El húngaro László Krasznahorkai, autor de Tango satánico y Melancolía de la resistencia, recibió el Premio Nobel de Literatura con un discurso que sorprendió por su tono oscuro y crítico. Lo que inicialmente iba a ser un texto dedicado a la esperanza terminó convertido en un diagnóstico severo: según confesó, cambió de rumbo al percibir que “las reservas de esperanza se habían agotado totalmente”.
Krasznahorkai habló de la irrupción de “nuevos ángeles sin alas”, figuras que, según dijo, “se están apoderando del espacio y el tiempo” de las personas. Identificó entre ellos a referentes del poder tecnológico, como Elon Musk, y los describió como presencias que “caminen entre nosotros con ropa de calle” y que irrumpen “de forma inquietante” en la vida cotidiana.
Desde ese marco, el escritor reivindicó a quienes habitan los márgenes sociales, una preocupación constante en su obra. Defendió su dignidad e inocencia, ideas que lo acompañan desde que, a los 19 años, abandonó la carrera de Derecho y pasó un período viviendo en la calle para entender la realidad de los excluidos, experiencia que —recordó— resultó decisiva en su formación literaria.
En su intervención, evocó también una escena vista años atrás en el metro de Berlín, cuando observó a un hombre sin hogar intentando orinar sobre las vías antes de ser interrumpido por un policía. A partir de ese episodio formuló la pregunta que retomó en su discurso: “Ser humano, criatura sorprendente, ¿quién eres?”. Desde allí trazó una reflexión pesimista sobre el rumbo de la civilización, enumerando los logros que la definieron —la rueda, el fuego, la cooperación, la empatía— para luego lamentar que, de pronto, “empezaste a no creer en nada” y destruiste aquello que tú mismo creaste a través de los dispositivos modernos.
Krasznahorkai dedicó un pasaje a su propio método de trabajo, marcado por la obsesión por la exactitud. Aseguró que, años después de publicar Tango satánico, sintió que debía corregir su estilo, lo que lo llevó a escribir otro libro, y así una y otra vez. “Mi vida es una corrección permanente”, afirmó, antes de confesar que Franz Kafka es su héroe literario y que jamás aspiró a convertirse en escritor: “Yo no quería ser nadie”.
Su presencia en la ceremonia fue celebrada especialmente por el público debido a sus problemas de salud, que en las últimas semanas lo obligaron a cancelar intervenciones públicas, entre ellas su presencia en el festival Kosmopolis y el discurso inaugural de la Feria del Libro de Frankfurt.
Con esta distinción, Krasznahorkai se convirtió en el segundo autor húngaro en recibir el Nobel de Literatura, luego de Imre Kertész, premiado en 2002, a quien consideró “un gran amigo y una influencia literaria fundamental”.
De la pantalla al escenario: Cosmic Kid y el sueño posible de una generación
