buscador de internet, aparecen en su mayoría fotografías de mujeres con el consecuente título de “Tips para eliminar la panza” o “Descubre cómo reducirla”.
¿Qué nos pasa a las mujeres con esta parte específica del cuerpo? ¿Cuándo empezamos a valorar la apariencia más que la personalidad? ¿Cuándo olvidamos que somos mucho más que un cuerpo físico? ¿Cómo se relaciona el cuerpo delgado con el concepto de salud? ¿Acaso un cuerpo gordo no es sano?
Con el hashtag #HermanaSoltaLaPanza, hace unos meses mujeres de todas las edades y en todo el país comparten fotos de sus cuerpos. Fotos reales: frente al espejo o sentadas en el sillón, en la playa o en la pileta. Vientres y barrigas redondas, con surcos o estrías, con y sin vellos: desde niñas en pleno desarrollo hasta madres postparto, con el vientre aún sensible tras la gestación de ocho largos meses, y abuelas.
“Ni un verano más tapándonos”, comparte su foto una joven, sonriendo en la playa con sus rollos. En otra aparece una madre e hija, con el mensaje: “Hija de siete años que todos los días sufre porque le dicen que está gorda, comentario que le han hecho muchas veces personas adultas”.
“Que ahora veas fotos de personas gordas en revistas y redes sociales no es promover la grasa corporal: es dar espacio a todo tipo de cuerpos. Es maravilloso darle espacio a personas que por mucho tiempo han tenido que estar escondidas”, reflexiona una mujer en Instagram.
La iniciativa #HermanaSoltaLaPanza es organizada por el proyecto de activismo digital “Mujeres que no fueron tapa”.
Se trata de un colectivo que analiza y cuestiona qué tipo de cuerpos se muestran en los medios de comunicación, partiendo desde un punto de vista humanizante y feminista. Su creadora es Lala Pasquinelli, artista visual y comunicadora argentina.
Sobre la campaña, explican “es mucho más que soltar la panza, es soltar la vergüenza que nos siembran con millones de imágenes que no se nos parecen. Es empezar a salir del odio aprendido hacia nuestros cuerpos, de la vergüenza de no encajar en un modelo creado para que no encajemos”.
Aceptación
Al momento de reflexionar sobre el cuerpo físico, aparecen muchos conceptos relacionados: estereotipos de belleza; la cultura de la delgadez como sinónimo de éxito, salud y bienestar; los trastornos alimentarios que afectan la salud mental de miles de personas, tanto hombres como mujeres; y principalmente el hecho fisiológico y social de comer.
En este marco, dialogamos desde HOY DÍA CÓRDOBA con la nutricionista Lucrecia Francioni.
La especialista en salud parte desde la psiconutricional, que considera a la persona de manera integral abordando las emociones, la genética y la propia historia. Las sesiones son mucho más profundas que pasar por la balanza y cumplir con estrictas dietas. “¿Qué cosas dejas de hacer por tu cuerpo, por la mirada del otro?”, suele preguntar en sus terapias.
Sobre la aceptación, hace una distinción y se aleja del concepto de “aceptación positiva del cuerpo”. No hay nada positivo o negativo, se trata de aceptación en general.
“Es convivir con la realidad que cada persona tiene e ir soltando la tendencia a negar, rechazar, resistir y evitar el propio cuerpo”, dice. La sostenibilidad de prácticas saludables en el tiempo está ligada con la seguridad, el autoconocimiento y autocuidado. Cada quien tiene su propio camino por descubrir, construir y desarmar. Por ejemplo, una dieta puede funcionar para una persona, y no para otra.
Muchas veces el terreno se torna sinuoso, hay cuestionamientos y comparaciones sea por las redes sociales o la publicidad.
“En las redes sociales se mezcla todo. Ejemplo de ello son los tips o recomendaciones para aceptarte o amarte de tal manera. No hay una sola forma de aceptación. Cada persona tiene su proceso. Tampoco es que cuando peses tantos kilos o midas tanto vas a lograr aceptarte. Cuando la persona se posiciona desde los lugares estereotipados, va perdiendo valor propio y afecta su autoestima”, dice.
“La aceptación es un proceso interno de autoconocimiento que enfrenta al sistema de creencias sociales donde para encajar tenés que cumplir con ciertos requisitos estéticos”, resalta.
En comunidad
Francioni tiene 28 años y en poco tiempo formó una comunidad virtual en Instagram, con la cuenta @refugiar.te. Trabaja desde la perspectiva de género y el activismo gordo.
“El activismo gordo es entender que existe salud en todas las tallas. Da visibilidad a las personas con corporalidades gordas, que no tienen por qué esconderse. En esto incide el uso del espacio público, de la ropa y cómo todo está socialmente construido para un cierto tipo de cuerpo, dejando a las personas gordas en desventaja, en discriminación”, detalla.
“Todas las personas podemos tener opresión con nuestros cuerpos, pero las personas gordas sufren de una opresión sistemática”, explica y agrega: “No podemos definir a las personas por su índice de masa corporal, es muy simplista”.
Para Francioni, la alimentación es una expresión de cómo se siente la persona. Para ella, una dieta que impone cómo comer no permite que las personas registren sus propias señales de saciedad y hambre. Alimentación y autocuidado van de la mano.
“No se nos enseña a priorizarnos sino a castigar el propio cuerpo, poniendo muchas veces al otro primero”, comenta la especialista.
Capaz la panza sea una excusa para mirarse, animarse y aceptarse. Para otras personas pueden ser otras partes del cuerpo. Si bien la aceptación es una búsqueda y camino personal, tanto la comunidad de @Refugiar.te como la campaña #HermanaSoltaLaPanza demuestran que hay una salida colectiva.
“Estamos a tiempo de cambiar muchas cosas pero es necesario abrirnos. El amor propio es colectivo”, finaliza.